Los criadores de caballos
Los elementos se combinan
en los tres y la genética
esa alquimia siempre misteriosa
de la personalidad encuentra
al hermano del medio
tironeado en una bifurcación
ahí donde es
hermano más grande y también
es el menor. Toma su propio curso
y en los tramos donde hay sol
la temperatura sube
pero nunca baja a la sombra. En su noche camina por un bosque
la nueva geografía
de un mapa por trasplante.
¿No es de eso en el fondo de lo que se trata la construcción del carácter,
esa abstracción sobre la que los padres
se acodan como en una ventana
para hablar de sí?
Pero en su noche no hay espejos
el bosque y sus criaturas desdicen
a la familia, parten
el cordón de la genética
como una rama. Y entonces avanza
solo su caballo entre las matas
abre un arco de fuego
invoca los misterios de una lengua que no aprendieron los demás niños.
Caballos de caza
Acechan el monte sobre tres
caballos con sus rifles
—el terror del bosque los sobrevuela
con los pájaros y sus plumas.
Todavía no están
seguros de querer poseer nada
son aún nómadas o extraños
al mundo de las posesiones.
Los ciervos cruzan el monte
y los persiguen como si hubieran
caído del cielo, con una voluntad
religiosa: los ciervos
en el monte simplemente van
como algo suave que se dobla
una articulación, una rodilla
el codo de alguno de sus cuerpos.
Los niños cazan sin saber
que son capaces de abrir una herida
que los acecha a ellos también
el peligro constante de las armas.
Cazan hasta que la cara del menor
desaparece púrpura
tras el velo de un accidente:
su ojo estallando por la pólvora
de una bala que atravesaba el monte
es ahora evidencia de la proximidad
de toda captura con la muerte.