Puedes tardar días o un parpadeo en subir una montaña, en el camino te irá mostrando su cuerpo, lo que la hace más habitable a pesar de lo inhóspito, en su cima te sentirás tan pequeño que cualquier brisa te desmoronaría fácilmente. Es difícil subir una montaña sin compañía, la fuerza viene de caminar en colectividad, de compartir vida: agua, confianza y esperanza. Al bajar de ella todo lo verde se queda en tu piel y todas sus voces se vuelven tu memoria. La montaña se hace pequeña, se queda en ti y la puedes compartir como si fuera un canto. Los que nacimos en ese subir y bajar de montaña, la llevamos en nuestro corazón: una pequeña montaña que es nuestra fortaleza.
Cuando llega el tiempo del hambre, los poetas de mi pueblo suben a las montañas para pedir a los rayos que manden lluvias, el agua cae con su voz de relámpago y da alimento al pueblo. Son los poetas del rayo, los que guardan la historia de las palabras y tienen el don de hacer llover, de hacer brotar agua de las piedras. Las palabras son lo que da vida a la poesía, nuestra montaña es la que dio vida a las palabras, si no hay mundo que nombrar, no habrá poesía mè’phàà de la montaña.
Hoy las mineras tienen interés en nuestras montañas:
En los últimos años el territorio de los pueblos indígenas de la Montaña y Costa Chica de Guerrero ha despertado el interés del sector minero debido a los 42 yacimientos mineros que en ella se encuentran. El Gobierno Federal ha otorgado alrededor de 38 concesiones por 50 años para que diversas empresas realicen actividades de exploración y explotación minera en la región de la Montaña, sin tomar en cuenta los derechos de los pueblos indígenas náhuatl, mè’phàà y na Savi. Los títulos entregados de la región tienen un estimado de 200,000 hectáreas y actualmente se encuentran, todos, en la fase de exploración.
A pesar de que algunos pueblos han interpuesto amparos como el caso de San Miguel del Progreso, municipio de Malinaltepec, el problema sigue vigente porque no se han cancelado de manera definitiva las concesiones.
De llevarse a cabo, estos proyectos implicarían el desplazamiento de los pueblos, la llegada de grupos delictivos del crimen organizado, la prohibición de cultos, agricultura y caza, que fundan el saber y la identidad de la vida comunitaria. En La Montaña se vive el constante acoso paramilitar, militar y de grupos criminales, que a través de la violencia ejercen formas de despojo del territorio. Nuestro pueblo ha resistido, si nos quitan el territorio nos quitan la posibilidad de ser mè’phàà.
Viajar al Banff Centre for Arts and Creativity en Canadá, fue una de las experiencias más bellamente dolorosas que he tenido. Soy de la montaña y sé lo que ésta significa en la memoria de un pueblo: ver los paisajes y encontrar nombres vacíos sin la historia que les dio origen, significa que hubo pueblos que fueron desplazados, quedó el nombre de sus territorios, pero sin ellos. Aquí en Canadá, sus montañas están cuidadas, los ríos son cristalinos, el aire es puro, los alces crecen sanos.
Pienso en las montañas, en las que operan las empresas mineras canadienses. En mi región son: Leagold, Gold Corp, Newmont, Minaurum Gold, Newmont Vedome Resources y Hochschild Mining, Torex Gold Resources, considerada hasta 2015, “La mina de oro más grande de América Latina y la principal generadora de oro a nivel nacional, está ubicada entre los pueblos de Mezcala y Carrizalillo, Guerrero”. Una de las zonas con mayor índice de violencia causada por los grupos delincuenciales en convivencia con los grupos armados del Estado y bajo el amparo de las autoridades políticas.
Hay desplazamiento de comunidades y daños irreversibles a la salud: cáncer, problemas respiratorios y malformaciones genéticas. La tierra, el aire y el agua en vez de vida son veneno, cargan metales pesados. Los asesinatos y las desapariciones forzadas relacionados con la impunidad que sufre el territorio, se cuentan por decenas desde que llegaron las mineras. Los que antes eran cerros verdes, ahora son hoyos y ríos de cianuro. A este paso el mundo terminará en grandes zonas de reserva para ricos: belleza que le costará la muerte a otras montañas, como mi montaña, la que vive en mi lengua y en la piel de los niños que nacen en mi pueblo.
Hoy se pide la lluvia para vestir de verde la montaña de los niños rayo, para que su palabra sea trueno que dé luz a nuestro mundo, canto para la sed de nuestra memoria. Por eso, en la montaña les hablamos a los distintos aires, el que llega bailando con las hojas, el que cubre de ceniza la piel, el que llega silencioso y se va llorando, les hablamos para que no solo se lleven nuestra palabra a otros oídos, sino para que también se quede en su corazón.
Las fotos incluidas fueron tomadas por Anya De León en la comunidad mè’phàà de La Montaña de Guerrero.
Notas
1Tlachinollan, “Informe Juba Wuajiín”, p. 6.
2En Bajo palabra, “Carrizalillo, la maldición del oro y el crimen en Guerrero” y Environmental Justice Atlas, “Mina Los Filos – El Bermejal, Carrizalillo, Guerrero, Mexico”.
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