Aguas vivas
En la fila del banco
para atenuar la espera y el silencio,
los clientes miramos el fondo azul del mar
por un televisor colgado al techo:
es un documental sobre aguas vivas,
medusas de gelatina
bailando en el cobalto de las profundidades,
los violáceos tentáculos ardientes
flameando como crines en el sueño,
traslúcidas se mueven en conjunto,
se expanden y contraen
en su elegante nado,
se dejan arrastrar por las corrientes.
Es su turno, señora,
le digo y me arrepiento
porque ella justo estaba sonriendo,
mirando la pantalla.
Con un solo tirón
la traje desde el fondo del océano
hasta la tierra firme y sus impuestos,
la devolví a sí misma
con su pañuelo verde en la cabeza,
la devolví a su edad, su guerra contra el tiempo,
su maquillaje espeso y pantalones.
De vuelta en el oxígeno vigente
la señora se acerca hasta la caja
y olvidada de las profundidades,
paga las aguas muertas y argentinas
con fondos personales.
La fauna embalsamada
¿esto es un poema?
¿estar a oscuras sin dormir
puede ser un poema?
¿si no hay nada
puede haber un poema?
¿si digo que respiro en este cubo negro,
no es algo ya? ¿no es demasiado?
¿no es mucho más que esto en realidad?
busco un silencio quieto entre paredes
una sola palabra de penumbra
cualquiera menos noche
porque noche está solo permitida
a los poetas cósmicos
yo me refiero a este apagón del verbo
la boca ciega en la sombra de este miércoles
yo fui —yo quise ser— poeta natural, poeta cósmico
pero soy un poeta de edificio
poeta de ascensor
y no quiero dormir
quiero estar acostado sin luz en las palabras
por ejemplo:
¿adónde están las manos
de esta pregunta?
¿cómo es un poema en un departamento a oscuras?
yo que llamaba mulata, yegua de tinta a la noche
¿adónde voy a ir?
¿qué voy a hacer con mi fauna embalsamada
a las doce menos cuarto sin imagen
a tientas por el verbo del piso seis sin sueño?
vendo o alquilo mi fiel cosmogonía,
cambio sistema solar
por dos palabras ciertas
que consigan decir toda mi sombra.
Esta tarde
Todo sucede dentro del breve resplandor
de un gran espejo.
Ya no es la sombra que trae hasta los sueños
caballos muertos.
Ahora brilla el invierno
con la tarde inclinada en las veredas.
La luz en su hora grave de altísima marea
inunda en su follaje de lúmenes el aire,
pasa a través del clima, del humo,
de todas las ventanas de este café sin sueño.
Una sombra le nace a las palabras,
a los hombres sentados, a las sillas.
Un colectivo pasa,
el rayo de la tarde lo atraviesa
y ametralla de luz las soledades.
Abren la puerta,
entra el sol con un gato que se trepa a una silla.
Apenas en minutos,
hay algo que se va como un perfume.
El fracaso del fuego y el silencio
apagan este día para siempre.