Los ancestros son…
Una orquesta de gaviotas
que resuena desde adentro
entre la sinfonía de los atardeceres del alma
para humedecer con un beso
los barcos de la memoria mítica.
Los ancestros son:
Las voces,
Los suspiros,
Las huellas,
Los gritos,
Los gestos,
Las canciones,
Los poemas,
Y las lágrimas
que bogan entre las orillas de la conciencia
como un eterno-retorno
con sus remos de arena fecunda.
Los ancestros van vestidos de ébano y marfil,
y con sus sonrisas de agua,
y con sus pasos de Serpiente Cósmica,
van transitando entre la comarca fluida de los sueños:
En la picto-grafía de nuestros cuerpos
los ancestros con sus tintas de calamar,
nos dibujan árboles de sombra en las pupilas;
manglares esculpidos de nostalgias
tatuajes de atlas y fragmentos de cartografías antiguas.
Impacientes,
los Ancestros
se asoman con el ojo de sus lenguas
en las ventanas de la mirada,
para trenzar las pieles del tiempo,
para murmurar en los cuadernos de la existencia,
y respirar todos los olores del bosque de nuestras infancias.
Los ancestros lamen el ardor de nuestros oleajes de sangre,
huelen el verdor de nuestras carnes de dolores
rememoran nuestras heridas mojadas,
esas que se ocultan en las rendijas de las hojas secas
entre los intersticios de la historia.
Lengua del tiempo
Cuando la boca del viento se arquea en forma de ave de tiempo,
y se filtra por la rendija de los misterios,
oigo un tambor crecer en las alas del recuerdo
que asciende al velero de los pensamientos desde el silencio azul
y se alumbra con la sombra de la memoria
para aletear la noche interior que llevo a cuestas.
Es un crepitar que a veces silba un alfabeto sonoro
como si le lloviera una música de fondo,
y se le diera por tararear una canción.
Un canto hondo en una lengua arcana que
resbala
recorre
invade
como una ronda de hormigas la escalera de mi garganta
hasta enmudecerme.
Mi voz
Resulta extraño…
pero cada vez que paso suavemente las yemas de mis dedos
por el cuello corvo de la memoria,
el lenguaje me cifra esta voz de trueno que destila mieles
y golpea como una piedra en un pantano sereno.
Adentro le llueve un silencio de carne,
que lleva el timbre del tiempo
que la origina.
En mi voz, camino muchedumbres de palabras
teñidas de amaneceres que se refugian en la noche
con sus desnudos pies de sombra.
Pincel en mano, delineo fibras de vocablos
y navego en cada resonancia
entre los intersticios del pensamiento.
En mi voz, se encierra como en una cajita musical un canto secreto:
ráfagas de verbo trepan como enredaderas en mis ojos
e hilvanan en mi lengua de ave
frases primigenias acurrucadas por los filamentos espirales del aire.
No sé… es una voz ondulada con aliento gutural silbante,
amanecida de pájaros que murmullan lluvias primordiales
en la sonata del arroyo matutino
e inundan la vértebra de los días con su arteria vegetal.
Tal vez un día se le dé por florecer…