Mueren millares. La peste se da de dos formas: pulmonar, con fiebre y sangre; bubónica, con abcesos y furúnculos. Es 1348 y Boccaccio escribe el Decamerón.
En el prólogo, dice: “Hay que compadecer a los afligidos: es una ley de humanidad”.
II
La irrupción del virus COVID-19 en el inicio de la tercera década del siglo XXI puso al planeta y a sus habitantes en un gigantesco paréntesis. Confinamiento, cuarentena, distanciamiento social, máscaras se convirtieron en palabras de peso, todas ellas señales de una separación, un corte, un cambio. Como en 1348, hubo diversas respuestas desde múltiples esferas artísticas. En una de ellas me invitaron a participar con una reflexión sobre escribir en cuarentena. Comenté que habría que pensar en cómo crear, no en, sino a partir de la cuarentena. Las cosas no serían igual y, ante este fenómeno, tal vez habría que retomar la idea de la escritura como lanza epistemológica y gnoseológica.
O sea, el arte como búsqueda de la verdad y el conocimiento.
III
El virus pegó en algún lugar del estado de Washington y encontró a Alejandro Meter, profesor de literatura y fotógrafo, desarrollando desde el sur de California un proyecto de retratos de escritores a ambos lados de la frontera Estados Unidos-México. De repente, la imposibilidad: no al desplazamiento, al viaje, al contacto humano.
¿Y entonces?
IV
Continuar. ¿Cómo? Comunicarse con escritores. Programar una sesión. Idas y venidas. Cancelaciones y reprogramaciones. Citas por Zoom. Conexiones a un proyector del lado del fotógrafo. Teléfono celular del lado del fotografiado. Cartón, madera, vidrio, plástico para difuminar/filtrar/limitar sujeto/objetos/entorno. Pelear contra el encierro y el aislamiento. Seguir delante. Adaptarse. Usar la tecnología para acercar y hasta para jugar. Mostrar a hombres y mujeres que escriben en su confinamiento, desenfocados de tantas maneras, ya por la naturaleza del escribir.
Digitalizarlos para no perderlos.
V
El proyecto creció como la pandemia, y se amplió, primero a Latinoamérica, luego al mundo. Para este número de Latin American Literature Today, Alejandro y la revista ofrecen un muestrario de imágenes de esa aventura visual, “postales del confinamiento”. Los participantes contribuyen un breve texto sobre sus vivencias y dolencias en este período pandémico.
Curiosamente, pero tal vez no tanto, ninguno aparece escribiendo.
VI
Miremos al escritor peruano afincado en Estados Unidos Isaac Goldemberg. Vestido formal. Sombrero y pose de pensador siglo XXI. Azul sobre blanco, tal vez como ese cielo que ha cambiado para siempre. Ventana al afuera, adonde no se puede ir. Los libros, siempre los libros. El único título que se distingue: El destino del hombre, novela de 1933 de André Malraux.
Nada es casual.
VII
También los libros rodean al escritor argentino Juan Sasturain. Él mira hacia la “cámara” (pero… ¿dónde está y quién apunta?) y su cara es la única nitidez en esa borrosidad verdeazul. Hay pequeñas grietas que ajan la superficie del retrato. Los anteojos de Sasturain, descendidos, lo transforman en un monstruo pandémico.
Sus cuatro ojos (nos) miran e interrogan.
VIII
¿Cómo vive la escritora boliviana residente de Estados Unidos Giovanna Rivero el confinamiento? Pose natural; pelo largo, piernas, brazos al descubierto. Cuerpo. Sentada, está casi borrada; el rostro es prominente, pero no se distingue. El verde del fondo y el gris del piso oprime su ropa roja, florida.
Una grieta la parte en dos, como el virus, que nos ha dividido del mundo y de nosotros.
IX
Rojo y negro dominan la imagen de la poeta mexicana Myriam Moscona. Yace como si descansara, en posición mortuoria. Espera un rescate de esta calamidad. Hay serenidad en su rostro que apunta hacia arriba, como buscando una respuesta fuera de la composición.
¿Es la bella durmiente? No, tiene los ojos abiertos.
X
Las postales del confinamiento de Alejandro Meter son intentos de (re)tratar, es decir de volver a poner en escena ese gesto de Boccaccio, esa “ley de humanidad”, que, en este caso, es la comunicación: palabra a través de un lente, de un filtro, de un proyector, de una computadora, de un teléfono celular. Nuevas formas de crear para viejas y eternas inquietudes. Buscar para conocer.
Ver al otro y, así, vernos.
Fotografías de Alejandro Meter
Texto de Pablo Brescia