En el número 19 de Latin American Literature Today, correspondiente a agosto del año pasado, publicamos un adelanto de la traducción al inglés de la novela El lector a domicilio (Home Reading Service), traducida por Curtis Bauer y publicada por Other Press. La novela, como estaba previsto, salió a la venta en noviembre de ese año. A seis meses de aquella ocasión y habiendo comenzado a transitar su camino en el mercado estadounidense quisimos conversar con su autor, Fabio Morábito.
Arturo Gutiérrez Plaza: Fabio, ya va medio año desde que comenzó a circular en inglés tu novela, El lector a domicilio, originalmente publicada por Sexto Piso, en el 2018. Háblanos un poco de ese proceso editorial y de traducción, tomando en cuenta que tú también eres traductor y por tanto conoces muy bien las complejidades de ese oficio.
Fabio Morábito: Como mi conocimiento del inglés es muy pobre, mi intervención en la traducción que hizo Curtis Bauer de mi libro se redujo a resolver unas pocas dudas que él tenía sobre el texto. En otras ocasiones, como por ejemplo en la reciente antología de mi poesía que salió en Francia, intervine de una manera más profunda, trabajando codo a codo con la traductora para dotar a las traducciones de la musicalidad que tienen en el original, para lo cual llegamos a cambiar a veces el sentido original de algunos versos, cosa que la traductora no habría hecho por propia voluntad; a tal grado fueron profundas mis intervenciones, que debimos poner una nota aclaratoria para protegerla a ella de la sospecha de que traducía mal.
AGP: ¿Cómo te has sentido hasta ahora con la recepción que ha tenido la novela en Estados Unidos y en otros países de lengua inglesa?
FM: Han salido unas reseñas muy favorables, pero desconozco cómo le ha ido en cuanto a ventas. Por lo general mis libros, tanto en sus ediciones originales como en las traducciones a otras lenguas, se han abierto camino despacio y sin hacer ruido, dándose a conocer sobre todo a través de la difusión de boca en boca, que en fondo es lo mejor que le puede pasar a una obra literaria.
AGP: Es obvio que nunca has tenido la intención de que tu escritura sea representación de la cultura ni literatura mexicana ni latinoamericana. Ese presupuesto que le asigna una función instrumental a lo literario, según el cual la literatura latinoamericana sirve ante todo para ofrecer una comprensión más cabal de los problemas sociales, políticos y culturales de Latinoamérica, sigue siendo una limitante muy importante para el estudio en los espacios académicos de esa literatura. ¿Te has planteado alguna vez esa problemática?, ¿estás consciente de la valiosa singularidad que ofrece tu obra y de la posible apertura a otras formas de leer la literatura producida en Latinoamérica que podría aportar la lectura de tu obra en esos ámbitos tan restrictivos?
FM: Se trata del viejo colonialismo mental al que son muy afectos Estados Unidos y Europa con respecto a América Latina. Se espera que una obra literaria producida en nuestro continente deba ser un fiel espejo de las múltiples tragedias que asolan nuestras regiones. Recordemos la célebre y desafortunada afirmación de Sartre de que un escritor de los países subdesarrollados, puesto entre la disyuntiva de escribir o servir a su país asumiendo un papel político, debía renunciar a la literatura y dejar de escribir, cosa que Sartre no soñó exigirle a un escritor francés; casi como si dijéramos: en el primer mundo podemos dedicarnos al espíritu, en el resto del mundo hay otras prioridades. Cuando Breton llegó a México lo definió desde el principio como un país surrealista. La frase se hizo famosa y todavía hay gente en México que la repite con orgullo, sin percatarse de que es un rasgo más de esa actitud colonialista que se siente con el derecho de despachar a los llamados países marginados con una fórmula tan brillante como reductiva; una actitud mental que los propios “colonizados” reproducen, y de ahí esa plaga de literatura tremendista, afincada sobre todo en el tema del narco, que ha plagado últimamente las letras mexicanas.
AGP: Ya que estamos hablando de la aparición de Home Reading Service en el mercado literario en lengua inglesa, ¿podrías comentarnos sobre algunas obras que te interesen o que sientas afines a tus búsquedas, dentro de ese universo literario tanto en ficción como en poesía?
FM: No quiero dar esas largas listas de nombres que suelen suscitar preguntas como esta, así que me limitaré a decirte que un gran descubrimiento reciente ha sido en la poesía de Estados Unidos la lectura de Sharon Olds, de la que salió una antología en Argentina con las estupendas traducciones de Inés Garland e Ignacio di Tullio. Una poeta notable.
AGP: Tengo entendido que la lectura de tu novela ha tenido consecuencias importantes o en todo caso inesperadas más allá del mundo de la ficción, pues ha propiciado que el cargo u oficio del “lector a domicilio” se inmiscuya efectivamente en la realidad. ¿Puedes hablarnos de eso?
FM: ¡Jajaja! No consecuencias importantes, pero sí curiosas. El protagonista de mi novela ha cometido algún delito menor, del que nada se nos dice en concreto y por el que ha sido condenado a hacer trabajo comunitario, que en su caso, debido a su educación universitaria, en lugar de consistir en limpiar baños o algo así, estriba en leer a domicilio. Resulta que a raíz de mi novela se ha implementado un programa semejante en la Ciudad de México para castigar a los infractores de tránsito, algunos de los cuales pueden optar en hacer lo mismo en lugar de pagar una multa muy alta, o sea leer algún libro a los enfermos de algún hospital o a los ocupantes de un asilo de ancianos, para lo cual reciben previamente un entrenamiento adecuado. Debo decir que en el fondo no me sorprende. Ya publicado mi libro, un día, por mera curiosidad, puse en Google “lector a domicilio” y encontré que algunas personas ofrecían sus servicios en este sentido. Me dije: “De haberlo sabido, las habría entrevistado. De seguro me habrían dado algunas ideas para mi libro”.
AGP: Por último, quisiera preguntarte, específicamente, por tu oficio de novelista. El lector a domicilio es tu tercera novela. Ya antes habías publicado Cuando las panteras no eran negras, en 1997, y Emilio, los chistes y la muerte, en 2009. Siendo un escritor que ha cultivado varios géneros literarios, ¿qué nos puedes decir de tu experiencia como novelista?, ¿cómo es la relación entre el novelista, el poeta, el cuentista y el ensayista?, ¿qué ha aprendido el escritor de su tarea como novelista?
FM: El lector a domicilio se escribió casi solo. La historia se me dio sin dificultad, pero la fui descubriendo paso a paso, casi te diría línea tras línea. Todas las noches, al acostarme, me venía a la mente el episodio que debía seguir a lo que llevaba escrito y permanecí fiel a ese orden de acontecimientos hasta terminar el libro. En esto actué como poeta, más que como narrador, y de hecho mis incursiones en la novela han sido más propias de un poeta que de un novelista. Quiero decir que, igual que un poeta escribe verso a verso, sin saber qué le depara el verso que sigue al que acaba de escribir, yo he escrito esas novelas con la misma indeterminación. No me veo elaborando un plan previo de la historia, tomar apuntes preparatorios, subdividir la trama en capítulos o documentándome en algún aspecto en particular. Más bien empiezo escribiendo con una idea muy genérica de lo que va a suceder, idea que, por lo general, a medida que escribo, deja paso a otra, a veces incluso a su contraria. En este método influye mi afición a los cuentos, que por su mayor brevedad se escriben casi como se escriben los poemas, es decir, a partir de una situación determinada, pero ignorando su desarrollo. Las pocas veces que he escrito algún cuento sabiendo todo lo que iba a suceder en él, me he sentido incómodo, sin libertad de movimientos.