En una semana Malena entra al Ejército, ¿te dije, mami? Ya no me acuerdo de lo que te digo y de lo que no. Estoy con insomnio hace unos días y eso que yo siempre fui de dormir bien. Sí, Ingrid, nunca tuviste ese problema, eso siempre me tenía preocupada por tu hermano, ¿por qué no le preguntás a él por las pastillas que toma y de paso le pegás un llamado? ¿Querés que te cuente la última vez que hablé con Gustavo lo que me dijo? Mami, por favor. ¿Y la nena cómo está con el asunto del Ejército? Y… ella está contenta, o eso me dice a mí, andá a saber, van los amigos, ve a los hermanos más grandes, qué sé yo. Cambiemos de tema porque me angustio. ¿Vos pudiste arreglar el televisor? Sí, vino Víctor, ya le tengo que hacer un monumento a ese hombre. Además vino Carolina, su esposa, y tenés que ver cómo me atiende, me dejó café hecho, son de otra calidad de gente ellos. ¿Es el mismo de siempre? No, es nuevo este, al anterior le hicieron un juicio acá los del consorcio, porque, la verdad, no estaba nunca, pero como había que pagarle una fortuna entonces se llegó a un acuerdo, qué sé yo, pero este Víctor es divino, creo que es de Perú o de Jujuy, no me acuerdo lo que me contó, pero viajan seguido. Mami, otra vez te lo digo, en serio, pensalo. Ya pasó un año desde lo de papi, y vos sabés que esto te lo vengo diciendo incluso desde que estaba vivo. Acá estamos nosotros, Jorge, los chicos. No es la primera vez que hablamos de esto, acá estarías mucho mejor, la calidad de vida, todo, mami. No es lo mismo que allá. Acá están muy avanzados con todo el tema de la diabetes, ya te lo dije, te tendrías que dejar de pinchar todos los días. Silvia, que es una vecina de mi edificio, también argentina, y que tiene la misma diabetes que vos, dice que le cambió la vida, dice que te ponen un cinturón a la altura del abdomen que te va dando insulina, es algo mágico, mami, acá estarías con nosotros, con Jorge, conmigo, te vamos a cuidar. No sabés los espacios verdes que hay, no tanto edificio, edificio, edificio. Pero, Ingrid, qué voy a hacer allá, por favor, ya soy grande para cambiar de país, acá tengo mi casa, mis cosas, las chicas del coro, todavía están Berta y Noemí, a Dios gracias. Allá no sabría el idioma, ¿cómo querés que me comunique con la gente? Ir a comprar suponte algo al almacén, Ingrid, o ir a la farmacia. Yo sé solo dos o tres palabras en hebreo que no me sirven ni para ir a comprar un caramelo al kiosco. Además, a esta altura de mi vida… yo ya no estoy para andar generando nuevos vínculos, ya ustedes se fueron hace mucho, yo acá estoy bien, tranquila, estoy cómoda, Ingrid. Pero, mami, estarías más tranquila, sin renegar todo el día como estás allá, además vos sola en esa casa tan grande, ¿pensaste qué vas a hacer con la casa? No es mala esa idea que te propuso Jorge la última vez que fuimos a Argentina, ¿te acordás?, que hablamos de venderla, mudarte a algo un poco más chico y poner esa plata en un pozo. ¡Qué pozo, Ingrid, qué pozo! Además acá está lleno de argentinos, mami. Mirá, la que te digo que tiene diabetes, Silvia, debe tener tu edad, más o menos, quizás un poco menos. Yo te digo… ella se vino a vivir acá en los setenta, ella era muy socialista, pero, pobrecita, sufrió una desgracia, bueno, para qué amargarnos con Silvia, lo que te quiero decir es que ella es divina y yo creo que se llevarían muy bien ustedes dos. Acá en nuestro barrio está lleno de argentinos, es más, le dicen La Villa Crespo, en serio, mami, y vos, que sos más sociable que yo, que llevo quince años acá, me vas a ganar en amistades. No sé de dónde sacás que yo reniego, Ingrid, te quiero ver a mi edad. Yo acá tengo mi rutina, hija. Acá viene dos veces por semana Tere que me atiende como una reina, me deja la comida preparada para toda la semana. Ay, ¿cómo anda Tere, mami, cómo está el marido? Ahí anda el marido, lo operaron, salió bien y ahora está con rayos, lo veo seguido porque vienen a atenderse al hospital que está acá sobre Las Heras, viste, dicen que es muy bueno. Tere está muy conforme con la atención y todo. Y sí, mami, los hospitales públicos en Argentina son buenos, ¿te acordás del doctor Pasternak, el pediatra de los chicos? Bueno, él era jefe de pediatría de un hospital público. Sí, claro, muy buen mozo era, me acuerdo, pero volviendo al tema, Ingrid, yo acá tengo todos los días alguna actividad: lunes cine-debate, martes me junto a merendar con Berta y Noemí, ahora nos mudamos de bar porque cerró La Infanta, ¿te dije? Ay, lo mal que nos pusimos, bueno, miércoles eutonía, jueves coro y viernes voy al templo. ¿Te enteraste lo que pasó con Dubitsky? ¿Roberto Dubitsky, el que era el presidente del templo? Sí, hija, ¿no te enteraste? No, mami, ¿cómo me voy a enterar? Bueno, quizás Andrea o Mariana te contaron, bueno, la cosa es que lo engancharon robando de una caja fuerte que había en una oficina ahí del templo y lógicamente le pidieron la renuncia. Qué cagada, mami, ¿qué necesidad de robar en un templo, no? Además a él no le falta, yo creo que debe ser de esas enfermedades que tenés compulsión por robar, viste. Puede ser, mami. La hija de Dubitsky vive en Israel, ¿vos no tenés contacto? Era un poco más chica que vos, creo. Ay, mami, no veo a todos los que eran del templo, solo a veces me cruzo con Maia Fresco, creo que era de la edad de Gustavo. Sí, era compañera del kinder de Gustavo, pero bueno, deberías pensar por qué es que no hiciste tanta vida social en estos quince años, no lo digo solo por la hija de Dubitsky. Mami, no te vayas por las ramas, antes de que empieces con esta telenovela del templo estábamos hablando de tu casa, ¿querés que te lo diga más claro? Porque parece que no lo entendés. Te caíste y casi te matás y yo no estoy tranquila estando vos sola ahí. Si estuviese Gustavo, al menos, que aunque no se ocupe de nada por lo menos sé que está para alguna emergencia, pero ahora ni eso. Imaginate si no estaba el portero justo en ese momento. Pero estaba, Ingrid, estaba. Sí, pero te podrías haber matado, mamá, ¿no te das cuenta de que si la caída hubiese sido una cuadra antes o una cuadra después no sé cómo terminaba esta historia? Ya te dije que gracias a Dios fue en la puerta de casa y no fue nada, ya me queda una semana con el yeso y punto, Ingrid. No hagas más historia de la que fue. Por suerte vinieron las chicas a casa y jugamos burako acá. Vino tu prima Elisa, ¿te conté? Yo la veo mejor desde lo del hijo, qué querés que te diga. Mami, no te vayas por las ramas con lo de Elisa. Estábamos hablando de tu caída, de que casi te matás. ¿Sabés el grito que pegué cuando me llamaron del sanatorio, mami? ¿Por qué mejor no hablamos de que no hiciste amistades en estos años, Ingrid? No importa, no importa. Suponte que yo digo bueno, está bien, me voy a Israel a los ochenta y tres años, ustedes no tienen lugar en su casa para que yo me quede. Seamos realistas, hija, apenas entran los chicos. Cada vez que vuelven del Ejército, Gastón y Santiago le usurpan a Malena la habitación y ella está a los gritos. Cuando íbamos a visitarlos con papi era un caos, Ingrid. Mami, eso no es un tema, vamos a ver cómo lo resolvemos. Quién te dice nos mudamos, ¿te conté que a Jorge por ahí le ofrecen un aumento? ¿Por ahí le ofrecen o le ofrecieron? Ay, mami, te estoy diciendo que es una posibilidad muy grande, que le dijo su jefe que está muy contento con su desempeño. Y sí, Ingrid, si trabaja dieciocho horas de las veinticuatro que tiene el día arriba de ese coche. ¿Duerme Jorge? Qué difícil hablar con vos, mami, qué difícil me la hacés. Te estoy contando que le van a aumentar el sueldo, que estamos pensando en mudarnos y vos tirando mierda. Ah, ¿están pensando en mudarse? Bueno, mami, es un poco el proyecto. Tenemos ganas de irnos a una zona un poco más céntrica. Pensá que, bueno, Jorge no tiene mucho problema porque como él va en auto ya agarra viajes desde acá, pero yo para ir al trabajo tengo una hora, hora y media de viaje todos los días y no siempre me siento en el colectivo, viste. Entonces estamos pensando en buscar un lugar más cerca del hospital. Eso sería muy bueno, Ingrid, tanto tiempo de viaje no es saludable. Acá todavía están tus libros, tu diván… Sí, ya sé, mami, te dije cincuenta veces que lo vendas, vale algo de plata ese diván. Ya está, Ingrid, a esta altura qué voy a andar vendiendo. Además, yo todavía tengo esperanzas de que ustedes vuelvan, qué querés que te diga. Ay, mami, quince años desde que nos fuimos. Sí, ya sé que quince años, Ingrid, ya sé que quince años, no me hagas acordar que no sé cómo pasó tanto tiempo. Ya un año desde lo de papi. Por eso, mami, no queremos que estés sola. Pero yo no me siento sola, Ingrid, terminala con eso. Además, bueno, suponte que efectivamente yo viajo y nos mudamos a una casa más grande. Los chicos van a estar todos en el Ejército, Jorge trabaja todo el día y vos prácticamente lo mismo. ¿Y los días que hacés jornada nocturna? Bueno, la idea es de a poco ir dejando la noche, lo que pasa es que se me hace difícil porque la jornada nocturna de limpieza en los hospitales acá la pagan el triple. Eso es algo increíble de acá, mami, eso allá no pasa, en Argentina te pagan dos mangos con cincuenta y estás en negro. Acá, mal que mal, estamos los dos en blanco y eso no se puede comparar. Sí, pero trabajás de noche limpiando pisos, Ingrid, sos una profesional recibida en la mejor universidad de nuestro país y del mundo, qué es lo increíble si vos me podés explicar porque yo no entiendo, Ingrid. Ya te lo expliqué mil veces, mami, acá la gente no se analiza como en Buenos Aires y los argentinos acá no tienen plata para pagarle a un psicoanalista. Dejá, mami, dejá… Pero, Ingrid, no te pongas así, qué querés que te diga, para estar sola por lo menos prefiero mi casa, mis cosas, mi idioma, mis amigas, el coro, el templo, no sé, Ingrid, todo. Ya ni siquiera van a estar los chicos, porque… ¿cuándo entraba Malena al Ejército? En una semana, mami, en una semana, me quiero morir, no quiero que se vaya, mami. Malena es muy chiquita, es muy frágil, no es como Gastón y Santiago, ellos no se hacen problema, pero a Male le costó mucho y eso que vino acá a los tres años, pero nunca se adaptó, no sé por qué. Hace una semana se brotó todo el cuerpo, mami. Y eso es por el estrés, ya no sé qué hacer, encima esta semana me tocó todo nocturno en el hospital y Jorge me decía que a la noche la escuchaba llorar desde su pieza, y a mí se me parte el corazón, mami. ¿Sabés lo que daría por estar en casa, yendo a merendar a La Infanta ese tostado de jamón y queso con un cortado, mitad y mitad, haciendo tiempo entre un paciente y otro? ¿Sabés lo que daría por seguir yendo al club y los sábados a la noche juntarnos con el grupo en una casa? ¿Te conté que se separaron Rubén y Pola? Sí, hijita, me contaste, que él la dejó por la profesora de tenis del club. Sí, terrible, mami, no sabés cómo está Pola, destruida, el otro día me tuvo una hora al teléfono. No te vayas por las ramas, Ingrid.
Cuento del libro Larga distancia (Buenos Aires: Concreto Editorial, 2020)