Antes de ser una realidad la pandemia fue una película. Nunca le prestamos demasiada atención a esas historias apocalípticas convencidos de que la ficción vive únicamente en la imaginación. Solo ahora comprobamos cuán equivocados estábamos. De tanto mirar el abismo resultó que el abismo nos terminó devolviendo la mirada.
No sin escepticismo inicio esta nota pensando en el futuro. Muchos se adelantan ansiosos de anunciar buenas noticias, aseguran que el mundo no volverá a ser el mismo después del Coronavirus. Otros nos recuerdan que la normalidad que perdimos tenía la forma de una crisis. Como sea, estamos en medio de un pasado del cual veníamos huyendo y un futuro incierto más parecido a una bancarrota económica que a un nuevo estado de la conciencia humana. Todos los días la realidad nos sobrepasa con nuevas cifras de muertos. Y aún así, el confinamiento nos ha ido cambiando; obligados a enfrentarnos a nosotros mismos en la soledad del encierro, y contra todo pronóstico, algunos pocos (y quizás no tan pocos) se han volcado a la lectura. Las redes sociales están inundadas de opciones para los lectores de siempre y los que se asoman por primera vez a las páginas de un libro. Quizás antes de contagiarnos del Covid-19 estábamos contagiados por la indiferencia que producen los usos excesivos de la tecnología y las redes sociales, vivíamos en una cuarentena mental tan claustrofóbica e interminable como la que ahora busca salvarnos la vida.
Nadie sabe qué pasará después de esta crisis. Quiero creer que algo aprenderemos, pero la historia nos demuestra con obstinada persistencia que los seres humanos somos malos estudiantes. Demasiado tiempo hemos vivido contra el reloj viendo pasar la vida por la ventana que da a la calle. En un mundo acelerado, competitivo o consumista, no es posible reconocer al otro, su rostro se pierde en la multitud anónima de todos los días. No sería demasiado ambicioso pensar que en un mundo más desacelerado volveríamos a descubrir que la realidad es plural y distinta a nosotros. El problema no es el tiempo sino la velocidad. Y es que para leer un libro no solo hay que disponer de tiempo sino estar dispuestos a abandonarnos a la propia velocidad que impone un conjunto de páginas impresas. Si la literatura es un espacio de libertad, los libros son entonces el lugar de las incertidumbres y las correspondencias, el espacio de la perplejidad y lo íntimo, del ser lanzado hacia afuera y de los seres humanos como parte de una historia social. No es difícil imaginarse otro, pero es harto más difícil imaginar y conocer a los otros. La literatura nos da esa posibilidad vicaria, la de vivir en la piel de los otros, la de saber que hay quienes tienen una ética y una moral distinta a la nuestra, de que el mundo no acaba en nuestro reducido perímetro personal.
Es obvio que LALT quiere compartir una fascinación, la que produce la literatura.
Porque la literatura es la matemática que no cuadra. Así, singularmente lo afirmó una vez el poeta colombiano, Armando Romero, cuando dijo que: “Con las matemáticas de 2+2=4, se construyen puentes, edificios, aviones; con las matemáticas de 2+2=5, se escriben historias, poemas, sinfonías”. No estaba equivocado, la literatura es la experiencia que corrige a la vida. O mejor dicho que denuncia las imperfecciones y carencias de la vida. Quien dijo que la vida era más intensa que los libros, sospecho, no leyó suficientes libros como sí lo ha hecho el escritor colombiano, William Ospina: “Una de las experiencias inevitables de la vida es la soledad, de otra es la amistad, otra es la felicidad. Pero en nuestra relación con los libros están juntas las tres”. Revindicar la literatura es innegablemente revindicar una parte de la vida, aquella experiencia de vivir a los otros a través de la imaginación.
Y Latin American Literature Today (LALT) no quiere quedarse atrás en esta empresa. Aquí va, en medio de la pandemia, este nuevo número hecho con el mismo entusiasmo de siempre. Así, en esta nueva entrega de LALT comenzamos con un dossier preparado por el profesor y escritor, Pablo Brescia. El dossier está dedicado a la escritora argentina Mariana Enríquez. Su trabajo en el cuento de terror tiene larga trayectoria y prestigio internacional. Ahora que ha incursionado en la novela gótica con su último libro, Nuestra parte de noche, su voz dentro de la literatura escrita en español es inconfundible y única. En la introducción a este dossier, Brescia nos aclara que “Como objetivo principal [de este dossier] nos planteamos ofrecer a los lectores puertas de entrada y salida a Enríquez.” Imagino este dossier planeado por Brescia como una casa de posibles lecturas de la obra de Mariana Enríquez por donde los lectores y lectoras se puede entrar y salir, sin quedar atrapado en ningún momento.
El segundo dossier fue preparado por la académica y escritora Gisela Heffes. Se trata de un tema que cada día cobra más importancia: el de los escritores(as) que escriben en español, pero viven fuera de sus países, en este caso, en los Estados Unidos. El tema es literario, pero político al mismo tiempo. ¿Cómo se conforma una literatura nacional? ¿Quiénes deciden cuáles literaturas son minoritarias y por qué? Y lo más importante, ¿qué papel juega la literatura escrita en español en Estados Unidos? Dice Heffes: “la literatura producida en español en Estados Unidos se conformaría en una literatura más, dentro de lo “nacional”, entendiendo que esto último, en el contexto estadounidense, nunca es definido como un todo sino como una serie de fragmentaciones que se corresponden con cada una de las minorías que se representa, perpetuando su condición de extranjería”. El título del dossier es: “Dislocar la escritura: Latinoamérica reescribe United States” y contiene reflexiones de Cristina Rivera Garza, Claudia Salazar Jiménez y Rodrigo Hasbún sobre las obras de Lina Meruane, Silvia Molloy y Carlos Yushimito respectivamente.
En poesía LALT presenta trabajos de Zakarías Zafra, Ricardo Montiel y Alex Maldonado. En ficción Aída Bortnik, Manuel Rojas y Alejandro Jodorowsky. Un interesante artículo de Christian Elguera nos habla de la relación entre Haroldo de Campos y Octavio Paz en materia de traducciones. Fabio Morábito, por su parte, en su artículo “Escribir en casa ajena” reflexiona sobre las dificultades expresivas que surgen de escribir en una lengua que no es materna. No dejamos al lado a nuestro colaborador permanente, César Ferreira, quien junto a Susana Antunes, ponen la nota brasileña de este número con una entrevista a la escritora “paulista” Lucrecia Zappi. Imposible no mencionar la entrevista a la traductora Ellen Jones hecha por nuestra Editora de traducciones, Denise Kripper. Jones nos confirma a partir de la traducción de la novela Nancy de Bruno Lloret algo que sabíamos, pero que nunca debemos olvidar: “En mi opinión, esto es lo mejor de ser traductora, poder fomentar la lectura de obras que te gustan de autores que admiras.”
Otros textos también pueblan las páginas virtuales de Latin American Literature Today. Saludamos a todos quienes hicieron posible este número sacado a pulso y en medio de una crisis planetaria. A todos y todas un abrazo solidario y nuestra gratitud por hacer que la literatura puede seguir siendo ese espacio de imaginación donde la velocidad la pone el lector y no el mundo.
Marcelo Rioseco
Editor General, Latin American Literature Today