En 2019, entrevisté a la comercializadora internacional de literatura infantil y juvenil (LIJ) Ellen Myrick para un artículo que estaba escribiendo sobre la literatura en traducción. De manera espontánea, empezó a contarme lo duro que fue asistir a la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia y darse cuenta de la gran cantidad de LIJ apasionante que hay en el mundo y que no llegaría a Estados Unidos:
“Hay muchas cosas en Bolonia que todavía no han llegado aquí. Me encantaría ver más libros de Sudamérica en Estados Unidos. Creo que hay ciertas editoriales a las que les va bien con la literatura latinoamericana, pero no son muchas. Y, madre mía, ¡se están publicando cosas increíbles allí!”.
El comentario de Myrick se me quedó grabado. Lamentablemente, los datos sobre traducciones siguen corroborando su observación sobre la escasez de LIJ procedentes de Latinoamérica. El Centro Cooperativo de Libros Infantiles y Juveniles (CCBC) de la Universidad de Wisconsin-Madison recopila datos sobre traducciones con el fin de rastrear la diversidad en la LIJ. De 2018 a 2022, el CCBC registró un total de 38 obras procedentes de Latinoamérica, alrededor del 5% de un total de 732 libros traducidos catalogados. En cambio, se tradujeron 254 obras del francés (6 veces más), 102 del alemán y 93 del español (casi 2,5 veces más que toda Latinoamérica).
El CCBC recopila los datos a partir de los libros que le envían voluntariamente. Por lo tanto, los resultados no representan todos los libros infantiles y juveniles impresos y es probable que se basen en las grandes editoriales que disponen de los recursos de marketing necesarios para enviar ejemplares de las obras que publican al CCBC. Sin embargo, las editoriales independientes más pequeñas son las más activas a la hora de publicar traducciones. Por ejemplo, Tapioca Stories, la única editorial de Estados Unidos especializada en traducciones de álbumes ilustrados de Latinoamérica, ha publicado 9 obras desde que se fundó en 2020, pero solo 2 se incluyeron en las estadísticas del CCBC a lo largo de 2022.
Los datos del CCBC también sugieren otra conclusión relevante: se están traduciendo muy pocos libros de literatura juvenil, sobre todo de Latinoamérica. Entre 2018 y 2022, solo se tradujeron al inglés 70 obras juveniles, algo menos del 10% del total de libros de LIJ traducidos1. Entre ellas, solo 7 eran de Latinoamérica. Compare estos datos con los obtenidos del Festival del Libro Latinx Kidlit, que se esfuerza por mantener una amplia lista de libros infantiles y juveniles latinxs2. Han localizado 396 obras juveniles publicadas en Estados Unidos desde 2001 por autores latinos. La base de datos del Festival del Libro Latinx Kidlit no señala cuáles se escribieron y publicaron originalmente en el extranjero y luego se tradujeron aquí, únicamente las que están a la venta en español. El listado sólo incluye 16 de literatura juvenil, disponibles también en español desde 2001.
Esta gran brecha de libros de otros países para adolescentes inspiró la creación del Premio al Libro Juvenil Traducido de la Iniciativa para una Literatura Global en las Bibliotecas (GLLI), que ahora celebra su sexta edición. El premio fue creado por Annette Y. Goldsmith, bibliotecaria y académica que lleva casi dos décadas promoviendo de forma activa la LIJ internacional. Como integrante y posterior presidenta del Premio Mildred L. Batchelder de la Asociación de Bibliotecas de Estados Unidos (ALA) y miembro del Comité de Libros Internacionales Destacados de la USBBY, ayudó a elegir a los ganadores de los premios y listas más importantes de Estados Unidos que reconocen y premian la LIJ traducida. No obstante, se dio cuenta de que los libros para adolescentes apenas aparecían.
Así, cuando la traductora alemana Rachel Hildebrandt Reynolds creó en 2015 la GLLI, una organización sin ánimo de lucro cuyo objetivo es traer más literatura mundial a Estados Unidos, Goldsmith estaba deseando colaborar. Sugirió crear un premio centrado en la literatura traducida para adolescentes. En 2016, Goldsmith y Reynolds presentaron la idea a la Asociación de Servicios Bibliotecarios para Jóvenes Adultos (YALSA), una sección de la ALA. A su juicio, un nuevo premio contribuiría al enfoque de la ALA en la diversidad, apoyaría los intentos por impartir competencia cultural a los bibliotecarios y “fomentaría el acceso de los adolescentes a libros que los relacionen con la cultura de lectura adolescente en otros países e idiomas”.
Sin embargo, YALSA se mostró reacia a apoyar un nuevo premio a la excelencia literaria en literatura juvenil porque el Michael L. Printz de la asociación ya aceptaba traducciones (aunque Goldsmith no tardó en señalar que las traducciones solían perderse entre el gran número de obras presentadas). Además, YALSA calculó que los costes de creación de un nuevo premio rondarían los 2000 dólares, los cuales seguramente tendrían que asumir Goldsmith y Reynolds mediante recaudaciones. Tras dos años intentando presentar su idea a la asociación, decidieron que GLLI seguiría por su cuenta… con un presupuesto ajustado. La principal característica del premio que imaginaban era que se concedería tanto a traductores como a autores y a editores. En cambio, el Premio Batchelder se otorga a los editores y la lista de los Libros Internacionales Destacados de la USBBY reconoce el libro en sí.
En una circular que escribió a principios de 2018, Goldsmith señaló:
“Reino Unido tiene el Premio Marsh, Canadá tiene los Premios de Traducción del Gobernador General (de inglés a francés y de francés a inglés)… y nosotros no teníamos nada… hasta que el 31 de enero de 2018 se anunció que el Premio Nacional del Libro añadía una categoría para la traducción de ficción y no ficción, otorgada conjuntamente al autor y al traductor”.
El primer comité del Premio al Libro Juvenil Traducido de la GLLI se creó en otoño de 2018 con cinco miembros, incluida Goldsmith. Los primeros años sobrevivió gracias a la dedicación de los miembros voluntarios del comité y al entusiasmo de los editores interesados en difundir las obras traducidas. Funcionó de forma tan modesta que no se produjo ni un solo gasto hasta que el comité tuvo que imprimir anuncios de la lista de finalistas para difundirlos en la conferencia de invierno de la ALA en enero de 2019.
Así fue como empecé a involucrarme: imprimiendo los anuncios. Un año después, me uní al comité y, al siguiente, pasé a presidirlo. Por el camino, me di cuenta de que había una gran diferencia en el número de propuestas. Durante los dos primeros años del premio, solo se había presentado una obra de Latinoamérica y otra de África. Por este motivo, me propuse conseguir más propuestas de ambas regiones.
Por ello, me alegré mucho de que dos obras brasileñas ganaran conjuntamente el premio en 2021 y que una tercera, traducida por la misma traductora, lo hiciera en 2023. El trasvase de las obras al inglés demuestra cómo la pasión y la capacidad de un editor independiente y la apertura de una editorial pueden marcar una gran diferencia.
Justo antes del Día del Trabajador de 2018, David Levithan, autor y director editorial del sello PUSH de Scholastic, presentó un ejemplar de Where We Go from Here, de Lucas Rocha, al editor Orlando dos Reis, nacido en Brasil y hablante fluido de portugués. Al terminar el largo fin de semana, Orlando estaba enganchado y el martes siguiente llegó al trabajo con varios capítulos traducidos para enseñárselos a sus compañeros3.
“Recuerdo que fui a la reunión de adquisición de manuscritos pensando: ‘Me van a hacer muchas preguntas…’, pero no fue así. A todo el mundo le encantó la lectura”, recuerda dos Reis.
Era normal que hubiera dudas sobre la capacidad de Scholastic para vender el libro con el autor en el extranjero y sobre si este hablaba inglés. Pero eso no impidió que Scholastic publicara Where We Go from Here ni las otras tres obras brasileñas que dos Reis presentó posteriormente, lo que convirtió a Scholastic en la principal editorial de literatura juvenil latinoamericana.
Dos Reis afirma que no buscaba específicamente adquirir libros traducidos cuando empezó Where We Go from Here. “Ahora me siento con más fuerzas para estar atento a lo que ocurre en Brasil y en otros países… A veces descargo libros electrónicos en Amazon, los leo en portugués y pienso: ‘¡Dios mío, esto es realmente bueno!’”.
Tampoco Larissa Helena, traductora de las tres obras ganadoras del GLLI, buscaba activamente traducir nuevas obras cuando dos Reis le pidió ayuda. Ya había traducido del inglés al portugués, pero no al revés.
“Éramos el dúo perfecto para este [libro] porque yo soy brasileña de nacimiento y aprendí inglés de más mayor y Orlando se mudó aquí cuando era muy joven, así que es, a todos los efectos, un hablante nativo de inglés, pero que se sentía muy cómodo con el portugués y podía entenderlo a la perfección. Hubo una gran colaboración al traducir y prestamos gran atención a la sonoridad y a la expresión… y Orlando se encargó de hacer las mínimas correcciones necesarias para que resultara culturalmente más atractivo para Estados Unidos”, explica Helena.
Helena había trabajado como agente durante algunos años, pero se había desanimado por la dificultad de traer obras latinoamericanas a Estados Unidos. Un editor estadounidense llegó a comentar que sus lectores eran “demasiado provincianos” como para entender las obras que distribuía.
“Este país está mucho más interesado en historias análogas que en las de otros lugares”, explica. Las historias deben tener una conexión directa con la vida de los lectores, pues estos “tienen que poder ir a la escuela y pensar, ah, ese es mi amigo brasileño-americano y por eso come arroz y frijoles en casa”.
Helena se siente agradecida por haber tenido la oportunidad de trabajar en los libros de Scholastic. “Al fin y al cabo, contribuí a traer libros brasileños a Estados Unidos, no como yo pensaba, pero sí de una forma increíble. Estoy muy orgullosa”.
El prolífico escritor y traductor de español y de inglés Lawrence Schimel afirma que uno de los mayores problemas a los que se enfrentan aquí los libros internacionales es que la mayoría de los editores de habla inglesa no saben leer en otros idiomas. Por eso, “tener un editor en Scholastic como Orlando dos Reis, que compró los tres [pronto cuatro] libros que Larissa tradujo, marca una gran diferencia”.
Schimel señala que los libros de Scholastic tenían la ventaja añadida de que sus temas estaban relacionados con tendencias estadounidenses, como el creciente interés por la literatura juvenil queer. Por lo tanto, la traducción era “una forma de abordar temas, [como] la positividad corporal y la aceptación de las tallas, el VIH… porque nadie en el mercado inglés estaba abordando ya esos temas. Sin embargo, seguían siendo lo bastante latinos [y] lo bastante universales” como para generar un gran interés.
Schimel es autor de 130 libros y ha traducido más de 150, en su mayoría del o al español. Muy pocas de sus obras son para jóvenes adultos, pero eso, dice, refleja sus propias preferencias creativas y de lectura, así como la de los editores que conoce. No obstante, una de las obras que ha traducido, La Bastarda, de la ecuatoguineana Trifonia Melibea Obono, fue galardonada por la GLLI en 2019. Además, es el traductor de The Book of Denial (El libro de la negación), del escritor mexicano Ricardo Chávez Castañeda, publicada en enero de 2024.
Sostiene, además, que hay mucha demanda de libros sobre la experiencia latina en Latinoamérica y en Estados Unidos, sobre todo de álbumes ilustrados. El problema es que “no se presta suficiente atención al hecho de que estos niños crecen y necesitan más historias tanto sobre su lugar de origen como sobre los países de los que vienen sus vecinos, o simplemente sobre el resto del mundo”.
Schimel cree que los editores estadounidenses tienden a querer libros que presenten latinidad, es decir, que traten de la identidad latina. Un libro de poemas para niños que tradujo “encontró un hueco en Reino Unido porque no trata sobre ser africano o latino, [y] puede que hubiera sido más difícil que lo hiciera en Estados Unidos. Esto se debe a que no escenifica la política identitaria; es simplemente un libro de poesía para niños. El editor británico no tenía las mismas exigencias que creo que hubiera tenido un editor estadounidense”.
Los traductores Schimel y Helena afirman que la disparidad entre lo que está permitido en otras culturas y lo que no lo está en Estados Unidos también condiciona en gran medida lo que se puede traducir y para qué edades. Según Schimel, “por eso hay muchas cosas que cambiarán las categorías de edad de algo con lo que los jóvenes de 13 y 14 años en Europa se sienten totalmente cómodos. Pero en Estados Unidos dirán ‘Oh, eso nos es para esa edad, tenemos que subir el límite de edad, debido al consumo de tabaco ocasional o al sexo’, o lo que sea que estén haciendo. No es que los estadounidenses no lo hagan, sino que no se publica porque los gatekeepers impiden que sea diferente. Se ve mucho en los álbumes ilustrados, pues en muchos libros puede haber desnudos puntuales en la playa y no es nada del otro mundo, pero en Estados Unidos es un tabú enorme”.
Helena se ha dado cuenta de que las obras de literatura juvenil en Estados Unidos tienden a reducir la edad de su público con el tiempo. Señala que muchos jóvenes adultos brasileños hablan un poco más de sexo, de temas más adultos que aquí se podrían categorizar para más de 17 años. “En Brasil, la categoría de literatura juvenil suele ser de 16 en adelante”, dice Helena, y los jóvenes adultos de verdad, personas de veintipocos años, leerán esos libros. Por ejemplo, My Sweet Orange Tree (Mi planta de naranja lima), un clásico en Brasil desde 1968, traducido al inglés por Alison Entrekin en 2019, suele destinarse a niños de unos 9 años en Brasil, pero se considera literatura juvenil en Estados Unidos por sus temas oscuros, como la pobreza, la violencia y la muerte.
“Estados Unidos está muy apegado a un tipo de narrativa. Buscan una historia completa: que tenga un principio, un nudo y un desenlace. En algunos libros brasileños, esto no es así. Los personajes simplemente hacen cosas; a veces las ilustraciones están un poco desordenadas. Pueden ser más poéticos. A veces el significado no es tan obvio. Hay más espacio para el juego”, afirma Helena.
Yael Bernstein, de la editorial de álbumes ilustrados Tapioca Stories, también se ha enfrentado a la rigidez de lo que Estados Unidos considera aceptable. Pero tiene esperanzas. Sus intentos por traer LIJ clásica de Sudamérica están encontrando apoyo entre compradores y críticos, aunque los formatos y las ilustraciones no convencionales no siempre cumplen con las expectativas estadounidenses de libros infantiles, como incluir una copa de vino medio llena en la portada del álbum ilustrado de Tapioca My Neighborhood (Mi barrio).
Helena cree que Estados Unidos está un poco estancado en sus costumbres en estos momentos. “Brasil puede gritar sobre nuestra literatura todo lo que quiera y quizá eso les dé a los editores que ya están interesados la oportunidad de analizar el libro, pero creo que se necesita un cambio de mentalidad aquí”.
Orlando dos Reis da este consejo:
“Si eres editor, ¿por qué no te fijas en [otros] países y ves lo que puedes encontrar? Simplemente trata [las traducciones] como cualquier otra cosa. Si conectas con una, crees que encajaría bien en el catálogo, [y] te haría ilusión… ¡adelante! Lo peor que pueden decirte es que no”.
La próxima obra de Brasil, London On My Mind, de Clara Alves, traducida por Nina Perrotta, sale en junio de 2024.
Haz click aquí para ver la presentación en línea del Premio al Libro Juvenil Traducido de la GLLI.
1 El CCBC no clasifica los libros siguiendo las categorías “middle grade” y “young adult” porque no existe una definición consensuada de lo que constituye cada una. Por lo tanto, tuve que investigar cada libro no ilustrado uno a uno y decidir cómo debería clasificarse.
2 Según la coordinadora del equipo educativo del Festival del Libro Latinx Kidlit, “la base de datos se esfuerza por abarcar todos los libros de autores e ilustradores latinxs que se han publicado en Estados Unidos y que aún se imprimen, no solo los libros de los participantes de nuestro festival… Hemos utilizado las páginas webs y los catálogos de las editoriales, así como los anuncios de Publishers Weekly y Publishers Marketplace para registrar el mayor número posible de estos libros. Teniendo en cuenta que los libros de creadores latinxs nunca han representado más del 10 %, es probable que tengamos casi todos o la mayoría de esos libros contabilizados en nuestra base de datos”.
3 Unos meses más tarde, Rafaella Machado, editora de Lucas Rocha en Galera Record, recopiló su obra, Two Boys Kissing, de David Levithan, y George, de Alex Gino, en un “Kit Gay”, un trío de libros en portugués sobre temas LGBT. Machado pretendía que fuera un contragolpe de marketing al discurso del presidente derechista Jair Bolsonaro durante su campaña electoral de 2018, en la que afirmó que se estaba difundiendo un conocido “Kit Gay” en las escuelas para adoctrinar a la juventud brasileña. De hecho, el Ministerio de Educación había creado los materiales unos años antes para fomentar la “Escuela sin homofobia”.
Traducción de Manuela Berdún Gistaín y Miriam Palacios Martínez
Foto: Morgan Vander Hart, Unsplash
Manuela Berdún Gistaín is a Spanish translator from English and French specialised in literary and audiovisual translation, a proofreader, and a publisher’s reader. A member of the Spanish Literary Translators’ Association (ACEtt), she is currently in a mentorship with María Teresa Gallego Urrutia. She holds a great interest in contemporary French literature, and particularly in theatre. | |
Miriam Palacios Martínez is a translator from English and German into Spanish based in Madrid. She also works as a proofreader and a publisher’s reader. A member of several Spanish translators’ associations, such as AETI and ACEtt, she has specialised in literary, scientific, technical, and medical translation. Currently, she collaborates with the Hungarian Embassy in the diffusion of Hungarian poetry and theatre. |