No hubo mejor escenario para esta conversación como San Cristóbal de las Casas, Chiapas para abordar el trabajo lírico de Ruperta Bautista Vázquez, originaria del municipio de Huixtán (1975). La poesía, en el escenario chiapaneco, palpita en diversas lenguas, búsquedas y estéticas. Una de esas lenguas es el bats’i k’op; pertenece a la familia lingüística maya y es la que emplea, además del español, la antropóloga, educadora, dramaturga y poeta. Su obra figura en el horizonte de la literatura mexicana contemporánea. Ha sido traducida a otros idiomas como el inglés, el catalán o el italiano. Publicó los poemarios Ch’iel k’opojelal / Vivencias (CELALI, 2003), Xchamel Ch’ul Balamil / Eclipse en la Madre Tierra (CDI, 2008, reedición 2014), Xojobal Jalob Te’ / Telar Luminario (Pluralia Ediciones / CONACULTA, 2013). Su último libro de poesía, Me’on ts’ibetik / Letras humildes (2021) pertenece a la colección El Ala de Tigre que coordina la UNAM. En esta entrevista se retoma su testimonio sobre Xojobal Jalob Te’ y aquellos poemas que reflejan las preocupaciones sociales de la escritora.
Krishna Naranjo Zavala: Veo en tu poesía dos vertientes: la veta social y el interés por lo cósmico. En Xojobal Jalob Te’, hay referencias al espacio, al tiempo e identidades del universo maya como saeteros, danzantes, guardianes, guerreros. Me gustaría que ahondaras en ello.
Ruperta Bautista: En “Lunes en el pozo”, lo que yo hago es escribir realmente lo que pasó y sigue pasando, solo que hay algo que no está funcionando bien en nuestro país y está siempre en contra de los pueblos originarios o de las poblaciones diferentes porque no entran dentro de las estructuras políticas, económicas, de poder, en este país.
K.N.Z.: Estamos refiriéndonos al 22 de diciembre de 1997…
R.B.: Exactamente, “Lunes en el pozo” es un poema que lo escribí cuando sucedió esta masacre en Acteal; como mujer tsotsil para mí fue muy fuerte. Y los poemas de Xojobal Jalob Te’, que significa “Telar luminario”, traducido al español, es un libro con esa intención cósmica, porque yo —no quiero decir plenamente— estoy intuyendo que los humanos tenemos esa capacidad de tener cierta luz pero estamos tan perdidos en este mundo material que nuestra luz se apaga. En ese libro intento que la gente lo entienda; que es luz, que no hay necesidad de tanta violencia, de tanta guerra, de dividirnos unos a otros: el caxlán por allá, el tsotsil por allá, creo que la humanidad misma es parte de esa formación cósmica.
Para nosotros los tsotsiles, existe la idea de que la gente que tiene mucha capacidad y mucha luz puede transmutarse en diferentes cosas, en aspectos de la naturaleza; puede ser un árbol, puede ser un pájaro, puede ser la nube, puede ser un rayo. En “Danzante” me estoy refiriendo a una mujer, una niña, joven danzante; ella tiene la capacidad de transmutarse en elevaciones, se va, se eleva al cielo. Esa capacidad la hemos perdido. Telar Luminario no es el telar simple, es la mezcla entre el tiempo y el espacio porque se integra en uno mismo, es indivisible.
K.N.Z.: En Xojobal Jalob Te’ ¿se da algún tipo de diálogo con tu comunidad?
R.B.: Creo que el diálogo se da poco por las condiciones. Para los pueblos originarios, esta cuestión de escribir es raro, pero no porque se desconozca. Existe el concepto de escribir que en tsotsil es ts’ib, solo que se ha opacado por bastante tiempo a partir de la conquista, entonces ven raro que se escriba. Cuando a mí me toca ir a leer en alguna comunidad, les llama mucho la atención. A quienes más les llama la atención es a las ancianas, a las personas de mayor edad. Hace algunos años, en Zinacantán, leí mis poemas, después de la lectura se acercaron a mí mujeres de edad avanzada, me decían “¿tú de dónde eres?, ¿quién eres?, ¿por qué hablas así? Así hablan solo los totiletique, que son los padres-madres de antes”, eso me decían. También para nosotros se les debe respeto a los ancianos. Yo no sabía qué responder porque ellas me decían que mi lenguaje era como de los mayores.
Me decían “también tu ropa es diferente”, yo les respondía, “soy de un pueblo tsotsil que se llama Huixtán y yo escribo así porque es la forma en que yo aprendí a hablar y a pensar; es como a mí me enseñaron”. Ellas me comentaban “es muy bonito, nos gusta mucho porque estás hablando como hablan los totiletique”. Eso es para mí importante, tener un lenguaje así es muy valioso.
K.N.Z.: Y es una manera de dar continuidad a ese lenguaje…
R.B.: En mi caso, no uso los rezos porque se merecen un respeto: el curandero, el rezandero, es una persona muy importante. No me gustaría tomar la palabra de ellos, no es para escribirse. Lo que yo escribo son palabras, escritos que voy formando, pensando. Es un lenguaje que no es cotidiano en el pueblo tsotsil pero no son los rezos porque son palabras sagradas.
K.N.Z.: Eclipse en la Madre Tierra es un poemario con una importante presencia femenina, ¿cómo impacta el ser mujer en tu escritura?
R.B.: En Eclipse en la Madre Tierra pensé mostrar todas esas malas acciones que hacemos hacia la tierra, hacia la naturaleza, pero varias personas me han dicho que hay bastante manifestación femenina. Como está destinado a la tierra, la tierra que es nuestra madre, varios poemas manifiestan lo femenino: cómo nosotras las mujeres podemos salvarla —a la tierra— y al salvar a la tierra, nosotras nos salvamos. Tal vez por eso aparece la cuestión femenina.
K.N.Z.: ¿Cuándo escribes concibes el poema en dos idiomas o lo escribes primero en tsotsil y después lo traduces al español?
R.B.: Generalmente escribo primero al tsotsil y después lo traduzco al español, pero hay palabras que no se pueden traducir al español. Entonces se queda la palabra así, al tsotsil, o se busca una equivalencia; esa es la forma en que trabajo con la poesía. Cuando escribo teatro lo hago solamente al español porque ahí el mensaje va directamente a la población mestiza. Algunas las dejo de manera consciente al tsotsil para que el público se asome a este tipo de lenguaje que es completamente diferente, culturalmente, al español.
K.N.Z.: ¿Cómo escribes?, ¿cómo es tú proceso?
R.B.: Hace como unos veintitantos años, la verdad es que no tenía mucho tiempo de escribir porque acá en San Cristóbal era estudiante, trabajaba en tres espacios casi al mismo tiempo porque no me alcanzaba para la universidad y también trabajaba con niños, con adultos. En ese tiempo trabajaba educación alternativa y entonces tenía trabajos en diferentes lugares, pero también iba a clases de teatro, iba a clases de literatura y tenía que entregar los trabajos en la universidad. Cursé diplomados en Derecho Indígena, entonces tenía muchísimo trabajo y la verdad es que mis poemas los hacía caminando. Lo que hacía era doblar, como se dice, en ocho partes una hoja… primero tenía que idealizarme lo que yo quería escribir, de ahí decidía las palabras que quería presentar. Entonces yo iba escribiendo cuando se me venía una frase, “ah, esto es interesante”; esa era mi forma de escribir. Recuerdo mucho esa etapa porque los compañeros de trabajo me decían “es que te vas a chocar un día en el poste”. Todo el tiempo iba así, escribiendo y escribiendo.
K.N.Z.: Hacías poesía en movimiento…
R.B.: Exacto. En las calles caminando y escribiendo porque llegando al trabajo guardaba mi hojita en los bolsillos de mi pantalón y me ponía a trabajar. Y saliendo otra vez: del trabajo a la universidad, era mi momento de escribir. Llegando a la universidad lo volvía a guardar, después lo volvía a abrir, entonces a trabajarlo. No tenía computadora más que la máquina de escribir, era la que yo usaba. Ahora tengo el tiempo suficiente para escribir y entonces sí, me siento a pensar y a escribir.
K.N.Z.: ¿Qué nos puedes decir sobre “Lunes en el pozo”?
R.B.: Cuando lo estoy leyendo no se trata solamente de transmitir al público todo ese horror que sufrieron los hermanos tsotsiles el 22 de diciembre de 1997. Creo que toda la sensación que yo sentí, yo percibí, para mí era muy fuerte. Es que no se puede hacer eso, ¿por qué tanto odio a los pueblos originarios? No puedo entenderlo. En “Lunes en el pozo” hay imágenes que realmente representan aquel momento. Eso es lo que yo creo que pasa y creo que la gente cuando lo lee o lo escucha, lo percibe. En el momento en que estoy leyéndolo, digamos que me hice un escudo porque si no, no podría. “Lunes en el pozo” fue escrito para la memoria. Cuando pasó eso dije, tengo que hacer algo porque esto no se puede silenciar, ese algo fue escribirlo; va a quedar ahí con el tiempo, va a quedar plasmado.
K.N.Z.: En algunas entrevistas has comentado que te acercaste a la escritura a raíz del movimiento zapatista, ¿sigues considerando que tu arma es la literatura?
R.B.: La literatura en Chiapas empezó y surgió como una necesidad de denunciar, de reivindicar la cuestión de los pueblos originarios. Aunque creo que no todos los que escribimos están conscientes de eso porque cuando empezamos, hace veintitantos años a escribir, la idea no era llegar a ser una famosa escritora o aquella que aparece en las redes sociales.
No solo se dio en la literatura; desde mi punto de vista, fue en tres ramas del arte: la música, la pintura y la literatura. Surgió este movimiento como parte de esta reivindicación, pero con el paso del tiempo el gobierno chiapaneco se apropió, cooptó a la gente que estaba tratando de hacer propuestas a partir del arte; la mayoría se fue hacia allá por intereses económicos, por… no sé, muchas cosas.
Mi poesía por eso surge, como una necesidad de manifestar todo lo que está pasando o lo que le está pasando a la comunidad. En ese sentido es que yo considero la literatura como una herramienta de lucha y una herramienta de lucha en la que se puede manifestar la voz de una mujer tsotsil. Ahora tenemos espacios; hace veinticinco años no encontrabas a nadie que escribiera en tsotsil; digamos que, desde el punto de vista de un caxlán, la indígena es aquella que trabaja en la servidumbre, barriendo en las calles o vendiendo artesanías.
Incluso había académicos que con cierta burla decían, “cómo van a llegar, pobrecitos. Son pueblos ágrafos, no van a llegar…”, era como “pobrecitos, pobres indios, déjalos”. Y era tomar el reto y decir ¡claro que sí! Sí podemos, aquí estamos. Somos nosotros. Tenemos suficientes herramientas para hacerlo. Así fuimos abriendo camino; ahora hay escritoras, poetas, pero se tuvo que abrir camino haciendo propuestas a través de la escritura. Yo creo que siempre hay alguien que abre camino para que los demás sigan, que algunas más jóvenes vayan perdiéndose en el camino o no tengan el entendimiento de cómo surge, eso es como tarea de ellas ¿no?, entender que no fue de la nada. Hay quienes no tienen claro cómo surge la literatura en el caso de Chiapas.
K.N.Z.: ¿Qué voces reconoces de la literatura tsotsil?
R.B.: Por el camino que se ha abierto, ya podemos hablar de poesía tsotsil. En narrativa tsotsil son muy pocos. Hay quienes dicen que hemos avanzado, hemos dado saltos porque creen que sí hay trabajos buenos, pero si uno se detiene a ver el tiempo que llevamos escribiendo en esta forma, es muy reciente. Trato de leer a todos para conocer lo que escriben, cómo están escribiendo, qué están pensando, hacia dónde se están enfocando.
Yo creo que sí hay buena literatura en tsotsil, incluso trato de leer a los escritores tseltales; el tseltal es una lengua muy parecida a la de los tsotsiles, es la misma línea, la misma rama. En general trato de leer a los escritores en lenguas indígenas de Chiapas y lo que hay en México; uno tiene que saber qué está pasando. Aquí en San Cristóbal cuando hay algo nuevo, algo diferente, me gusta ir a ver qué está pasando, que se está proponiendo. En general, trato de leer la literatura que se está haciendo en Chiapas, es importante alimentarse. Me considero exigente porque así me formé en mi familia. Recuerdo que mi madre decía “si van a hacer algo, háganlo bien, si no, mejor no lo hagas”. Entonces esto también lo hago en este trabajo. Intento hacer eso; intento, digo, porque no siempre se puede.
K.N.Z.: ¿Qué poetas lees, qué poetas te gustan?
R.B.: A lo mejor resulta contradictorio, tal vez, pero me gusta leer la poesía escrita por caxlanes. Me gusta Baudelaire; Paul Auster por su forma de construir los personajes. Ahora intento incursionar en la novela, leer más narradores para conocer las formas. En la cuestión de poesía indígena, a mí me parece que uno de los libros, puedo decir que es poesía y narrativa, es el Popol Vuh; me gusta leerlo porque es uno de los libros que fundamenta nuestra cultura. Leo también a María Sabina porque sus palabras son muy sabias y transportan a lo cósmico.
San Cristóbal de las Casas, Chiapas, 3 de mayo de 2018
Universidad de Colima