JD Pluecker: Me da mucha alegría poder hacerte algunas preguntas sobre tu libro Poem That Never Ends [Un poema que no termina nunca] que acaba de publicar Essay Press (30 de abril, 2021). Leí tu libro, que me pareció hermoso y conmovedor, como una reflexión sobre la experiencia de ser padres, la maternidad, la inmigración, el cruce de fronteras, la ausencia y la presencia, los silencios a través de las generaciones, la discapacidad, la audición, el lenguaje; el libro es muy rico y tiene tantas aristas que la lista podría seguir interminablemente.
He decidido hacerte las preguntas en inglés porque la cuestión del inglés y tu decisión de escribir el libro en esta lengua define el perfil de sus primerxs lectorxs. Teniendo en cuenta que naciste en Buenos Aires pero vivís en Nueva York, esta decisión dice mucho sobre a quienes se está invitando a leer (al menos inicialmente) y de quienes se toma cierta distancia. Aborda la intimidad y la distancia de una forma realmente elegante. Por esa razón pensé en que tuviéramos esta conversación en inglés, tu segunda lengua, a su vez una lengua en la que escribís con gracia y destreza.
Bueno, una pregunta entonces: el libro empieza con un fragmento (o un poema en prosa) que se llama “The Sound of Blinds Being Pulled Up Is the First Sound”. Lo primero que aparece es un sonido, algo efímero, como lectorxs tenemos la sensación de que se nos permite asomarnos a un espacio interior, y al mismo tiempo se nos recuerda que hay una persona frente a la ventana, mirando hacia afuera mientras abre las persianas. En este fragmento hablás con vos misma, reflexionás sobre la decisión de abrir las persianas, y a su vez, inmediatamente hablás de las dificultades para escuchar, de tu madre y de la madre de tu madre. ¿Cómo te sentiste al escribir este libro que abre las persianas para asomarse a la interioridad de tu familia? ¿Cómo te sentís ahora que ha sido publicado y que va a encontrarse con lectorxs de habla inglesa?
Silvina López Medin: Gracias por tus palabras sobre mi libro, JD. Es el primer libro que escribí casi totalmente en una lengua que no es la mía. Traza una secuencia de madres —mi madre, la madre de mi madre, yo como madre— en una lengua que mi madre no habla. Respondiendo tu pregunta, para escribir este libro, para “levantar algunas persianas”, necesitaba esta capa adicional entre el lenguaje y algunas cosas de las que no era fácil hablar, entre esta lengua (el inglés) y mi lengua materna, entre mi madre y yo. O, como digo en el libro, acá “el lenguaje es una distancia necesaria”. Supongo que, como una extensión de eso, acá el lenguaje tal vez funciona también como una especie de persiana protectora entre lxs lectorxs y yo. Tal vez no persianas metálicas, como las de ese primer poema, sino más bien unas persianas translúcidas: estoy expuesta pero no tanto como lo estaría en mi propia lengua.
JDP: La forma del libro es muy variada y compleja, combina imágenes, diagramas, fotos, poemas, fragmentos en prosa, entradas de diario. Incluso hay una especie de libro fantasma dentro del libro, que creás al remarcar ciertas palabras en negrita en varias páginas, que forman una suerte de erasure poem (poema-tachadura) en las secciones en prosa. Esto sucede dentro de cada sección y a su vez emerge al final del libro como una Coda en la que todas las palabras remarcadas en negrita a lo largo del libro se unen en un largo poema. ¿Podrías hablar del proceso creativo de este libro y cómo llegó a tener la forma que tiene?
SLM: Mi madre, al igual que mi abuela, tiene hipoacusia. Yo no heredé esta condición. El uso de una segunda lengua en este libro funciona al menos de dos maneras. Genera una distancia —mi madre no puede leer este libro—, pero al mismo tiempo, ha sido una manera de conectarme con la experiencia de mi madre. En el sentido de cómo funciona nuestro oído cuando nos movemos entre distintas lenguas, cómo, por ejemplo, cuando estoy inmersa en el inglés, me cuesta escuchar bien (a veces me ayuda “leer los labios” que es lo que mi madre hace para entender a lxs demás). Fue muy claro cuando empecé la maestría de escritura creativa en inglés y tenía que escribir poemas en una lengua ajena: me costaba escuchar la música de mis propias palabras. De alguna manera, esto me acercó a la experiencia de mi madre. Hay aspectos formales del libro que relaciono con esta condición de mi familia —las preguntas, las repeticiones, el reensamblaje, la necesidad de lo visual— y con la idea de la escritura como un gesto poroso e inquieto hacia eso que nunca llegamos a captar del todo. Mi madre, por su hipoacusia, muchas veces se pregunta si escuchó lo que escuchó, necesita pedir que la otra persona le repita lo que dijo, tiene que reensamblar los fragmentos que escucha, necesita de lo visual para ayudarse a entender. Son algunos aspectos que encuentro en el libro a nivel formal. Este “libro fantasma” tiene que ver con eso, con nuestra percepción parcial de las cosas, y cómo esas percepciones a su vez crean capas y se interconectan.
JDP: En el libro incluís fotos de fotos familiares que tu madre sacó con el celular, y que luego te envió a vos. Esta capa adicional de fotos de fotos pareciera ser algo importante, ya que el libro constantemente nos invita a desplazarnos entre distintas capas. En muchas de estas fotos, los miembrxs de la familia no se miran entre ellxs, sino hacia la cámara o fuera de campo. Mientras que en otras fotos, sí se miran. Estos momentos se potencian porque el libro nos lleva a observar qué es lo que las personas miran en las fotos, y a aprender de esas miradas. Me pregunto, ¿cuál es la relación entre este énfasis en la mirada y el oído, y la maternidad?
SLM: Es una muy buena observación. Hablo de la manera en que lxs familiares miran en distintas direcciones en esa primera foto, pero no había pensado en esto como un hilo que atraviesa el libro. Ahora me doy cuenta de que en casi ninguna de las fotos la gente se está mirando. Supongo que esto tiene que ver con cierta dislocación en la manera en que nos comunicamos. “Mi madre y yo necesitamos cierto desfasaje”, digo en el libro. Esto me hace pensar en el epígrafe, que es de Alejandro Zambra, “Pero nuestros padres nunca tienen cara realmente. Nunca aprendemos a mirarlos bien”. Esa dislocación es uno de los aspectos de la forma en que nos percibimos unxs a otrxs, tal vez potenciado en la forma en que vemos a nuestrxs padres y madres ya que tendemos no a verlos a ellxs, sino los roles que desempeñan. En toda relación conviven esos aspectos: conexión y dislocación, pero tiendo a escribir en la zona de la dislocación, porque es ahí donde las cosas, y las palabras para nombrarlas, tal vez necesiten ponerse en movimiento. Formalmente, la fragmentación era también una manera de exponer los huecos/dudas/interrogantes en torno a la experiencia de ser madre, que —como toda experiencia— es imposible de oír, ver, captar del todo.
JDP: Creo que este es otro de los aspectos hermosos del libro, dedicás una gran parte del texto a reflexionar sobre tu madre y la madre de tu madre, y al mismo tiempo abordás tu propia maternidad. Pienso en la “escena” final del libro, y digo “escena” por lo cinemático de la narración: los destellos y las miradas, los planos largos, el foco en los modos de mirar. La figura de la madre (Mamá) —que sos y no sos vos y es y no es tu madre— aparece con fuerza en el último poema del libro. ¿Cómo surgió este último poema?
SLM: Me gusta que digas “cinemático” porque trabajé en este libro como si de algún modo fuera un guión, y pensaba las distintas partes que lo componen como si fueran “escenas”. En realidad, este poema-escena final, que es el que da nombre al libro, fue el primer poema del libro que escribí. Quería forzar la repetición de la palabra mamá a ver qué surgía de ella, y lo que surge en este poema es una multiplicidad de madres (mi madre, su madre, yo misma, mi abuela paterna etc.). La palabra es la misma, pero lo que surge de ella cambia todo el tiempo, incluso habla de cuestiones contradictorias. Al fin y al cabo, ¿no es mamá una de las palabras en torno a la cual más nos movemos en nuestras vidas? Incluso cuando mueren, no muere.
Y quería explorar esa necesidad constante de definir a una madre —“mamá es esto” “mamá es lo otro”—, algo que no solo nosotras como hijas hacemos, sino que, como madres, escuchamos permanentemente hacer a lxs demás, incluso a nosotras mismas. Quería intentar exponer algunas de las complicaciones, las contradicciones, y también la ternura, la dependencia mutua, que son parte de la experiencia de la maternidad.
JDP: Al leer el libro, me sentí sumergida en los sentimientos de nostalgia y de pérdida que conlleva la inmigración, y en el modo en que estos sentimientos se vuelven una herencia que pasa de generación en generación. Tanto para vos, con tu venida a Estados Unidos. Como para tu madre, con su traslado de Paraguay a Argentina. El libro se enfrenta a lo indecible, lo fragmentado, el desafío de reconstruir una historia que ha sido rota muchas veces. Escribís, “está permanentemente reconstruyendo / frases a partir de fragmentos, ¿no es eso / escribir?”¿Pensabas en la idea de fragmentación como una herencia de la inmigración?
SLM: Creo que la escritura tiene que ver con lo dislocado, el extrañamiento, una especie de falta de equilibrio en las cosas que hace que quieras nombrarlas. O al menos me cuesta escribir a partir de experiencias alegres, armoniosas. Uno de mis primeros recuerdos asociados a la escritura son las cartas entre mi madre (en Argentina) y su madre (en Paraguay, su país natal). Es decir que, desde el principio, la escritura tuvo que ver con estar fuera de lugar. Con el cambio de perspectivas. Las cartas son fragmentos de vida que se cuentan, que luego mi madre literalmente rompía en pedazos. Lo digo en el libro: leía cada carta una vez y luego la rompía. Debe haber habido más de cien cartas, y yo escribí este libro a partir de las únicas dos que guardó. No estoy segura de que hubiera podido escribirlo si todavía viviera en Argentina. Necesitaba esa distancia construida con lenguaje, pero también necesitaba la distancia física concreta. Entonces, tal vez al menos para este libro, esa dislocación era necesaria, y la fragmentación que conlleva, las grietas que provocan distancias y a su vez abren espacios.
JDP: Tu manejo del lenguaje y el estilo en este libro es deslumbrante. Realmente maravilloso. Y este foco en cómo decir algo es significativo. Dirige nuestra atención hacia la materialidad del lenguaje —escrito y oral— especialmente cuando abordás la sordera y la hipoacusia de tu familia. En un momento, decís de tu tío, que tenía hipoacusia, “A veces nos costaba entender. No a él, sino las palabras que salían de su boca”. ¿Pensás en esto como una alegoría? ¿Estás apuntando de forma más amplia a los problemas de comunicación y falta de comunicación a nivel del lenguaje y dentro de las propias familias?
SLM: Siempre me interesó el carácter físico de la escritura. Pero antes de escribir este libro, creo que nunca había pensado en la relación entre la percepción material de las palabras y la manera de comunicarme con mi familia. Mi mamá lee los labios, entonces desde muy chica yo remarcaba la forma de las palabras en mi boca para que ella (o mi tío) me entendiera. Como digo en el libro, “las palabras se volvían más materiales”. Una de las cuestiones que me preocupaban mientras trabajaba era que no fuera únicamente sobre mi experiencia personal. Trato de concentrarme en lo que el texto hace a nivel del lenguaje, de qué modos el texto puede abrir espacios para que lxs lectorxs ingresen, para que de alguna manera se vuelva un espacio compartido. Y digo espacio porque es una de las cosas que me interesa en la escritura propia y ajena —aún si unx permanece dentro del espacio de la página— el gesto que tiende a transformar las dos dimensiones del papel en un espacio tridimensional.
Y sí, pensaba también en los problemas de comunicación en un sentido más amplio. Este aspecto intermitente/fragmentario es parte del modo en que nos relacionamos unxs con otrxs, algunas veces puede ser difícil, y otras veces hermoso.
Traducida del inglés por Silvina López Medin