3.
El espacio que tu cuerpo ocupa en el mundo, es igual al espacio del cuerpo en el que uno se ha recogido;
y si esto es asi, nadie tiene por qué molestarte, ni importunarte;
en el espacio de tu cuerpo, del que tú eres el soberano absoluto,
puedes pararte de cabeza y hacer y deshacer, y transitar tranquilamente,
libre ya de un mundo de pesadilla, poblado de espectros y de esqueletos que pululaban y te quitaban la vida.
En todo caso, tu morada, tu ciudad, tu noche y tu mundo, se reducen a tu cuerpo;
y quien lo habita no eres tú, sino el cuerpo de tu cuerpo.
Pues el cuerpo que te habita, en realidad, eres tú;
Sólo que tu cuerpo deja de ser tú,
y pasa a ser él.
Imagínate, el cuerpo que eres tú, habitando el cuerpo que es él,
y que no por eso deja de ser tú.
De ahí el habitante, o sea, el cuerpo de tu cuerpo; y de ahí, asimismo, el habitado, o sea, tu cuerpo.
¿Y qué decir de la honda soledad, habitando el espacio de tu cuerpo?
Hay un echar de menos la soledad, cuando hay alguien a tu lado;
pero, cuando no hay un alma, es la propia soledad quien te echa de menos
—y es como si tú no estuvieras, o como si te hubieras ido, en busca de alguien a quien echar de menos.
La soledad en el espacio de tu cuerpo, ha de ser, pues, una soledad muy larga, muy alta, y muy álgida
—como esa soledad que uno imaginaba de niño,
con un retrato desaparecido y una rueda inmóvil, en el cuarto oscuro.
4.
¿Qué es la noche?—uno se pregunta hoy y siempre.
La noche, una revelación no revelada.
Acaso un muerto poderoso y tenaz,
quizá un cuerpo perdido en la propia noche.
En realidad, una hondura, un espacio inimaginable.
Una entidad tenebrosa y sutil, tal vez parecida al cuerpo que te habita,
y que sin duda oculta muchas claves de la noche.
*
Cuando pienso en el misterio de la noche, imagino el misterio de tu cuerpo,
que es sólo una manera de ser de la noche;
yo sé de verdad que el cuerpo que te habita no es sino la oscuridad de tu cuerpo;
y tal oscuridad se difunde bajo el signo de la noche.
En las infinitas concavidades de tu cuerpo, existen infinitos reinos de oscuridad;
y esto es algo que llama a la meditación.
Este cuerpo, cerrado, secreto y prohibido; este cuerpo, ajeno y temible,
y jamás adivinado, ni presentido.
Y es como un resplandor, o como una sombra:
sólo se deja sentir desde lejos, en lo recóndito, y con una soledad excesiva, que no te pertenece a ti.
Y sólo se deja sentir con un pálpito, con una temperatura, y con un dolor que no te pertenecen a ti.
Si algo me sobrecoge, es la imagen que me imagina, en la distancia;
se escucha una respiración en mis adentros. El cuerpo respira en mis adentros.
La oscuridad me preocupa—la noche del cuerpo me preocupa.
El cuerpo de la noche y la muerte del cuerpo, son cosas que me preocupan.
*
Y yo me pregunto:
¿Qué es tu cuerpo? Yo no sé si te has preguntado alguna vez qué es tu cuerpo.
Es un trance grave y difícil.
Yo me he acercado una vez a mi cuerpo;
y habiendo comprendido que jamas lo habia visto, aunque lo llevaba a cuestas,
le he preguntado quién era;
y una voz, en el silencio, me ha dicho:
Yo soy el cuerpo que te habita, y estoy aquí, en las oscuridades, y te duelo, y te vivo, y te muero.
Pero no soy tu cuerpo. Yo soy la noche.
Fragmento de The Night, Princeton University Press, 2007