Desde los pequeños detalles incrustados en los relatos literarios, hasta la gran discusión teórica de los sistemas políticos en América Latina, Diamela Eltit ha sido la escritora chilena más reconocida por su aporte a los discursos públicos y culturales vinculados con la relación entre el género y la literatura, en el contexto del llamado armamento social que hoy, incluso, transgrede las fronteras. Sus numerosas obras, traducidas en múltiples idiomas, se han convertido en lo puentes que trasladan el pensamiento sobre las diversas problemáticas históricas y actuales, a la reflexión más cercana de la literatura desde el contexto político de la escritura actual. Hoy en día, la voluntad ferozmente fanática de los nuevos medios de comunicación también ha vulnerado los espacios de las obras impresas, y es a partir de este contexto anárquico de la sincronía y la complicidad digital, desde donde podemos conectarnos directamente con la experiencia cercana de Eltit, galardonada con el Premio Nacional de Literatura en Chile (2018), a quien destacamos, en esta oportunidad, a través de nuestra revista Latin American Literature Today.
Claudia Cavallín: Partiendo de su experiencia, y de lo que somos muchos de los que hemos transitado lugares y contextos dolorosos en América Latina, ¿qué es para usted un cuerpo nómada en la realidad más cercana a la política actual, donde la incertidumbre social se multiplica a diario?
Diamela Eltit: Pienso que experimentamos un desplazamiento masivo. Millones de personas viajan de manera incierta (muchos de ellos a la mar-muerte) empujados por sus adversas condiciones de vida y/o por las guerras. Esta situación mundial no puede ser desligada del capitalismo intensificado que atraviesa la superficie del mundo, que provoca una desigualdad trágica y un desvalor en los cuerpos. Hay que pensar que hoy los dueños del mundo se cuentan con los dedos de las manos. Existe una concentración de riqueza obscena fundada en la depredación del planeta, en la explotación salarial y en la objetualización de la vida. La preeminencia del yo, que es la gran arma del sistema para destruir las vidas comunitarias y la diversidad.
C.C.: En su obra, ha analizado diversos espacios en los cuales la cultura latina se arraiga, como los escenarios latinos en Nueva York, y donde ocurren inserciones capaces de cruzar las fronteras textuales, sexuales, étnicas … En este tránsito global, que va más allá de lo local, ¿cómo ve usted la interpretación de lo que sería hoy en día “la patria”?
D.E.: Sé que el término “patria” (que etimológicamente proviene de padre) es ambiguo porque en algún sentido puede portar rasgos nacionalistas que apuntan a la exclusión, pero esa memoria-patria del migrante es interesante porque mantiene una tensión ante el imperativo asimilador. De alguna manera “interviene” las culturas dominantes, las desafía, las enriquece y las obliga. En otro registro, diferente, pienso que hoy la patria está contenida en las policías y la industria militar.
C.C.: Ubicándonos ahora en el relato testimonial de quienes, en medio de profundas crisis internas, partieron desde el relato oral hasta la simple omisión de las palabras; y mediante la percepción de ciertas imágenes desgarradas y silentes que ya han sido publicadas en sus obras ¿Cree que hoy en día funcionaría una institución “pedagógica” del pensamiento a partir del estudio de cierta lucidez y gestualidad relevante en la locura? ¿Cree que allí podríamos obtener la ayuda necesaria para comprender la verdadera crisis de un sistema?
D.E.: Podría ser, no lo sé. En realidad, se puede comprender la “locura” de este sistema observando a algunos de los gobernantes actuales. Desde luego estoy pensando en un tipo de locura funcional, pero no por ello menos mesiánica, y con una alta capacidad de subyugar a sus ciudadanos. Si se piensa en el caso filipino y la matanza extrajudicial de personas catalogadas como narcos resulta estremecedor e incomprensible. En realidad, lo más impactante son los seguidores de estos personajes, las mayorías que obtienen, la violencia explícita como signo democrático. En fin …
C.C.: Totalmente de acuerdo con usted, la violencia se adhiere a las nuevas relaciones de poder. Allí, también el lenguaje ha tomado una vía que se inserta en el contexto político. En su obra, el lenguaje superpone distintas direcciones y los sentimientos transitan a través de él, deconstruyendo y fragmentándolo, para luego formar parte de una alevosía social, nacional, individual, reconocida por nosotros mismos (los lectores) ¿Cree usted que a partir de estas ruinas internas podemos reconstruir una realidad producto de la lectura? ¿Cómo podemos intervenir una crisis política a través del uso de los signos literarios?
D.E: Pienso que la gran intervención que puede hacer la literatura es sobre la misma literatura. Quiero decir, generar algún signo disidente con las normativas consensuadas por el pacto entre escritura, editoriales, agentes literarios, suplementos de diarios que terminan censando un tipo de centrismo gemelar. Siempre he pensado que esa es una intervención necesaria, que ya ha sido ensayada por autoras y autores para alterar la monotonía. Desafortunadamente lo literario no es capaz de cambiar los signos sociales o lo es junto a todo el resto del aparato social.
C.C.: Finalmente, sería muy valioso que usted nos comentara su opinión sobre las nuevas zonas literarias, editorialmente marginales, donde algunos textos descuadrados transgreden los límites de la frontera difusa entre los géneros tradicionales. Margo Glantz, por ejemplo, utiliza el Twitter a diario (a través de breves líneas que se mueven entre lo narrativo, lo teórico y lo crítico) para transgredir la distancia temporal y comercial de sus obras. Si en el siglo pasado el libro literario fue visto como “límite” ¿cree que este nuevo escenario social nos puede llevar hacia una literatura más allá de la producción comercial?
D.E.: Desde luego hay otras “producciones” escritas, no se pueden desligar las literaturas del yo de la producción en Facebook. Me parece muy interesante lo que hace Margo Glantz con el Twitter. Pero más allá de la figura de las y los escritores, y de la literatura misma, me parece que los recursos tecnológicos (complejos y nunca inocentes) repusieron la escritura en un momento de decandencia de la letra y la lectura. Desde luego se trata de una escritura y lectura otra, rápidas, fragmentarias, masivas, que alteran las gramáticas y las ponen en jaque mediante la crisis de sus normativas. Quizás esa intervención considerable de las gramáticas sea el gran síntoma (interesante) que portan esas escrituras masivas despojadas del uso académico. Sin embargo, el libro sigue siendo central y su circulación virtual en PDF emana del libro. Todavía el Siglo XXI no desplaza al libro literario. Habrá que ver. Es muy posible. ¿Por qué no?