En esta entrevista, la poeta y traductora Erín Moure conversa con Kristin Dykstra sobre su nueva traducción de The Lady of Elche, de la poeta uruguaya Amanda Berenguer, disponible ahora en Veliz Books.
Erín Moure: Mi introducción a Amanda Berenguer, en español y en inglés, fue Materia Prima (2019), la magnífica colección que editaste con el fallecido Kent Johnson, y en la que participaste en la traducción. ¡Qué cantidad tan asombrosa de formas y métodos poéticos los de Berenguer! Ahora, The Lady of Elche (La dama de Elche, en español), un libro de poemas escrito todo en una forma expandida y con un conjunto de cadencias, es una nueva iluminación. ¿Qué claves le sugerirías a un lector que comienza a sumergirse en Amanda Berenguer a través de The Lady of Elche?
Kristin Dykstra: Los uruguayos sitúan a Berenguer como la poeta más polifacética de su tiempo. Y en efecto ella muestra múltiples caras en The Lady of Elche. El yo aquí es especialmente dinámico. Lo primero que hace Berenguer es afirmar: “Soy Amanda –montevideana–”; en un poema posterior, quien habla teme que ella no sea nadie. Todo el fluir de la colección contrarresta su borrado, y alrededor de esa duda proliferan imágenes femeninas.
The Lady of Elche hace referencia a una famosa estatua ibérica, un “cuerpo” de piedra caliza del siglo IV a. e. c., que Berenguer ingiere y ocupa. Hay una foto en la portada del libro para que los lectores puedan mirar a la “dama de Elche” a la cara.
Berenguer dispone en el libro otros roles femeninos mitológicos –como la Sibila y ancianas de la familia como parcas– y, al final, construye no un “yo” sino una presencia femenina compuesta: una presencia transgresora e inconveniente que canaliza verdades insistentes sobre la violencia que muchos preferirían evitar, especialmente en una época de sociedades dictatoriales, donde sectores de la nación fantasean con reordenar el mundo con impunidad y una amnesia forzosa.
Todo el recorrido poético de The Lady of Elche se convierte en un proyectil afinado y agudo, en una poética que lucha contra la negación. En Materia prima, los lectores encontrarán una continuidad, pero también giros distintos y sorprendentes.
E.M.: Me maravilla cómo al traducir The Lady of Elche sostienes el tono, lo que yo llamaría “la luz” de todo el libro, así como sus movimientos a través de los registros lingüísticos, que son tal vez los “colores” del libro. Todo esto mientras imprimes una precisión que es milimétrica: me parece que trabajas en estrecha colaboración, sin parafrasear ni conformarte con “menos”, y aun así logras crear una fluidez para los lectores en inglés, donde otro traductor podría terminar con un texto entrecortado. ¿Puedes hablar sobre tu proceso de atención a lo micro (la precisión) y a lo macro (la fluidez) al traducir el libro?
K.D.: Hay que ser un poeta y un traductor experimentado para decir eso, así que gracias por estas observaciones. Has descrito un ideal que yo buscaría en la traducción de poesía. Para mí, intentar acercarme a ese ideal, de forma asintótica, exige respetar la duración. Comencé el primero de estos poemas hacia el año 2006 o 2008, y todo el conjunto de poemas logró encajar en su lugar gracias a los retoques y a las recalibraciones constantes. Lo que se siente musical en la traducción final radica en la forma en que interactúan lo micro y lo macro, sin permitir que lo uno ahogue lo otro.
Las cadencias de Berenguer en estos poemas, acompañadas por la anáfora, funcionan casi como un conjuro, así que imaginé a alguien cantando o susurrando para sí mismo. Creo que nunca incluí las palabras “trippy” (alucinante) o “psychedelic” (psicodélico) en los poemas, pero las usé como guías, como recordatorios para canalizar la lúdica. No se puede ser soso con Berenguer. Coeditar Materia prima reafirmó mi idea de que Berenguer es una escritora intelectualmente lúdica, en un sentido pleno y serio que implica investigar la humanidad con curiosidad y convicción.
E.M.: Es un desafío traducir a una poeta de una generación anterior (parece que las personas prefieren leer la poesía de sus contemporáneos) sin que la actualidad absorba las preocupaciones de la poeta mediante las elecciones de vocabulario y sintaxis, y logrando a la vez que el trabajo resuene para un lector contemporáneo. Me pregunto sobre tus propias consideraciones al respecto en el trabajo que hiciste en The Lady of Elche.
K.D.: Me pregunto si los poemas escritos en un tono más coloquial corren más riesgo de sufrir este tipo de absorción, ya que pueden chocarse con la constante preferencia que hay en las publicaciones en inglés de que la traducción tenga efectos conversacionales.
Como traductora, he buscado poesía que podría llamarse “poscoloquial”. Los poemas con registros mixtos y escurridizos se resisten a una fácil absorción, y como esos tonos me interesan, trato de llevarlos al inglés. En la poesía cubana, por ejemplo, hubo una ventana de tiempo entre las décadas de 1960 y 1970 en que lo coloquial se volvió vanguardista, luego pasó a ser lo dominante. Esto implicó que el poeta seleccionara palabras claras y accesibles –al utilizar, por ejemplo, términos de uso común–, y luego los llevara a un tono que sugiriera una conversación cotidiana. Con el tiempo, este coloquialismo poético se agotó y se transformó en una estética más diversificada, como lo hacen las tendencias, incluso las más influyentes.
En el contexto de la traducción estadounidense, escucho una preferencia similar por las estrategias conversacionales. Uno recibe solicitudes editoriales que apuntan al uso diario y a tonos informales que evoquen la conversación cotidiana. The Lady of Elche empuja el lenguaje en varias direcciones: ¿por qué suavizar las ambigüedades, la resistencia, la extrañeza, la pausa, la exuberancia, si estas son tensiones que impulsan los poemas originales? Dicho esto, algunos elementos conversacionales pueden ser esenciales, por lo que para mí no es un escenario en el que haya que elegir una cosa o la otra, sino que el desafío es lograr un equilibrio.
E.M.: Me asombra mucho cómo logras ese equilibrio en cada página de The Lady of Elche. Una pregunta relacionada: siempre he creído que traducir poetas al inglés o al francés –ya que yo también lo hago– puede aportar algo nuevo a la poética actual de cada lengua. ¿Qué ofrece entonces Berenguer a la poética actual en Estados Unidos?
K.D.: The Lady of Elche opera a través de la contradicción, ya que Berenguer utiliza el placer para ir más allá de sí mismo. El placer, entregado con urgencia, elimina el placer como banalidad y como diversión.
Berenguer presenta abundantes sonidos en escenas abiertamente mitológicas y psicodélicas, solo para interrumpirlas con tonos más crudos y oraculares que desafían la complicidad política y el silencio. En el Cono Sur, las batallas políticas por la expresión y el silencio han sido cruciales desde la década de 1980. El ejército uruguayo desclasificó documentos importantes apenas unos años atrás, en el 2017, y la revelación de estos nuevos archivos sobre violencia estatal complementa los testimonios de los sobrevivientes y proporciona recursos para adelantar más procesos judiciales. Si la estética de Berenguer está ligada a las presiones de la dictadura de su época, también forma parte de las batallas sociales que aún se libran en el presente.
¿Y por qué eso es importante aquí? Quienes han estudiado las dictaduras expresan su preocupación por las tendencias en el discurso público en Estados Unidos. También ha sido perturbador ver en las encuestas que muchas personas en Estados Unidos se inclinan hacia visiones autoritarias del mundo que privilegian la autoridad centralizada, la obediencia y la uniformidad por encima de la libertad, la independencia y la diversidad.
Una poesía que nos revitaliza –es divertida, fascinante– mientras interrumpe circuitos de complicidad y complacencia política se siente oportuna. ¿Puede la gente volver a enamorarse de la libertad, la independencia, la diversidad? Disfruto de la determinación de Berenguer de intervenir con una elegante “nomenclatura naranja”.
E.M.: Su alcance se extiende más allá de las Américas; Europa y España en particular, también están muy presentes en este texto itinerante.
K.D.: Sí, la itinerancia caracteriza a Berenguer: la poesía como road trip mental que encarna esos deseos de libertad e independencia. Habla con los antepasados de la península ibérica, reúne la energía de la arquitectura de Manhattan, recuerda los movimientos de Ulises. Ese es su movimiento de ida, que equilibra con un movimiento de regreso en el que lleva a los lectores de vuelta a Montevideo. Es debido a esa dinámica que busco equilibrar la foto de la estatua prerromana de la dama de Elche de Europa que está dentro del libro, eligiendo para nuestra portada una imagen del Montevideo de Berenguer.
A medida que Berenguer orbita entre lugares lejanos y cercanos, cita al enigmático Lautréamont (seudónimo de Isadore Ducasse, 1846-1870). Nació en Montevideo y escribió su obra más famosa en francés. A mediados de la década de 1980, nombrar a los uruguayos que escribían en idiomas diferentes al español era un gesto de solidaridad. Su diversidad, su presencia-aquí-y-también-allá, los convirtió en símbolos y representantes de los conciudadanos que huyeron del terror estatal de la época para vivir en el exilio.
E.M.: Es genial ver más poesía uruguaya traducida, y por una mujer, y que ocupe un lugar en el amplio mundo de lectores en inglés.
K.D.: Necesito abordar el género de varias maneras, y la genialidad de Berenguer abre un camino inesperado. Lógicamente, yo creo en esta misión de traducir la escritura de las mujeres latinoamericanas porque aún hay muchos proyectos excelentes por rescatar. Reparar una historia de subrepresentación es un proceso a largo plazo que requiere volver mucho al pasado. Sin embargo, tengo problemas para repetir siempre esta afirmación. Se ha dicho mucho sobre las mujeres y la subrepresentación. Así que, en cambio, quiero presentar este argumento de forma artística. Amanda Berenguer hace que sea posible.