Los primeros poemas que conocí de Robin Myers llegaron a mis manos en otra ciudad y en otra vida, creo que era 2010. No recuerdo si los leí en la pantalla de la computadora o los escuché en su propia voz en alguna lectura pública, pero en este caso da un poco igual porque su voz es su fiel reflejo: sutil, poderosa, escandalosamente brillante. Lo que sí recuerdo es la sensación de incredulidad que me invadió cuando supe que tan tremenda poeta no tenía libros en inglés, y que las versiones en español que Ezequiel Zaidenwerg-Dib había hecho de algunos de sus poemas tampoco estaban publicados todavía (juntos forman un par fascinante, y verlos conversar le otorgó al oficio de la traducción un halo medio místico y bastante magnético que desde entonces acompaña mi propia labor como traductora).
En 2015, ya de vuelta en la Ciudad de México, cinco amigas y yo fundamos una editorial —Ediciones Antílope— y decidimos publicar Amalgama, un libro de Robin habitado por poemas variopintos, provenientes de distintas épocas y unidos solo por ciertas filias y fobias discernibles para sus lectores más agudos. Fue además un libro bilingüe, con el reto que eso implica en cuestión de formato, y había en él poemas traducidos por cinco personas diferentes. Dado que la traducción es una labor creativa en la cual se asoma el estilo (el estilo es “aquello que repetimos a nuestro pesar”, dice Marta D. Riezu), y no era nuestra intención ocultar la textura que estos cinco estilos distintos, había un cierto nivel de caos que debimos aceptar y enaltecer. El trabajo está bien hecho cuando esa mano no se nota, el editor trabaja para que el texto resplandezca.
Poco después Robin, que ya para entonces era mi amiga, se convirtió en mi traductora y luego en mi vecina, hasta que hace poco que se mudó a otra ciudad y tuvo un bebé que me muero por conocer. En estos quince años el vínculo se ha ido haciendo más nutritivo y afectuoso, un diálogo de carriles en expansión que Robin me ha enseñado a transitar con enorme generosidad y delicadeza. Durante ese tiempo hemos publicado otros dos libros suyos (Tener y Poquita fe, ambos traducidos por Ezequiel Zaidenwerg-Dib), que en conjunto con Amalgama lanzan la que para mí es la pregunta fundamental del quehacer poético: ¿Qué nos hace humanos? Por otro lado, se han publicado tres libros míos en versión de Robin al inglés (In vitro, A Whale is a Country y Empty Pool), y vivir ese proceso de traducción con ella ha despertado conversaciones que han moldeado no solo mi manera de escribir, sino de leer el mundo. De su parte siempre he recibido inteligencia y dulzura, apertura y comprensión.
No vacilo ni un poco al decir que la voz de Robin, que se escucha en vivo o puede escucharse también a través de la página, es una de las voces fundamentales de la poesía actual y un ejemplo de entereza ideológica del que no se encuentran muchos ejemplos hoy en día. La celebro hoy como la celebro hace tantos años, desde la admiración, desde la complicidad y desde este lado del espejo.
Isabel Zapata
México DF, julio 2025