Una bella noche para bailar rock
Esta es una bella noche para bailar rock.
A mi padre lo trajimos muerto desde Santiago,
la familia quería verse unida por fin:
nuestra madre sólo recibía órdenes de la familia.
“Tú eres el encargado para irte con tu padre en
la carroza”.
Bien, asentí, y fui a comprar cigarrillos.
A la salida de la ciudad le pedí al chofer que
prendiera la radio, nos pusimos a fumar.
“Mi padre fumaba también”, dije.
Ya en la carretera buscaba una emisora;
las radios aquí se escuchan mal producto de las
montañas.
“Escuchemos un cassette”, dijo el chofer.
Colocamos la cinta, una selección de rock argentino,
y luego preguntó si fumaba cannabis.
Fumamos mientras avanzábamos por las montañas
y la carretera.
Al llegar bajamos el féretro de papá
y le di las gracias al chofer por el viaje.
Hoy como hace dieciocho años
pienso a quién debo traer de la gran ciudad,
para que la familia esté unida,
para que la familia sea feliz.
Prueba
En la cuarta visita
guardé silencio voluntario.
La jueza me pidió explicaciones, pruebas,
pedí que apagaran el aire caliente,
me volvió a insistir con lo de las pruebas,
le pedí que decidiera pronto,
cincuenta mil está bien, dijo,
aunque no puedo con eso no dije nada,
pensé en el vidrio roto del auto,
en el perro que ha estado destruyendo el jardín,
en las fotos que mi hijo mayor me regaló de un
álbum viejo:
allí salimos todos juntos en una playa.
Cómo me gustaría evitar los antidepresores que
consume mi hijo,
los que consume su madre,
comer mariscos frente a la playa con nuestras familias.
El álbum es la prueba de la felicidad.
Edison no visitó el cementerio de Concepción
Se me vino la imagen muy clara de la electricidad
que por cierto no tuve por una semana en casa,
un vecino me alcanzó energía con un alargador.
Veía las noticias frente a la casa oscura,
veía mi sombra preparando el té o buscando un
lápiz o un bolso.
La casa oscura me obligaba a pensar en los detalles
y cosas del día;
no quería por supuesto pensar en cosas extrañas,
o malas,
nadie quiere eso cuando la casa está a oscuras.
En el Hotel Almagro decidí recorrer la ciudad,
me habían hablado bien de ella, pero igualmente
terminé en el cementerio;
regresé pensando: ¡qué mal el cementerio, qué
mal está la gente!
En la cena la mesera me preguntó por la ciudad;
respondí: la gente acá se quiere poco,
el cementerio está por los suelos.
Ah, mire, hace mucho que no voy por ahí,
mi hija y mi marido están allá, un accidente, usted
sabe.
No, no sé, respondí, y en ese momento me fui
a oscuras,
la electricidad me había abandonado,
y puede ver mi sombra y la de ella
buscando a tientas entre los platos y los manteles
pero alguien prendió la luz de la campanilla de los
pedidos
y nuestras sombras volvieron a nuestros cuerpos:
la electricidad volvió a retorcerse en nuestras vidas.
Los tres poemas seleccionados pertenecen al libro Dónde iremos esta noche, publicado por Ediciones Inubicalistas en noviembre del 2018.