Desde grupos de WhatsApp a comunidades en las redes sociales, pasando por foros en línea y plataformas web, en esta conversación con nuestra editora de traducción, Denise Kripper, Joaquín Gavilano nos cuenta sobre su recorrido en el arte de la traducción
Denise Kripper: Antes que nada: ¡Felicitaciones! Fuiste uno de los ganadores de la beca de traducción PEN/Heim Translation Fund Grant 2023. Es un gran honor, cuéntanos un poquito sobre el proceso de presentarte al premio.
Joaquín Gavilano: ¡Muchas gracias! Dios, fue un proceso tan estresante. Oí hablar del premio PEN/Heim por primera vez aproximadamente un año antes de presentarme, justo cuando se acercaba la fecha de cierre del ciclo de ese año. Me acababan de aceptar en el programa MFA de la Universidad de Arkansas, y algunos de los traductores del programa me invitaron a un grupo de WhatsApp en el que hablaban de cosas relacionadas a la traducción. Uno de ellos envió un enlace a la convocatoria del premio y nos preguntó si alguien estaba interesado, yo le eché un vistazo y pensé que era una oportunidad increíble, pero lamentablemente no tenía nada que aportar. En aquel momento apenas estaba descubriendo mi pasión por la traducción y no trabajaba en ningún proyecto concreto, solo traducía poesía por diversión, ¿sabes?
Sin embargo, me propuse tener algo listo para el próximo año. Como estudiante con visa internacional, es muy difícil encontrar becas y premios que estén abiertos a todo el mundo. Cuando empecé el máster ese año, me costó un tanto encontrar un proyecto del cual estuviera totalmente enamorado y, afortunadamente, recibí mucho apoyo del equipo de mi taller, dirigido por la entonces profesora visitante de nuestro programa, Jennifer Croft. Ella insistió en que envíe mi material. Estaba nervioso y, para ser sincero, no tenía suficiente confianza en mi propio trabajo. Tuve que esforzarme mucho para preparar un paquete con mi trabajo, pero pude hacer clic en “enviar” 10 minutos antes de la hora límite.
DK: El rehén, de Gabriel Mamani Magne, fue el texto ganador. ¿Qué te atrajo de él?
JG: El rehén llegó a mí de forma inesperada. Acababa de empezar el primer semestre de mi maestría y había decidido trabajar con algunos poemas de la difunta poeta boliviana Blanca Wiethüchter. Por mucho que me guste su trabajo y por mucho que quiera seguir colaborando con sus palabras, en aquel momento me apetecía mucho lanzarme a la ficción. No sabía qué obra, ni qué autor, pero sí sabía dos cosas: 1) quería traducir a un autor vivo, y 2) quería traducir a un autor boliviano. Mi problema era que, por una razón u otra, no había leído nada de este siglo escrito por autores bolivianos.
Un día alrededor de noviembre de 2021 estaba en una llamada de Discord con mi hermano mientras jugábamos algunos videojuegos y nos poníamos al día cuando mencioné que no podía encontrar mucha información sobre autores contemporáneos bolivianos. En ese entonces yo había estado viviendo en los EE.UU. durante 5 años y no estaba seguro de qué hacer para obtener copias de libros o información sobre autores. Mi hermano recordó entonces un libro que le habían sugerido, pero no recordaba el título. Sin embargo, sí recordaba el nombre del autor: Mamani Magne. Lo busqué y encontré su libro anterior, Seúl, São Paulo, y que tenía un Premio Nacional de Novela 2019, pero mi hermano me dijo que se refería a su libro más reciente: El rehén.
¡Gracias a Dios! ¡Hay una versión ebook disponible! Lo compré, lo devoré, me encantó. El rehén consiguió transmitir una historia tan hermosa y desgarradora en sólo 100 páginas. Siempre me han gustado las novelas cortas, pero ésta era algo especial.
DK: El comité de PEN que premió la novela de Gabriel Mamani Magne dijo que “representa una nueva literatura boliviana”. ¿Qué quiere decir esto para los lectores?
JG: Si buscas “literatura boliviana” en Google, todo lo que encuentras son autores que ya no existen. Grandes autores, pero autores que representaron una época que no refleja la Bolivia actual. Debido a nuestra turbulenta historia (y presente) no ha habido mucho espacio para el desarrollo del arte, tristemente. Hay poca publicidad y poco interés. Hay grandes autores jóvenes contemporáneos que están escribiendo obras tan hermosas, pero no están recibiendo el reconocimiento que merecen. Mi objetivo es mostrar al mundo: “¡Eh, presten atención a este país sin salida al mar en medio de Sudamérica! Estamos aquí. Siempre hemos estado aquí”.
DK: Una búsqueda rápida en la base de datos del 3% revela que en los últimos casi quince años, solamente se han traducido cinco obras bolivianas al inglés. ¿Qué se están perdiendo los lectores? ¿Qué otros textos o autores te gustaría que se tradujeran, o traducir?
JG: Se lo están perdiendo. Y no sólo de autores modernos como Gabriel Mamani Magne, Guillermo Ruiz Plaza, Liliana Colanzi… sino también de nuestros grandes de siglos pasados: Jaime Saenz, Adelia Zamudio, Yolanda Bedregal…
¿Qué más quiero traducir o ver traducido? Lo quiero todo. Quiero a todos y cada uno de ellos en carteles luminosos. ¿Lo lograré yo (u otros traductores)? No lo sé, pero haré todo lo que pueda.
Creo que tristemente (para Bolivia) el mundo hispanohablante ya es uno de los idiomas más –si no el más– representado en la traducción en la anglosfera, lo que seguramente afectará los números de publicación y demás, aunque, como dijiste, sólo 10 obras bolivianas han sido traducidas al inglés.
DK: Tú también eres boliviano, lo que significa que cuando traduces al inglés, en realidad estás trabajando con tu segunda lengua, desafiando así el cliché de que los traductores deben siempre traducir a su lengua materna. ¿Cuál es tu relación con las lenguas que hablas, escribes y traduces?
JG: ¡La mítica “lengua materna”! ¿Qué puedo decir que no hayan dicho otros traductores increíbles como Anton Hur y Jeremy Tiang, que desafían constantemente este concepto? La lengua no es más que un conjunto de palabras que definimos y a las que damos reglas. Resulta que hablo inglés y español. Resulta que me comunico mejor en spanglish. ¿Es una maldición y una bendición simultáneamente? Aunque soy de un país hispanohablante, probablemente tengo un nivel más alto de inglés que de español. Da un poco de vergüenza. Lo peor es cuando quiero hablar con mi abuela monolingüe sólo en español y acabo sonando como un niño de 14 años porque la mayor parte de mi vocabulario de alto nivel sólo existe en inglés.
Pienso en inglés, escribo en inglés, vivo en inglés.
Siento en español. Maldigo en español. Amo en español.
DK: Hasta ahora, tus publicaciones en traducción fueron siempre de poesía. ¿En qué se diferenció (o no) el proyecto de traducir El rehén?
JG: Es otro tipo de juego. Yo escribo ficción en prosa, pero aún no he publicado nada. A los fines de la traducción, creo que me resultó natural, mucho más natural que la poesía. Creo que esto puede deberse a que en mi vida me he dedicado más a la narrativa traducida, ya sea viendo la televisión y películas en español e inglés, o leyendo ficción traducida al inglés.
El semestre pasado, mi curso de taller fue dirigido por la increíble Rebecca Gayle Howell. Ella me ha ayudado mucho a entender que hay diferentes niveles de traducción. Si estoy traduciendo un poema, puedo elegir traducir por el significado literal; puedo elegir traducir por opciones prosódicas como mantener el ritmo u otras formas intactas; puedo decidir traducir por otras formas creativas de interpretación.
DK: Hoy por hoy eres estudiante de la maestría en escritura creativa y traducción de la Universidad de Arkansas, donde también eres editor de traducción en The Arkansas International. ¿Cómo se ha nutrido tu práctica de la traducción de tu trabajo como escritor y editor, y viceversa?
JG: Antes de comenzar el programa MFA en la Universidad de Arkansas, trabajé como traductor autónomo durante unos años, sobre todo en marketing y otros asuntos técnicos. Como he mencionado antes, empecé mi viaje hacia la traducción literaria traduciendo poemas y música por diversión y para mí mismo. Unirme a este programa de maestría disparó no sólo mi conocimiento, sino también mi pasión por este arte. Siempre estaré agradecido a mis mentores y compañeros.
Ryan Chamberlain, antiguo editor de The Arkansas International, me pidió que solicitara su puesto porque tenía previsto dejarlo pronto. Al principio no me atrevía a presentarme porque tenía demasiadas cosas pendientes en mi vida, pero afortunadamente me convenció. He pasado unos primeros meses maravillosos, leyendo muchos trabajos magníficos de otros traductores. Es una experiencia estupenda poder trabajar con otros compañeros increíbles de la revista. Poder experimentar los diferentes estilos y decisiones de estos traductores me ha mostrado la variedad y el talento que hay ahí fuera.
DK: Hace poco hiciste un hilo en twitter y compartiste que hace como un año no sabías nada sobre los derechos de traducción ni la industria editorial, una cosa que suele ser “demasiado incierta para los traductores principiantes”. ¿Qué has aprendido desde entonces que crees que más traductores noveles deberían saber? ¿Qué consejos te gustaría darles a quienes estén en una situación similar a la tuya hace un año?
GJ: Ese hilo de Twitter fue un viaje emocional para mí. Creo que la industria editorial de por sí ya es extremadamente confusa. Uno realmente tiene que investigar por su cuenta cómo funciona la edición, cómo trabajan los agentes literarios, las editoriales, etc., etc. Además, hay que añadir todas las preguntas que se plantea un traductor aspirante sobre derechos de autor, contacto con los autores, contacto con el último editor (o con quien tenga los derechos), dominio público y muchas, muchas preguntas más.
Creo que el mejor consejo que puedo dar a cualquiera que quiera dedicarse a la traducción literaria es: no tengas miedo de hacer preguntas y de unirte a comunidades. Ponte en contacto con gente en Twitter. Únete a grupos en Facebook y Reddit, únete a la Emerging Translators Network, a los grupos de Google europeos y norteamericanos. Me llevó mucho tiempo e investigación encontrar estas comunidades, y aún más tiempo armarme de valor para unirme a ellas. Los círculos de traductores me han parecido unas de las comunidades más positivas que he conocido, sobre todo en lo que respecta a las comunidades en línea. Creo que esto tiene que ver con el hecho de que la traducción es un arte tan altruista, así como una práctica que exige colaboración por naturaleza.
Foto: Joaquín Gavilano, traductor boliviano.