Skip to content
LALT-Iso_1
  • menú
  • English
  • Español
Número 34
Ficción

Imitando se entiende la gente

  • por Rafael Romero
Print Friendly, PDF & Email
  • June, 2025

Si tuviéramos que valernos de alguna etiqueta, a Bernalito Díaz bien podríamos denominarlo un etólogo empirista; es decir, un estudioso amateur del comportamiento animal en relación comparativa con la conducta humana. “Por dentro, claro, todos somos máquina y cada componente funciona en perfecta armonía para que la máquina responda según se le pida. Dos tipos que juegan ajedrez son como dos antílopes que se baten a duelo golpeándose la cabeza”, decía mientras se limpiaba los dientes con un pedazo de alambre de amarre. “En una casa cuna, por decir algo, los chiquillos lloran exactamente como los gatos en plena cópula nocturna. Los primeros quieren biberón; los segundos, expresar su dolorosa pasión en los tejados. No obstante, los sonidos son los mismos. El lenguaje sexual de los felinos, por consecuencia, dio origen a nuestro lenguaje. Sí, que no les extrañe”, exponía con sus gestos austeros y meditados, siempre con muchachos flacos y mal vestidos alrededor suyo, atentos a lo que parecía una parábola, o una insólita cátedra de empirismo, más bien.

“Un caballo que en su establo se mecía de un lado para otro desaguando orín y estiércol a la vez, fue la inspiración para que Pollock inventara el famoso dripping y su pintura se asociara al pragmatismo”, continuaba diciendo con soltura, pronunciando cada palabra como si fuera la última. “Los hindúes creen que no fue ninguna especie equina o bovina sino más bien un paquidermo. En ese sentido, cualquier hipótesis es válida”, agregaba. Y todo lo decía como si no fuera importante, con la vista en ninguno de sus interlocutores sino en otra parte, en el cielo, en la pared de la casa de enfrente, en la figura de algún transeúnte, en un punto muerto del aire, como si realmente estuviera viendo lo que decía. “Al ver pastar a las ovejas de su vecino, a un terrateniente burgués de la época se le ocurrió tomar como modelo aquellos frondosos pelajes para inventar los blancos peluquines de la época de Luis XVI. Con ello conformaron su propio rebaño y se distinguieron del resto de animales considerándose la aristocracia”.

Secándose el sudor con la manga de su saco, proseguía plácidamente: “De las aves anátidas, concretamente los patos domésticos y su peculiar desplazamiento por el suelo, aparecieron las visitas guiadas por los museos, por mencionarles un ejemplo. El guía va caminando conforme expone y repite su cantaleta y atrás de él van los visitantes cual retoños obedientes”, decía, y se detenía un momento para aclararse la garganta con un tosido recatado o para cruzar y descruzar la pierna. “Un gran modelo de altruismo dentro del reino animal lo tienen los leones, que se protegen las espaldas unos a otros casi desinteresadamente, como lo han hecho siempre las familias, la mafia y las pandillas. De los primates, ni hablar, se les ha imitado tanto, pero tanto, que a veces siento que ya no quedan diferencias”.

“Sin las gallinas ponedoras, no habría abuelitas costureras sentadas en sus cómodos sillones a la luz de una coqueta lamparita que cuelga sobre sus cabezas blanquecinas. Del comportamiento de ciertos insectos —las hormigas, entre ellas—, surgió la idea de los desfiles militares, de las marchas, de las grandes manifestaciones, de los movimientos obreros. De las mantis religiosas y de su peculiar manera de copular, aparecieron los primeros brotes de sadomasoquismo”, narraba ahora tirando hacia arriba las perneras para cerciorarse de que no tuvieran manchas o salpicaduras, mostrando verdaderas matas de pelo oscuro entre los bajos y el comienzo de sus zapatos, ya que, dicho sea de paso, jamás usaba calcetines.

Y es que Bernalito Díaz estaba convencido de que los seres humanos jamás habríamos sido lo que somos si no hubiese sido por los animales. Aseguraba, estricto, con sus carótidas marcándosele como un tubérculo, que desde que Adán había visto al primer animal merodeando cerca, le había dado por imitarlo creyendo que aquello era lo más lógico, ya que entendió que debía ser así, que las especies que iba encontrando en su camino eran sus referentes. Pero sucedió que luego aparecimos todos y en un pestañear adquirimos el hábito (uno de tantos) de imitar a nuestros padres que, desde este punto de vista, ya habían imitado a sus abuelos, bisabuelos, tatarabuelos… y éstos a cientos y miles y millones de antecesores. “Lo que al principio fue novedad se convirtió en costumbre”, aseguraba.

Un día, entre sus muchas disertaciones al aire libre, se atrevió a negar que la zoofilia fuera una desviación sexual o algo perverso. Adujo, más bien, que se trataba de un retorno a los estados primigenios del ser humano, en donde el salvajismo era una forma aceptada de vida. La preocupación de zoólogos y zootécnicos por su “valioso objeto de imitación” se mezcló con el altruismo de los veterinarios y de activistas ecológicos con sus “Asociaciones Amigas de…”, y esto hizo que se cubrieran todas las necesidades de los animales, excepto una, la sexual. 

Bernalito Díaz creía que el movimiento hippie y la excentricidad de la Nueva Era habían sido decisivos en este sentido, tomando en cuenta su obsesivo afán por vivir en total contacto con la naturaleza. “Todos sabemos que luego de la imitación viene el deseo de participación y más tarde el de superación”, puntualizaba sonriente, mostrando sin pudor sus dientes torcidos y jugueteando con su larga lengua, como si por momentos se dispusiera a emprender un cunnilingus imaginario. Bernalito Díaz consideraba obsoleto, por lo tanto, el concepto de deshumanización y sus derivados. El hecho de que en cualquier parte del mundo se permitiera adoptar, con papeleo legal y todo, al animal de cada predilección, solo era una forma de agradecerles por su influencia y todas sus enseñanzas. Sí, parecía ridículo, pero da pie, al menos, a reflexionar al respecto.

“Por eso los niños ya no son tan necesarios; tampoco las parejas. La gente quiere ahorrarse todas las molestias que ocasionamos los seres humanos y buscan en los animales fieles y sumisos sustitutos”. Nadie se explicaba muy bien por qué a Bernalito Díaz le fascinaba tanto el tema; nadie sabía de dónde había sacado tanto recurso para sustentar sus hipótesis. Lo cierto es que si en realidad me dedicara a transmitirles todo lo que creía y disertaba, no me alcanzaría el tiempo y no faltarían muchos que me tildaran de charlatán y exagerado.

De hecho, ahora que lo recuerdo, cuando Bernalito Díaz quería extenderse más en sus explicaciones, recurría a las anécdotas de Diógenes de Sinope, apodado El perro. Este filósofo de naturaleza cínica había llegado al punto de imitar tanto a los perros, que lamía el agua de los charcos, comía en una cazuela, dormía en un tonel y hacía sus necesidades delante de todos, sin importarle el lugar y la hora. Por encima de su pantalón de corduroy, Bernalito Díaz se rascaba los testículos cuando narraba estas cosas y por momentos, como más o menos he dicho antes, la mirada se le perdía en la distancia. Cuando volvía en sí, agregaba: “Diógenes resolvió convertirse en un animal la vez que vio a un pequeño ratón que corría como loco sin ir a ninguna parte. Aparentemente, el roedor no andaba en busca de un lugar para dormir, no le temía a la oscuridad y no deseaba nada de lo que se consideraba deseable. Buscaba algo más profundo e intangible. Así, el filósofo creyó y estructuró su retorno a la naturaleza, a la autenticidad de la vida”.

Esta era otra de las vertientes de las que Bernalito Díaz se valía para demostrar que nuestros arquetipos, ídolos e iconos son indudables especímenes animales. Y que, si la mayoría no lo quiere ver así, es porque la mayoría siempre ha estado equivocada. Deshumanizarnos, para él, era tomar el tren de vuelta a casa con la necesidad y la urgencia de encontrarnos con nosotros mismos. No con el animal que nos protege, como los nahuales, sino más bien con el animal que llevamos dentro, que imitamos y del que luego nos apoderamos.

El día en que Bernalito Díaz se fue de la tierra, sus familiares les rogaron a los asistentes al velorio que se disfrazaran de animales. Domésticos y salvajes, todos en armonía. Ese había sido uno de sus últimos deseos. Yo mismo, como camarada e implícito discípulo suyo, me encargué de que esto se cumpliera. Con el debido respeto, al igual que él lo habría hecho, me atreví a organizar un solemne simulacro de la entrada de los animales al Arca de Noé y lo llevamos a cabo con los asistentes. Además, instigamos a que cada animal hiciera sus sonidos respectivos, para darle más realce al evento: onomatopéyico concierto que alcanzó su clímax cuando escenas de galanteo y apareo se sucedieron sin que nadie lo impidiera. Una cosa llevó a la otra. El poder de los sonidos, el llamado de la selva.

Se suponía que lo iban a enterrar en el Zoológico Nacional, pero a sus familiares les negaron tajantemente el permiso; un varapalo para quienes solo queríamos cumplir aquellos deseos post-mortem. Con insólito ahínco, su hermana insistió proponiendo que podían darlo de comida a los cocodrilos o a los tigres, que esto era mejor que incinerarlo, y que su hermano lo vería como algo… sagrado. “Podemos pagar con algunas semillas de cacao o con mazorcas de maíz criollo, si es necesario; pidan las que quieran”.

Como era de esperarse, sus súplicas no fueron escuchadas.

 

Cuento publicado en la colección Epifanía doméstica de la nostalgia pura (Ed. Tregolam, 2019)

 

Foto: Museo Nacional de Historia Natural de los Estados Unidos, Instituto Smithsoniano, por Alejandro Barba, Unsplash.
  • Rafael Romero

Rafael Romero (Guatemala, 1978) holds a degree in Literature from the University of San Carlos of Guatemala. His works have appeared in magazines and anthologies across Latin America and Spain. His published works include Distensión del ansia (Alambique, 2011), Orgánica palabra (Sin Tecomates, 2014), Nadie advirtió el rencor de las precipitaciones (Círculo Cultural, 2015), Génesis y encierro (Cultura, 2011), Entelequias (E/x, 2015), Epifanía doméstica de la nostalgia pura (Tregolam, 2019), and the trilogy of novels El elegido, Chichicaste, and Zánganos (Alas de Barrilete, 2012-2014). He currently resides in Madrid, where he works as a writer, editor, and proofreader.

PrevAnteriorOklahoma City
SIguienteAmnesiaNext
RELACIONADOS

Dos Poemas

Por Natalia Toledo

Duermes cubierta en tulipanes rojos, / al cuerpo lo anestesia el honor.

…

La cazadora

Por Mayra Santos-Febres

All my life I’ve been told I should be afraid of women like her. But now I need her for thousands of reasons. I need to know what she knows….

Álvaro Mutis, lector

Por Mario Barrero Fajardo

En el amplio repertorio de notas, artículos, entrevistas, prólogos, epígrafes, referencias explícitas o implícitas en sus poemas o narraciones, mediante el cual Álvaro Mutis (1923-2013) dio prueba de su infatigable…

Footer Logo

University of Oklahoma
780 Van Vleet Oval
Kaufman Hall, Room 105
Norman, OK 73019-4037

  • Accesibilidad
  • Sostenibilidad
  • HIPAA
  • OU Búsqueda de trabajo
  • Políticas
  • Avisos legales
  • Copyright
  • Recursos y Oficinas
Actualizado: 20/02/2024 01:30:00
Facebook-f Twitter Instagram Envelope
Latin American Literature Today
REVISTA

Número Actual

Reseñas

Números Anteriores

Índice de Autores

Índice de Traductores

PUBLICAR EN LALT

Normas de Publicación

LALT Y WLT

Participar

Oportunidades para Estudiantes

CONÓCENOS

Sobre LALT

Equipo Editorial

Misión

Comité Editorial

LALT BLOG
OUR DONORS
Suscribirme
  • email

Subscriptions

Subscribe to our mailing list.

Suscripciones

Suscríbase a nuestra lista de correos.