Escribir la introducción para un dossier dedicado a un escritor de la estatura de Sergio Pitol es una tarea abrumadora. ¿Cómo se resume en unos pocos cientos de palabras las miles de páginas escritas, las docenas de miles de palabras leídas, docenas de libros traducidos, de países visitados en el transcurso de ocho décadas y media de vida? Escritor, lector, crítico, editor, traductor. En suma, uno de los más grandes polígrafos de México.
Miembro de la generación del medio siglo, Pitol es uno de los seis escritores mexicanos incluyendo a José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes y Elena Poniatowska, que ha ganado el prestigioso premio Miguel de Cervantes. De todos sus compatriotas y compañeros de generación, Pitol es el menos conocido en lengua inglesa. De hecho, hasta la publicación de mi traducción de El arte de la fuga en 2015, solo un puñado de cuentos estaban disponibles en inglés.
Las razones de esto son dudosas y ciertamente variadas. Ignacio Sánchez Prado, sin embargo, nos proporciona una explicación convincente. En una conversación sostenida en el Centro para las Humanidades de la Universidad de Washington, Sánchez Prado afirma: “[Pitol] es el tipo de escritor que a un agente en los Estados Unidos no le interesaría porque no representa “lo mexicano”. Y agrega: “En cierto modo, Pitol es castigado por ser un escritor cosmopolita, por no ser como Gabriel García Márquez o Roberto Bolaño, escritores que representan una versión idealizada de Latinoamérica para el consumo masivo de una audiencia no latinoamericana”.
Aún más sorprendente es la relativa oscuridad de Pitol en su México natal, lo cual el mismo Pitol reconoce en “Historia de algunos premios”, un texto que está reproducido en este dossier. “Hacía muchos años que yo escribía desde Europa y publicaba en México en ediciones de pequeño tiraje. Mis libros recibieron por años aquí muy escasa atención crítica. Tuve desde el principio un puñado de entusiastas, pero también algunos malquerientes, que consideraban mi narrativa anticuada, fuera de moda”.
Entonces, ¿quién es este escritor enigmático y todavía desconocido?
Sergio Pitol Deméneghi, nació en Puebla, México, en 1933. Su infancia estuvo marcada por la enfermedad y la tragedia personal. Ya a los cuatro años, su madre y su padre habían muerto; su padre, de meningitis; y su madre, ahogada, evento, este último, que el joven Pitol presenció. Dos semanas más tarde su hermana menor moriría también. Posteriormente a la muerte de sus padres y su hermana, Pitol y su hermano, tres años mayor que él, fueron enviados a vivir al ingenio azucarero Potrero, en el estado costero de Veracruz, el cual le sirvió de escenario para muchos de sus primeros cuentos. Allí viviría con su abuela materna Catalina Bouganza de Deméneghi y su tío materno y tutor legal, el doctor Agustín Deméneghi. Aunque los recuerdos de su vida en Potrero son agridulces, los trágicos eventos de su infancia están en gran parte ausentes en sus biografías, con la excepción de su libro de memorias-ensayo El arte de la fuga. Es entendible que Pitol hubiese escogido no revivir el trauma de su infancia en gran detalle, la muerte de sus padres, la de su hermana menor, y la recurrente malaria que lo mantuvo confinado en cama, intermitentemente, hasta la edad de doce años, periodo en el cual, su único refugio fueron los libros. Mientras estaba postrado en cama, imposibilitado de jugar con otros niños, los libros se convirtieron en una fuente de refugio y compañía. La lectura perseverará en él como su gran pasión como escritor, una actividad que no solo ocupará su tiempo, sino que también dará cuenta de su producción creativa como escritor, crítico y traductor.
Leer los tres volúmenes que componen la Trilogía de la memoria: El arte de la fuga, El viaje y El mago de Viena, es leer la historia de la larga aventura amorosa de Pitol con el mundo de la literatura. En este sentido, estos libros pueden ser leídos como una larga novela de iniciación. Al mismo tiempo, estas novelas son un registro de los viajes de Pitol por el mundo, los cuales lo mantuvieron ausente de México por 28 años, ejerciendo distintas labores, principalmente como miembro del cuerpo diplomático mexicano, trayectoria que culminaría con el nombramiento como embajador en la antigua Checoslovaquia
En 1988, Pitol retorna a México y se retira en Xalapa, la capital del estado donde pasó su infancia, Veracruz, para dedicar su vida a escribir y traducir. Es aquí donde publicaría su segunda y tercera novela (Domar a la divina garza y La vida conyugal) que abarca tanto su Tríptico de Carnaval como sus memorias-ensayo Trilogía de la memoria.
Este periodo de productividad, sin embargo, será interrumpido por un diagnóstico médico que le cambiaría la vida.
Durante los 2000, Pitol viajaría a la Clínica La Prada en La Habana, Cuba, para recibir tratamientos médicos con el fin de curar un desorden neurológico que estaba comenzando a sustraerle sus capacidades lingüísticas. En La Habana, pasó los días leyendo, escribiendo, y recibiendo un tratamiento experimental que finalmente probó ser inefectivo. En su diario, en la entrada del 28 de mayo del 2014, Pitol escribe:
Hoy es el último día en Cuba, mañana por la madrugada volaremos a México. Hoy en la noche iremos a despedirnos de La Habana. Hacía muchos meses que no lograba escribir, desde enero, me parece. Se me escapaban las palabras, se me quedaban a medias, me confundía con las conjugaciones, con el uso de las preposiciones, se me paralizaba la lengua. Al tratar de leer lo que perpetraba en mis cuadernos durante los últimos meses encontraba fragmentos de algo parecido a un Finnegan’s Wake del paleolítico inferior grabados en piedra por algún aturdido hombre de Neanderthal.
En 2013, en una visita a Cuba, me enteré de que el Maestro Pitol estaba en La Habana. Yo acababa de comenzar mi traducción de El arte de la fuga, y quería conocer a toda costa al hombre que se había convertido en mi obsesión diaria, todo lo anterior me llevó a arreglar una cita desesperada con él. Desafortunadamente, la cita no se materializó. Poco después me enteré, a través de Elena Poniatowska, que se le había aconsejado a Pitol no retornar a la clínica para seguir con los tratamientos. El diagnóstico era lúgubre. Pitol eventualmente iba a perder su capacidad para comunicarse. No puedo ni decir lo angustiantes que eran estas noticias. Un hombre cuya vida había estado dedicada al lenguaje, en sus muchas creativas y complejas expresiones, había perdido aquello que más había tenido sentido para él.
Mientras sus habilidades para comunicarse declinaban, Pitol fue capaz de encontrar las palabras para dictar el siguiente email: “Tu interés por mi trabajo me llena de felicidad y gratitud. No hay nada que me gustaría más que ver mi Trilogía de la memoria vertida al inglés, un idioma que adoro y en el cual ninguno de mis libros existe”. Estas palabras permanecieron dentro de mí mientras trabajaba en la Trilogía de la memoria y me inspiran ahora mientras compilo este dossier sobre Sergio Pitol.
Entre los textos incluidos aquí hay artículos escritos por antiguos amigos y nuevos admiradores, cada uno de los cuales comenta diferentes aspectos de la larga y notable vida de Pitol como escritor y traductor.
En “Lo que ella entendió”, cuyo título evoca la novela de Henry James, What Maisie Knew (Lo que Maisie sabía), la cual Pitol tradujo al español, su compatriota y amigo cercano Juan Villoro nos provee de una meticulosa lectura de “Mephispto-Waltzer”, uno de los cuentos más complejamente construidos, el cual hemos incluido, por supuesto, en este dossier. En “Pitol, un Proyecto de vida”, la novelista venezolana Victoria de Stefano nos ofrece un recuento de su relación con el trabajo de Pitol. El escritor colombiano Darío Jaramillo Agudelo, cuyo trabajo el mismo Pitol exaltó en El mago de Viena,” nos entrega un vistazo a la vida de Pitol como traductor literario en su artículo “Pitol, traductor”.
De la generación de jóvenes escritores que han descubierto Pitol en los últimos 10 años y que son en gran medida responsables de hacer revivir su trabajo, nos sentimos honrados de incluir un penetrante ensayo del novelista Daniel Saldaña París titulado “Domar a la divina forma”, una celebración del oficio novelístico de Pitol. En “Sergio Pitol, un editor heterodoxo”, la joven escritora mexicana Ana Negri devela el rol poco conocido de Pitol como editor de la serie de traducciones Heterodoxos publicada por Tusquets, durante los dos años que Pitol vivió en Barcelona.
Los textos escritos por Pitol que incluimos en este dossier representan, de alguna manera, la trayectoria de la escritura de Pitol, desde el muy temprano relato: “Victorio Ferri cuenta un cuento” a “MephistoWaltzer” escrito durante sus años en el extranjero, pasando por “Un Arte Poética”, un ensayo sobre la escritura que aparece en El arte de la fuga, probablemente su trabajo más reconocido, e “Historia de algunos premios”, el texto que leyó tras recibir el Premio Juan Rulfo en 1999.
Me gustaría terminar esta presentación, incompleta, por cierto, a Sergio Pitol volviendo a Ignacio Sánchez Prado, quien, en un artículo publicado en Los Angeles Review of Books, identifica la importancia del trabajo de Pitol y su tardía aparición en inglés, un proyecto al cual le he dedicado los últimos 5 años de mi vida y en el cual Latin American Literature Today se siente honrada de ser partícipe.
Un escritor mexicano que finalmente alcanza las orillas de un idioma que él tradujo con tanto cuidado y cariño, un testigo de la historia del Bloque del Este desde una perspectiva que muy pocos escritores pueden proporcionar, un hombre de letras que creyó en el poder emancipatorio de la literatura […], Pitol nos entrega, a través de su trabajo, un gusto por la literatura que podría haber sido y que quizás nosotros podemos comenzar a recuperar.
Finalmente, sería imperdonable de mi parte no hacer un reconocimiento a la familia de Sergio Pitol, a su primo Luis Demeneghi y a sus sobrinas María y Laura Demeneghi, quienes se han dedicado, no solo al cuidado del Maestro Pitol, sino que a la custodia y diseminación de su vasto legado literario.
George Henson
Norman, Oklahoma
Traducción de Marcelo Rioseco