Todo poeta sabe que se encuentra al final
de una tradición y no al comienzo
por lo cual cada palabra que usa revierte,
como las aguas de un océano inacabable,
a mares anteriores
Cristina Peri Rossi, Lingüística general
La cabal artífice de esta reflexión tan rotunda y lúcida no puede ser otra que Cristina Peri Rossi. Estos versos abren la sección “En un fluir constante” del catálogo La nave de los deseos y las palabras, publicado con motivo del Premio Cervantes 2021, en el que varios escritores del ámbito panhispánico (que también se dan cita en este dossier) se refieren a su primer acercamiento o a sus impresiones de lectura iniciales sobre una autora fundamental, que ha sido inagotable fuente de inspiración para nuevos creadores.
Hace ya más de cincuenta años, Peri Rossi era una joven escritora, profesora de literatura y periodista, que encontró en la palabra fresca, irreverente y provocadora, la forma de decir un mundo que pedía a gritos denuncia, testimonio y residencia. Vista en retrospectiva, no deja de sorprender la clarividencia con la que se refería tempranamente a la importancia de la literatura como forma de militancia. Ya en 1968, cuando en su Montevideo natal ganó el Premio de los Jóvenes de Arca, por el libro de cuentos Los museos abandonados, mostraba esa capacidad de comunicación directa y perspicaz, e inauguraba una producción fecunda en escenarios y mundos posibles, en el que la imaginación ha sido una herramienta desde la cual construir una obra alegórica para referirse a la vida, siempre llena de carencias, exilios e insilios. “Imagino todo el tiempo, así soporto el dolor de vivir”, ha declarado recientemente en una entrevista publicada en el periódico español El Mundo, con motivo de la reedición que de su novela La nave de los locos (1984) ha hecho la editorial Menoscuarto.
Desde la trinchera de papel que es su literatura ha denunciado el derrumbamiento de una sociedad –El libro de mis primos (1969)– y los modelos heteronormativos con que el patriarcado encasilla el deseo femenino –Evohé (1971)–. Defendió los derechos de los expatriados y exiliados políticos –Descripción de un naufragio (1975), Estado de exilio (2003)– pero también se refirió a la soledad del hombre contemporáneo –Solitario de amor (1988)– y a los mandatos que impone la sociedad del lucro y el consumo –Playstation (2009), Habitaciones privadas (2014)–.
Esa valentía en el decir es la que reconocen las escritoras y los escritores de hoy que, desde múltiples miradas, la homenajean en este caleidoscopio al evidenciar el verbo afilado y penetrante que dice nuestro deseo, nuestros miedos, nuestras pasiones y sus conflictos, en definitiva: lo más íntimo de nuestro ser. Como expresan algunos de ellos: “Leer a Cristina Peri Rossi es quedarse desnuda a la intemperie”; “Es una escritora salvaje, es decir que su escritura es libre e indomesticada”; “Entre la diáspora y el humor, Cristina construye su peculiar lingüística general que no puede ser otra sino la que dicta la insumisión”.
Pero si reconocemos lo insumisa que es la obra de Peri Rossi no podemos dejar de lado su faceta de seductora, como señala Rafael Courtoisie, cuando se detiene en la poiesis original y radical de la uruguaya. El amor que transmite al paladear cada palabra y la fascinación que ejerce sobre sus lectores a partir del juego, la experimentación, la sensualidad erudita lleva, inevitablemente, al “placer del texto”, tal y como lo enunciaba Roland Barthes. “El escritor no es un contador, sino un lujurioso: debe disfrutar su lengua, gozarla y reproducir ese goce en el lector. De Homero a la fecha, eso es lo que básicamente hace la diferencia de un escribiente a un escritor”, le decía nuestra autora a Jorge Ruffinelli en una temprana entrevista de 1968.
Como señala de manera iluminadora Gerardo Ciancio en su ensayo, Peri Rossi protagoniza uno de los tres quiebres fundacionales en la escritura de mujeres en Uruguay, luego de los que, a su entender, encabezaron Delmira Agustini y Armonía Somers. Ciertamente, desde los “Nocturnos” modernistas de Agustini o los poemas de Juana de Ibarbourou –en los que el sujeto femenino tanteaba un lugar de enunciación vedado hasta entonces, un lugar para decir, para escribir, pero también para desear–, hasta Peri Rossi, hubo un camino largo –menos largo, quizá, en un Uruguay laico, anarquista, feminista, con derechos inéditos propiciados por el batllismo durante el Novecientos–, pero un camino no exento de obstáculos, en cualquier caso.
Peri Rossi enuncia el deseo, y el deseo homoerótico, con arrojo y determinación, con descaro y talento. Y creemos que ese decir el deseo de mujer con intensidad torrencial –línea maestra que inició Evohé (1971) y continúan Lingüística general (1979), Babel bárbara (1990), Otra vez Eros (1994) o Estrategias del deseo (2004)– junto a la cartografía excéntrica o dibujo errático y doloroso de los expatriados, los transterrados por razones políticas, son los dos vectores distintivos de su creación. El no-lugar hace pensar, así como el dolor y el desarraigo hacen mucho más conscientes de la luz, de la vida. Ha afirmado la escritora que “Del horror a lo existente nacen, si somos valientes, los libros y las revoluciones”; o “Los exilios son experiencias muy dolorosas y a la vez muy enriquecedoras, como el amor”; también: “Todos somos exiliados de algo o de alguien”; finalmente, “partir / es siempre partirse en dos”, como recuerdan Virginia Lucas y Natasha Tanna en un inteligente trabajo que habla de escisión, fractura, deseo y exilio.
La literatura es suficiente y se basta a sí misma, pero en el caso de Peri Rossi, ética y estética van de la mano, se iluminan y nutren como una sola cosa. Sin utilitarismos, proclamas ni manifiestos, su literatura imaginativa arriesga, interpela, incomoda, hace preguntas. Su escritura, deslenguada e inconformista, sensual y revolucionaria, habla de pasiones e injusticias, cuestiona –con frecuencia a partir de lo abyecto como modalidad desestabilizadora, al decir de Kristeva– convenciones sociales, sistemas férreos de pensamiento y discursos heredados. Como quería Benjamin, “pasa por la historia el cepillo a contrapelo”. Y lo hace desde el humor, una de las más sutiles formas de inteligencia.
La escritura de Peri Rossi, que puede ser fascinante y aterradora, tiene un poder de revelación constante, una fuerza inaudita en las imágenes –por eso también es poeta cuando escribe narrativa o ensayo–, un pulso, que es el del deseo, el de la infancia como revulsivo y catalizador, la voracidad en el vivir. Es una escritura insolente que celebra la vida, que inaugura el mundo en cada página porque tiene esa curiosidad como detonante, ese deslumbramiento que no se pierde.
Prácticamente todos los géneros están en un mismo proyecto de escritura: ensayo, artículo periodístico, novela, relato, poesía. Su obra está empapada por la experimentación técnica y el ludismo vanguardista de los años sesenta, permanentemente renovados y actualizados. En cuento o en poesía, en novela o en ensayo, en testimonio o en periodismo, Peri Rossi ha construido una obra con voz propia y absolutamente inconfundible, ha elaborado su propia lingüística general. Tal vez, ella sí estaba (y sigue estando) al comienzo de una tradición literaria que, como los faros que atesora en su casa, echan luz sobre “la oscura noche de los significantes”.