Busqué y quiero a la niña bonita de Winkua por diferentes razones, una de ellas su nombre: Jayariyú, por la forma como todos les decíamos “Jaya” evocaba el nombre originario de mi hermana menor Jayarra. La busqué por su prosa y por la seguridad que me dio cuando vi su rostro por primera vez, me dije: “ella es mi amiga, pero aún no lo sabe, no me conoce, pero haré que me conozca y no me separaré de ella jamás”. Así ha pasado con varias amigas que la vida me ha dado, hermanas de otros vientres, sabemos que seremos amigas toda la vida.
Por Jayariyú supe que una forma de integrarnos como Pueblo Indígena era llamarnos: “Gran Nación Wayuu”. Buscábamos la forma legal de transcender este tema de las nacionalidades y dejar un camino más amable y gentil a quienes, a diferencia nuestra, no conocen sus derechos.
Por el periódico Wayuunaiki empecé a remplazar el Día de la Raza por el Día de la Resistencia Indígena, porque raza sólo una: la humana. Ella me enseñó el valor del rostro Indígena, el rostro de nuestra identidad. Fue mi maestra y lo sigue siendo. Atesoro sus notas de voz, una voz que me desgarra el alma por su prematuro silencio y por no hablar más tiempo con ella, por no propiciar más espacios juntas, si sólo era cuestión de cruzar la frontera, donde ella con un “Hola mi amor” me esperaba en su Paraguaipoa del alma.
Jayariyú les decía a todas las mujeres mayores Wayuu “Tía”. Todas las mujeres Wayuu eran sus tías y sus hermanas, yo le criticaba su forma bondadosa de ver el mundo, amable y gentil como decía ella. Eran más las cosas que nos separaban, pero terminábamos unidas en el tema Wayuu y en nuestras conversaciones de madrugada tenía la confianza para despertarla y decirle a las 4 de la madrugada:
—Jaya, ya sé que título le voy a poner al cuento o ella a mostrarme los planos de La Posada
—Pero, Jaya son las 3 de la mañana!!!
—Ajá chica, ¿y tú, cuando me despiertas a mí para decirme el título de tu cuento?
Definitivamente éramos hermanas, con diferencias que nos unían. Hoy confirmo que todas las mujeres Wayuu eran sus tías, ayer unas mujeres Wayuu de Paraguaipoa vinieron a visitarla, otras vinieron de los Filuos, del barrio Indio Mara, de bomba Caribe, de Maicao, eran tantas las tías de Jaya que sólo hasta ayer me di cuenta que la amable y gentil era ella.
Un 8 de abril de hace 6 años le escribí unas líneas, que leo una y otra vez, sólo para preguntarle y preguntarme ¿por qué se las escribí?
“Muchos años después, en algún lugar de la península se escuchará el jayeshi de la wayuu que se convirtió en mariposa, la que buscó besos de azúcar y se encontró con besos salados; aquella de mirada constante, de palabra precisa y sonrisa perfecta. La mariposa que le coqueteaba al sol sólo para provocar la ira de la luna y la risa de las estrellas. La única que sabía llegar a donde nace el arco iris y donde mueren las ilusiones…. Feliz Cumpleaños Jayit!!!!!!!!”
Sigo en nuestra lucha y digo nuestra porque las páginas del periódico Wayuunaiki estaban y están siempre dispuestas para mí. Su voz de aliento para continuar la búsqueda y restablecimiento de derechos colectivos con ese “Claro mi amor que podrás”. Nuestra próxima meta era lograr a través de medios indígenas la masificación y presión social en redes, para lograr la doble nacionalidad para el Pueblo Wayuu, hoy mi lucha ya tiene nombre y se llama “Jayariyú Farias Montiel”, quien me enseñó que la Gran Nación Wayuu es posible.