La conversación interespecies es punto de encuentro en La mirada de las plantas (2022), la más reciente novela de Edmundo Paz Soldán. Hombres y plantas, vinculados por lenguajes diferentes, se enlazan en la virtualidad de un experimento que busca, en el fondo de la Amazonía, recrear la experiencia alucinógena a través de la realidad virtual. Paz Soldán construye un escenario en que lo real y su simulacro cercan la acción de Rai y el Dr. Dunn, personajes principales de la novela, para proponernos algunas preguntas contemporáneas: ¿dónde comienza y termina la experiencia con una planta? ¿Dónde, la experiencia con la virtualidad?
Victor Vimos: En la novela, uno de los puntos centrales es la realidad y virtualidad alrededor de la actividad ritual del hombre con ciertas plantas. ¿Hay tensión entre lo virtual y lo ritual?
Edmundo Paz Soldán: En la historia hay una compañía brasileña que intenta recrear, a través de la virtualidad, la experiencia de una planta alucinógena sin necesidad de probarla. Sin embargo, en la experiencia con la planta no se trata solamente de ingerirla, sino que esta aglutina toda una serie de rituales que, en la virtualidad, simplemente son eliminados: te pones el casco de realidad virtual y entras en la experiencia sin necesidad de replicar todos esos procesos que son parte fundamental de la práctica. La virtualidad recrea solo un tramo de un proceso complejo. Pero esto sucede también en la vida real. Cuando fui a Iquitos me llamó mucho la atención que algunos chamanes decían: “claro, como ahora hay mucho turismo new age, los turistas exigen cosas específicas; si no hay alucinaciones en la ingesta, por ejemplo, para ellos es una mala experiencia”. Los chamanes saben que con estas plantas no hay un solo tipo de viaje: puede haber un movimiento interior muy fuerte en el que no haya alucinaciones ni visiones y eso no está mal. Cada organismo responde de manera diferente a la planta. Sin embargo, un chamán me contaba que le añadía ciertas flores al brebaje que ofrecía a sus clientes, con el objetivo de asegurarse que tuvieran alucinaciones y que no reclamaran su dinero de vuelta. Aquí, como en la virtualidad, hay una modificación de las prácticas en torno al comercio.
V.V.: Alita del cielo, el nombre de la planta alucinógena en la novela, muestra la relación contemporánea entre lo simbólico y su eficiencia. ¿Cómo miras la conexión entre el conocimiento ancestral y la virtualización de las experiencias asociadas a él?
E.P.S.: Las llamadas clínicas de bienestar, en Brooklyn, Toronto, París, ofrecen viajes rituales con ayahuasca. Por supuesto, estos rituales no funcionan de la misma manera fuera de sus lugares de origen, sino que se los adaptan a un escenario y a un cliente nuevo. Pero tanto en la Amazonía como en Los Ángeles, de hacerse la ceremonia, debería primar la noción de mediador, es decir, una forma de acceso y conexión con la planta. El problema, para mí, es que donde se la quiera utilizar se eliminen estos mediadores y se la aplique solamente como un catalizador de la experiencia alucinógena. En Santa Cruz, otra ciudad boliviana, se ofrecían viajes con ayahuasca por veinte dólares y tenías a chicos muy jóvenes haciendo estos viajes cada semana… se habían perdido, ahí mismo, cualquier tipo de mediadores.
V.V.: La perspectiva del Dr. Dunn alrededor de lo que llama la “encarnación virtual” abre un cuestionamiento sobre la identidad. ¿En qué contexto navega la relación del yo y el otro en medio de la virtualidad?
E.P.S.: La tecnología está cambiando nuestra relación con la muerte. En estos años de pandemia, he asistido a misas por Facebook. Jamás se me hubiera ocurrido despedir amigos del colegio, fallecidos por covid, mediante una pantalla en la que podía ver, en tiempo real, su funeral, a la par de comentarios y reacciones de la gente a través de emoticones. De algún modo, esto está conectado con otros soportes visuales de relación con la muerte. Por ejemplo, un reality show coreano permite encontrarte con tus familiares muertos y recreados a través de realidad virtual. En un episodio, una mujer reencontraba a su hija, fallecida apenas a los seis años, y no podía creerlo. La niña parecía tan real que ella se desesperaba por abrazarla. A medida que la tecnología avanza estamos cambiando nuestra relación con la muerte, pero también con nosotros mismos. Una experiencia ritualística de esta naturaleza te provoca muchos cambios internos, reconfigura algunos tramos del ser.
V.V.: En la novela se narran el aparecimiento y circulación de videos fake que buscan afectar la realidad de quienes los consumen. Una realidad que se hace sobre la ficción. La ciencia ficción, en este sentido, ¿qué implica como soporte narrativo de un tema de esta naturaleza?
E.P.S.: La ciencia ficción tiene amplia experiencia para representar o articular las relaciones del humano con la máquina, eso que se ha vuelto una experiencia cotidiana. La inteligencia artificial está en nuestras acciones cotidianas. Me interesa cómo diversos escritores han trabajado esta relación y la han pensado desde diferentes perspectivas. Me sirve para intentar entender el presente, no solo como un género narrativo sino como una forma de acercarse al mundo, de percibirlo. Ahí hay varias pistas que nos pueden ayudar a relacionarnos con el tiempo que estamos viviendo.
V.V.: Rai se puede leer también como un guiño a una reflexión frente al papel de la memoria y la imaginación. Avatares construidos con miles de datos provenientes de la memoria afectiva de humanos replican una experiencia. ¿Y la imaginación? ¿Qué lugar ocupa la imaginación en medio de este contexto?
E.P.S.: Hay momentos en que se narran las experiencias alucinógenas de Rai. Él cuenta, por un lado, la relación con su madre y los concursos de belleza y, por otro lado, la relación con su hermanastra, quien aparece como un personaje complejo, menos claro en sus motivaciones para desaparecer, o en el origen de su distanciamiento. La idea de estos tramos de narración está relacionada con mostrar diferentes experiencias y búsquedas no de forma realista sino a través de la Alita del cielo. Para el Dr. Dunn, la motivación era una, para Rai, otra. La alita del cielo activa cosas en el cerebro como traumas del pasado, recuerdos de infancia, pero todo ese cúmulo de información está siendo intervenido luego por la máquina de realidad virtual en el laboratorio, de tal forma que lo visto por el doctor o Rai no es la realidad como era, sino una realidad intervenida. Están viendo la mirada de las plantas. Uno podría preguntarse: ¿en qué momento acabo yo y en qué momento inicia la planta? O viceversa. Lo mismo con la máquina. Ahí, creo, entra en juego la imaginación. Porque es tu imaginación, tus recuerdos, que al ser activados por la sustancia lisérgica o por la máquina provocan un tipo de historia que Rai, por ejemplo, cree que es suya pero que puede ser la historia de la propia planta o de la propia planta, de los algoritmos inscritos en ella. Yo quería sugerir que, tanto como la máquina, quizá la planta también está contando su propia historia en las visiones, y hay cierto riesgo en creerle todo al pie de la letra. Quizá también está construyéndote un pasado ficcional, mentiroso, a partir de los inputs que encuentra en tu cuerpo.
V.V.: Un punto a explorar es la ubicación de la novela en un escenario amazónico. ¿Cómo miras el vínculo entre tecnología y región amazónica?
E.P.S.: Me interesa cómo las redes sociales, en los últimos años, han servido como extractoras de datos. De pronto, un buen día, aparece una publicidad sobre una novela en Facebook. Eso significa que tus datos han sido rastreados, que has sido catalogado, que el producto que te ofrecen está ahí para convencerte. Tu privacidad ha sido saqueada. Todas las redes funcionan de forma singular cuando se trata de tu vida privada. Pensé, en este contexto, cuál sería el siguiente paso. A través de lo que hace esta compañía operaría otra forma de extracción más radical, pues no trabaja solo sobre tus datos privados generados conscientemente, sino sobre la información de tu inconsciente. Es lo que pasa cuando te pones el casco de realidad virtual: tienes la experiencia de la mirada de la Alita del cielo, y la compañía está extrayendo información de tus sueños, visiones, delirios, para luego ofrecerte cosas que ni siquiera sabes que te interesan pero que están inscritas en tu deseo. Quería profundizar en la idea de la extracción que se ha vivido en la selva. La tradición de la novela escrita en este sector del continente está presente en este diálogo. Hay, de hecho, algunas citas textuales del libro La vorágine del escritor colombiano José Eustasio Rivera en la novela, también la presencia de La casa verde, de Mario Vargas Llosa, Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier, o escrituras más recientes como las del cronista peruano Joseph Zárate sobre el Amazonas peruano y la lucha de diversos activistas contra el extractivismo. Mi preocupación era cómo darle una vuelta de tuerca a una tradición muy solidificada de escritura sobre una región vulnerada por el comercio y la violencia. Intervenir en este subgénero de “novela de la selva” de otra forma. Al comentar con algunos amigos sobre la propuesta que implicaba crear un laboratorio en la selva, algunos decían que eso sonaba muy urbano, casi cyberpunk. Pero justamente ese era el reto, hablar de procesos contemporáneos que continúan trabajando sobre los niveles de extractivismo en esta región. A pesar de que el Dr. Dunn y Rai tienen sus propios deseos para ingresar a estas experiencias, hay una agenda de la compañía detrás de ellos. Una manipulación latente que muestra el campo de acción de los nuevos extractivismos, vigentes y activos, en la Amazonía.
V.V.: ¿Cómo mira a la novela, en tanto género literario, para un proyecto de narrativa de esta naturaleza?
E.P.S.: La novela refleja y crea diferentes contextos sociales, aloja perspectivas críticas y capacidades diferentes del pensamiento, formas distintas de sentir e incluso formas contradictorias de entender el mundo. En una novela puedes poner en juego una serie de problemáticas a través de distintos personajes, una serie de debates o discusiones, hacer crítica social. La novela es un entramado de voces que muestra la relación compleja entre el individuo y la sociedad. En La mirada de las plantas hay un enfrentamiento claro entre tecnología y naturaleza, lo natural y lo postnatural. Pero la novela no muestra eso como un enfrentamiento que tendrá un ganador definido, sino como una multiplicidad de fuerzas a ratos contradictorias, que coexisten en un mismo tramo de la realidad. Eso me interesa mucho del género, su capacidad para sostener ideas opuestas al mismo tiempo; por supuesto, no de una forma equidistante y simétrica, porque no se trata de buscar falsas equivalencias.
V.V.: La imagen visual concreta contrasta con la imagen de la revelación, vaporosa, onírica que, por ejemplo, plantas como la ayahuasca pueden liberar en el momento de su ingestión. ¿Cómo miras este lugar de la imagen virtual y su relación con el poder contemporáneo?
E.P.S.: La imagen sirve para convocar un pasado traumático a través de las alucinaciones, pero también, al ser intervenida con la tecnología, la imagen es alteración de realidades. De tal manera que puede ser usada como un personaje como el de Rai para construir, por ejemplo, pornografía para la manipulación y chantaje. Hoy en día una imagen de este tipo conlleva varias preguntas: la invasión de la privacidad, el saqueo de la información personal, el abuso (que en algunas legislaciones ya está reglado) de confianza de las otras personas… eso es algo que me interesa explorar: cómo esa alteración de imagen tiene consecuencias a nivel individual.
V.V.: ¿Cuál es el lugar que ocupa La mirada de las plantas en todo el panorama de tu producción literaria?
E.P.S.: Este libro me ha abierto todo un gran mundo que antes no me había preocupado tanto: la forma en que estamos alterando los ecosistemas. La novela que estoy escribiendo ahora también está ambientada en el mundo de la selva. Tiene que ver con el cambio climático: una ciudad que es invadida por las aguas y sus habitantes tienen que decidir si irse o quedarse. La crisis ambiental es un gran desafío para la escritura. Debemos buscar formas de narrar que no solo den cuenta del presente sino que se zambullan también en el tiempo geológico, en otras escalas temporales. Los géneros de la irrealidad –el horror, la ciencia ficción, el fantástico– tienen un montón de recursos narrativos para narrar esta crisis.