En días de aquello de nombre tan hermoso:
Período Especial,
Maribel, Maritza, Orestes y yo almorzábamos juntos.
Aunque tocara a menos,
dividíamos a partes iguales
el poco de arroz y los escasos chícharos.
El día de lujo juntábamos Navidad,
Noche Buena
y todos los festivos del mundo.
Hervíamos un huevo
y también lo dividíamos a partes iguales.
Una vieja botella de vino con agua y flores silvestres
acompañaba nuestros mediodías.
Hoy Maribel vive en Segovia,
en un pueblo de nombre tan hermoso:
Cerezo de arriba,
Maritza está en Toronto,
Orestes es pastor de una iglesia bautista,
y yo, aún almuerzo en el mismo lugar:
aunque a simple vista no lo parezca,
seguimos dividiendo la patria
en cuatro porciones iguales.