Ascenso de las hojas
El viento
Teje fantasmas vivos en la bruma
Que me rozan al paso.
La ciudad,
Plenitud desierta.
Todo me distancia
Y a la vez
Todo me arrastra,
Niebla adentro en un fluir sin nombre
Que levanta del suelo la hojarasca
Y la suspende en otra nada,
En otra página,
Limpia de siglos y cenizas
Como este cielo donde,
Ahora intactos,
Los ojos de la infancia
Trazan
Un pájaro.
Viene
Como un fantasma sin edad sobre las aguas,
Desnuda de dioses,
Envuelta en un resplandor de mil agujas
Que se deshacen al tacto.
Mientras caminas sobre las piedras húmedas del muelle
Y las luces de la ciudad
Se pierden a lo lejos en los pliegues de un sueño,
Te invade una sensación extraña,
Como si de un momento a otro
Fueras a desaparecer.
Borrado el mundo sólo queda el ruido de las aguas,
La cercanía exquisita de las aguas que parecen murmurar
Una amenaza de espuma.
Eso
Y la promesa de tus pasos
En las páginas de la niebla.
Foto hallada en un cajón
Ese niño detenido
En una lámina del aire
Mira hacia este lado,
Los ojos llenos
De destellos y de noche.
Y emerge
De la leche derramada
Por los días y los años,
Por el vértigo y el vómito,
Ya hijo mío
Y de la muerte.
Ritmo antiguo
Ya no soy más que el tiempo.
Un tiempo recién nacido en ruinas,
Fresco de cenizas y barro.
Un ritmo antiguo,
Primario,
Repitiéndose hasta la luz
O la náusea.
Un limo elástico
En el que pujan
Los ramajes
De incontables rostros ya ajenos
De ilimitados muertos ya sin cara.
El tiempo,
La oscura energía que traza estas líneas
Y la claridad
Que va deshaciéndolas.
Foto: Joseph Sharp, Unsplash.