En alguna página memorable el crítico británico V.S. Pritchett lamentaba la obsesión americana por leer libros sobre Estados Unidos donde los hechos eran tomados como una suerte de fetiche intelectual. Una costumbre que sobrevive hasta nuestros días. Pritchett escribía entonces sobre Henry James y su libro The American Scene (1905). James, como sabemos era un viajero y un buscador, lo que expresó lo hizo desde sí mismo, no necesariamente desde esa realidad a la cual castigó muchas veces con sus laberínticos libros sobre la conciencia humana. Por ello no debiera asombrarnos que Pritchett escribiera: “los grandes artistas son siempre visionarios. Sortean con facilidad el denso pedregal de la evidencia. […] él [James] era la única fuente de información”.
El problema, así visto, es rigurosamente sencillo: las actuales prácticas críticas nos han ido alejando de la lectura gozosa y desinteresada que debiera rodear la lectura de cualquier libro. Para la crítica el escritor parece no ser suficiente. No se trata de una nostalgia ingenua citar a Henry James y hablar de leer un libro sin más ayuda que las ganas de leerlo. La crítica, por supuesto, está muy lejos de una “ingenuidad” de este tipo, de la despreocupación de quien solo lee por placer. Al contrario, la caracteriza el escepticismo, la ironía y la sospecha. Su alta especialización la define como una operación de la inteligencia, no necesariamente como una forma de la sensibilidad.
La pregunta después de décadas de crítica especializada y sofisticadas interpretaciones teóricas sigue vigente: “¿Por qué vale la pena leer El Quijote, Cien años de Soledad o los poemas de Gabriela Mistral?” Responder esta pregunta es una obligación moral con los lectores y también con nuestros estudiantes, de ahí su profunda importancia y seriedad. ¿Hasta dónde podemos seguir desconfiando de los libros sin dirigirnos a un callejón sin salida, sin arriesgar el propio oxígeno que respiramos?
En esta dialéctica que peca de ser en exceso un problema universitario, podemos reconocer un problema general, sistémico. Por lo mismo, Latin American Literature Today (LALT), dentro de este contexto, quiere ser una invitación a la lectura sin prejuicios, sin excesos teóricos, un encuentro íntimo, personal, solitario, entre el lector y la literatura. Es la lectura entonces ese punto de encuentro donde literatura vuelve a emerger en toda su potencialidad. La literatura vuelve a existir solo cuando leemos. Arnold Weinstein (Brown University) define la lectura de una manera con la cual es difícil no estar de acuerdo: “Reading constitutes an unparalleled access to the feelings, to discoveries, to the wisdom, to the flaws and mistakes, and above all, to the life of the past and other times, other people. It is impossible to underestimate the importance of that because in our own lives we only go around once, and we are locked in our own mindset and we are essentially condemned to see the world only via our equipment. Literature offers a kind of magic opportunity to have vicarious experiences to only to encounter but to feel something of the life of others”.
La lectura sería un primer encuentro a solas con el escritor.
Así comienza el nro.10 de LALT, con el escritor mexicano, Juan Villoro, quien en su reciente visita a la Universidad de Oklahoma reflexionó sobre el valor de la intimidad en la era digital. En este texto magistral presentado en la XIV Conferencia Tierra Tinta en octubre de 2018, el autor mexicano va más lejos todavía al pensar la relación entre literatura y periodismo en la era de la postverdad. La literatura sería entonces esa gran reserva de la intimidad en un mundo sobreexpuesto y excesivo que se vuelca hacia afuera sin límite ninguno. Estas palabras resuenan significativamente con lo dicho por el profesor Weinstein, lo cual también podría ser expresado de otra manera: somos sujetos sociales, pero, primero que nada, somos sujetos. Este dossier está acompañado de otros textos sobre Villoro: una entrevista sobre el libro de ensayos literarios, La utilidad del deseo (2017), y un agudo texto de Rodrigo Figueroa sobre Juan Villoro como cronista.
La intimidad sería una forma política de defendernos de la política.
En el dossier de literaturas emergentes, los lectores de LALT podrán encontrar una selección de textos preparada por el investigador de la Universidad de New Hampshire, Scott Weintraub, sobre el estado actual de la literatura digital en América Latina. Cuatro ensayos recorren este tema de forma extensiva, detallada e informativa, proporcionando una valiosa información al lector sobre un corpus de escritores que hoy se ocupan de esta forma de la literatura cuyas prácticas digitales exhiben una sorprendente cercanía con el espíritu de las vanguardias históricas. Sin embargo, como toda vanguardia, la literatura digital mira hacia el futuro como claramente lo señala Weintraub en su introducción a este dossier: “In a larger sense, the (virtual) space that this dossier seeks to delimit for Latin American digital literature entails a speculation about the future of literature and about literature’s past—both in print literary texts and in the digital realm.” Hay que prestarle atención a lo que está sucediendo en la red, eventualmente estas prácticas vanguardistas bien podrían tener importantes consecuencias ontológicas para la literatura en un futuro cercano.
Por otra parte, nuestra colaboradora y experta en literatura indígena, Ana María Ferreira, regresa con otro interesante dossier de poesía indígena wuayú, pero esta vez desde el lado de Venezuela. La novela gráfica y Tlatelolco están presente en este número con nuestra infatigable colaboradora de siempre, Lale Stefkova. Es importante destacar la presencia de Jimmy Santiago Baca, poeta americano-chicano, quien está presente a través de una interesante e intensa conversación con Lucía Ortega. En ficción —en este número— presentamos cuentos de María Fernanda Ampuero, Oswaldo Estrada y Mayra Santos Febres, además de crónicas, poesía y entrevistas, junto con dos adelantos editoriales: una selección de poemas del poeta español, Ángelo Néstore, en traducción de Lawrence Schimmel y otra selección, también de poemas, de la poeta uruguaya Marosa de Giorgio en traducción de Jeanine Pitas.
Una noticia nos llena de alegría en este número. La incorporación de Denise Kripper como nueva Editora de traducción de LALT. Denise obtuvo su doctorado en literatura y estudios culturales en Georgetown University y actualmente trabaja en el Departamento de Lenguas Modernas de Lake Forest College. Denise ha publicado en innumerables revistas de gran prestigio y su trayectoria profesional exhibe una extensa experiencia en interpretación y traducción audiovisual. Denise reemplazará a nuestro querido amigo George Henson con quien siempre estaremos en contacto, pues George ya sabe que deshacerse de nosotros es imposible. Le damos desde ya la bienvenida a Denise al equipo de LALT!
Cerramos así este número con la llegada de Denise y la traducción, oficio que tiene en Latin American Literature Today un espacio especial. No se trata solo de publicar en traducción, sino hacer de esta vitrina digital la casa de los traductores, la casa donde habita la traducción. En este sentido LALT es una revista de literatura latinoamericana y de traducción. Esto significa que la traducción se hace presente junto con la reflexión sobre ella, esto es, la nota del traductor. Nada más apropiado que en este número publiquemos un ensayo del traductor chileno, Braulio Fernández Biggs, sobre cómo se está traduciendo a Shakespeare al español. Este texto nos habla no solo del rigor del oficio sino también de algo que tiene un carácter fundacional en el continente: la participación de América Latina en el mundo occidental. Leído este gesto desde Estados Unidos es imposible no ver su dimensión política.
La política estaría en lo insospechado, en lo inesperado, en compartir una sensibilidad que a veces se nos niega con una amable cortesía.
Marcelo Rioseco