La constatación de que una gran cantidad de habitantes de nuestro planeta experimenta el mundo en vinculación con ambientes digitales es al día de hoy, casi al cierre de la segunda década del siglo XXI, más que palpable. Las culturas digitales se han convertido en nuestra atmósfera. Y no sólo porque disponemos de una cantidad creciente de dispositivos que operan a partir de programación en código numérico binario, es decir, no sólo porque se trate de un fenómeno palpable cuantitativamente, sino porque esa misma cantidad trae aparejada una manera de ser digital, una idea de computabilidad que anida detrás de cada uno de esos dispositivos y que, de algún modo, se hace hegemónica en relación con la experiencia del mundo, de la vida misma. Así también, se naturaliza y pasa muchas veces inadvertida. La cultura algorítmica que predice y orienta nuestros consumos culturales cada vez que nos involucramos en redes sociales o plataformas de consumo masivo no es más que una de las facetas más evidentes de dicha naturalización.
Pero ¿qué ha pasado con la literatura en ese contexto? ¿Ha entrado la literatura en la corriente de la cultura digital de modo también naturalizado? Ni tanto, ni tan poco. Por un lado, la digitalización de la palabra escrita se encuentra por supuesto a la orden del día. Circula de hecho mucha palabra en las redes sociales, aunque circulen también muchas imágenes y sonidos; se escribe y se lee en dispositivos digitales; y se han digitalizado cantidades enormes de textos a los que se accedía anteriormente de modo analógico. Sin embargo, la literatura digital propiamente dicha —y en su interior lo que podríamos considerar, como argumentaré más adelante, poesía digital— al momento mantiene su circulación hasta cierto punto por carriles no tan habituales. Mi sospecha es que esto se debe a que desde el momento de su surgimiento en la década de los años cincuenta del siglo XX, cuando comenzaron las primeras experimentaciones con generadores automáticos de textos a partir de programación informática, e incluso hasta ahora, la literatura digital presenta un fuerte impulso experimental. Y esto la convierte en un objeto un poco incómodo, inestable y difícil de definir. Lo que presenta tanto una ventaja como una desventaja, un más y un menos. Comenzando por el menos: el experimentalismo de este tipo de literatura la aleja de grandes públicos, la hace en algún sentido inaccesible. Esto parece estar revirtiéndose actualmente a partir de algunos desarrollos de literatura digital que se apropian de plataformas y redes sociales como Twitter, si bien aún de modo no tan generalizado. El más: se trata de una literatura que, aun desde el interior de la misma digitalización de la vida cotidiana contemporánea que impulsa sentidos sociales más o menos hegemónicos y estandarizados, tiene mayor libertad para jugar un poco en contra, para discurrir por caminos transversales y alternativos.
Aunque se trate entonces de una literatura inestable y difícil de definir, ensayo de todos modos una definición para que sea más claro a qué me refiero. Se trata de un tipo de práctica artística, por lo general multimodal, es decir, en la que intervienen a la vez diversos lenguajes —verbales, visuales, sonoros, por ejemplo—, pero que muestra una presencia destacada del lenguaje verbal con énfasis en el modo de decir y no solo en lo dicho. Ese énfasis, además, no sería subsidiario de otros fines del discurso (como podría darse en la publicidad donde el modo de decir siempre es muy importante pero subsidiario de la persuasión). Se trata de una práctica que, además, dialoga con la historia literaria. En el caso de la poesía digital, el diálogo se da específicamente con el tipo de texto que sin dificultad, porque llevamos ya siglos haciéndolo, reconoceríamos como poema, debido a su tendencia a enfatizar la experiencia del acontecimiento de la palabra, la capacidad de la palabra de llamar la atención sobre sí misma y, desde allí, desencadenar procesos de sentido.
A diferencia de la literatura asociada al medio libro, la literatura digital es: a. generada en/por/desde dispositivos electrónico digitales; b. programada en código numérico binario a través de la creación y uso de diversos software y c. experimentada en vinculación con interfaces digitales. No es literatura digitalizada, como traslado de textos desde el medio impreso a la pantalla de una computadora o dispositivo similar, aunque en ese traslado los textos digitalizados se conviertan también hasta cierto punto en textos digitales, computables a partir de unidades discretas.
En ese marco, se constata que mucha literatura digital se orienta a ciertos géneros, o más bien, a ciertos modos del discurso como el modo narrativo, por un lado, o el modo lírico o poético, por el otro; aunque esas orientaciones a modos del discurso pueden mezclarse entre sí y tampoco alcanzan para caracterizar todos los aspectos de la literatura digital. Otras cuestiones a tener en cuenta serían: a) modalidades constructivas como conectividad (on/off line), automatismo (generatividad algorítmica/no generatividad), interactividad (sí/no); direccionalidad (linealidad/hipertexualidad e hipermedialidad); b) autoría (individual, colaborativa en producción, colaborativa en recepción); c) tipos de lenguajes que intervienen (verbal, visual, sonoro, imagen-movimiento) y d) tipo de soportes o interfaces (computadora, teléfono móvil, tablet, pantalla en espacio público, etc.).
Así las cosas, una parte considerable de las piezas de literatura digital dialoga, como anticipé, específicamente con la poesía. Y en América Latina esto se ha dado de manera no sólo notable sino también pionera. Al comienzo, los textos producidos digitalmente sólo podían visualizarse impresos, por lo que iban de lo digital a lo analógico, pero eso se modificó ya en los años ochenta del siglo XX (o incluso antes). A modo de ejemplo, presento una cronología no exhaustiva que abarca los años iniciales, antes del 2000 y, para abreviar, solamente en Argentina y Brasil. Pero la poesía digital en diversas regiones de Latinoamérica se ha desplegado en forma continua y consistente hasta el siglo XXI. Por lo que más adelante, me detendré en un par de ejemplos más recientes y, en otras regiones latinoamericanas, de modo de ponderar los alcances literarios de la poesía digital latinoamericana contemporánea.
Año | Título | Autor | Descripción |
1966 | IBM | Omar Gancedo (Argentina) | Tres tarjetas perforadas y procesadas por una Card Intérprete IBM que imprimía sobre el espacio medio de cada tarjeta el texto previamente codificado en las perforaciones. |
1972 | Le tombeau de Mallarmé | Erthos Albino de Souza (Brasil) | Diez poemas visuales en código ASCII, impresos por una computadora luego de la manipulación de un software para medición de temperaturas de líquidos dentro de tuberías. |
1982 | “Não!” | Eduardo Kac (Brasil) | Poema visual cinético, proyectado en pantalla LED en el Centro Cultural Cândido Mendes en Río de Janeiro en 1984. |
1982 | “Soneto só prá vê” | Daniel Santiago / Luciano Moreira (Brasil) | Poema visual computado, con programación en lenguaje TAL/II. |
1984 | “Pulsar” | Augusto de Campos / Olhar Eletrônico (Brasil) | Animación computada del poema visual de Augusto de Campos, publicado en medio impreso en 1975. |
1985 | “Universo” | João Cohelo (Brasil) | Poema programado en Advanced Basic Language. |
1986 | Fotomontaje/Poema madi | Ladislao Pablo Györi (Argentina) | Visualización computarizada con gráficos 3D de fotomontaje de Grete Stern y sonorización con sintetizador de poema madi de Gyula Kosice. |
1992 | “Poema bomba” | Augusto de Campos / Ricardo Araújo / Laboratório de Sistemas Integraveis (LSI) -Escola Politécnica USP (Brasil) | Animación digital, en Flash, del poema visual homónimo, publicado en medio impreso en 1986. |
1993 | “Dentro” | Arnaldo Antunes / LSI (Brasil) | Video-animación digital del poema visual homónimo publicado en medio impreso en 1990. |
1994-1998 | “Rotaciones” “Abyssmo” “9MENEM9” | Fabio Doctorovich (Argentina) | Poemas visuales digitales, los dos últimos interactivos. |
1997-2003 | Anipoemas | Ana María Uribe (Argentina) | Serie de poemas visuales-sonoros cinéticos utilizando GIFs animados. |
1997-1999 | Epithelia | Mariela Yeregui (Argentina) | Pieza multimedia interactiva con imagen, sonido y textos fragmentarios (de la propia artista, de Joyce, Pizarnik, Derrida, Plath, entre otros) que se hacen y deshacen en tiempo real. |
1999-2000 | Postales | Gabriela Golder (Argentina) | Obra hipermedial que combina imágenes y textos a modo de versos y prosas poéticas que alternan el español y francés. |
En busca del poema perdido
Una de las cuestiones que pueden plantearse en relación con la poesía en las sociedades occidentales contemporáneas —quizá ya desde la década del sesenta del siglo XX— es la pérdida del gusto por su lectura, excepción hecha de un público más bien restringido. La poesía habita así los márgenes de los consumos culturales al uso y, si volvemos a lo dicho en el inicio de este texto, la poesía digital ocuparía entonces algo así como un margen del margen. Sin embargo, al mismo tiempo, la poesía digital comparte con la cultura digital ciertas maneras de navegar el universo simbólico contemporáneo, maneras de lectura diferentes a las de la cultura impresa: lectura hipertextual e hipermedial, aprehensión sensorial múltiple no reservada sólo al sentido de la vista, velocidad de las interacciones, entre otros aspectos. Y eso podría habilitarla, tal vez, a reencontrar su público lector. Así por ejemplo, la Twitter-poesía contemporánea en la que los/as poetas ensayan escrituras aforísticas bajo la restricción de una cantidad fija de caracteres utilizando bots que remixean textos de la web —el caso de Poemita (2010-pres.) del salvadoreño residente en Estados Unidos Eduardo Navas es significativo—.
Pero hay también otros casos, que no apelan a la comunicación a través de redes sociales, sino a través de la ya tradicional página web, en las que también se da una búsqueda del poema perdido. Leo brevemente un par de ejemplos para probar esa hipótesis.
José Aburto es un poeta peruano quien viene produciendo poesía digital desde los primeros años dos mil. Su sitio web http://entalpia.pe/ llevaba hasta hace poco por subtítulo, significativamente, la siguiente frase: “la poesía cambió de estado”. Actualmente, el nombre de la página web es “Poesía inesperada”. Sus piezas digitales —escribe también poesía analógica— abrevan en la tradición de la poesía tipográfica y concreta. En general están compuestas con Flash y el mismo poeta las clasifica en poemas digitales interactivos o combinatorios, aunque ambas categorías pueden darse a la vez. Así por ejemplo “Grandes esferas celestes”, en el que una pantalla con fondo blanco partida horizontalmente al medio aloja, en la parte de arriba, esferas o burbujas de color celeste que, atrapadas por el cursor de quien interactúa, caen hacia la mitad inferior de la pantalla donde, por arriba de una cuadrícula también celeste, se despliega un verso en dos hemistiquios: “una casualidad crece hasta desordenar mis necesidades y traspapela los cadáveres junto con los silencios”. Cuando una esfera de la parte superior cae hacia el poema y toca una palabra, la modifica a partir de un algoritmo combinatorio. Así, “desordenar” puede transformarse en “humillar” pero también en “humedecer”, “abarcar” o “enrumbar”; “mis necesidades” se transforma en “tus intentos”; “traspapela” se transforma en “oculta” u “olvida”; “junto con los silencios” se transforma en “bajo los silencios”… y así siguiendo. La actividad lectora-interactora radica justamente en la búsqueda de mejores opciones poéticas, más sugerentes, en diálogo con las realizaciones del algoritmo combinatorio cuyo ordenamiento no puede predecir quien interactúa a menos que pase bastante tiempo probando las distintas opciones de interacción.
Por su parte Eugenio Tisselli, poeta, net.artista, activista y programador mexicano, viene desarrollando una prolífica actividad de producción de poesía digital desde hace casi veinte años. Así midipoet (desarrollado entre 1999 y 2002) es un programa de manipulación de imagen, texto y sonido en tiempo real que, según el artista, se plantea como una herramienta de distorsión de los imaginarios digitales corrientes y con el que se realizan piezas hasta el día de hoy. En el sitio web de Tisselli, http://www.motorhueso.net/, se puede acceder tanto al programa mismo como a realizaciones poéticas producidas con esa herramienta, vinculadas en general a la poesía tipográfica y concreta, para cuya visualización en movimiento es preciso descargar el programa. En otros casos, las piezas digitales de Tisselli pueden ejecutarse directamente online y no se vinculan necesariamente con la tradición de la poesía visual concreta. Como en PAC Poesía asistida por computadora (2006), programa desarrollado en español, catalán e inglés, en el que a partir de versos semilla introducidos por los/las interactores se generan sustituciones lexicales, tomando sinónimos desde diccionarios remotos. En las versiones en español y catalán, las sustituciones pasan primero por un proceso de traducción automática que envía las palabras del verso introducido a un traductor remoto, lo que involucra en los poemas un alto grado de incerteza y opacidad vinculadas a los modos hegemónicos de circulación del sentido en Internet, algo que la poesía digital latinoamericana discute con cierta frecuencia. Todo el proceso da origen a nuevos versos que los/las interactores pueden corregir en la búsqueda de mejores soluciones poéticas. Siguiendo una analogía con el último tomo de aquella famosa novela de Proust que se había propuesto ir en busca del tiempo perdido, tomo titulado El tiempo recobrado, me pregunto entonces: ¿estaremos en presencia ahora del poema recobrado en tiempo de bits?
Claudia Kozak
Universidad de Buenos Aires-CONICET