En su influyente libro The Medium is the Massage, el teórico de los medios Marshall McLuhan sostuvo que:
Cuando enfrentamos una situación completamente nueva, somos propensos a atarnos al objeto, al sabor del pasado más cercano. Miramos el presente a través de un espejo retrovisor. Marchamos hacia atrás en dirección al futuro.
La afirmación de McLuhan es particularmente esclarecedora cuando pensamos en la literatura digital, desde los experimentos a finales de los 80 y principios de los 90 del siglo XX con la narrativa hipertextual (teorizada por George Landow y Jay David Bolter), hasta la amplia gama de proyectos poéticos digitales (teorizada como una continuación del espíritu de las vanguardias históricas, como afirma Loss Pequeño Glazier). Muchos informes sobre la literatura digital o electrónica ciertamente destacan la conexión con la tradición de la literatura experimental y también exploran los aspectos (im)materiales de sus “bits”, “quarks” y “quirks”, con respecto al tema de los textos “nacido digitalmente”. Una obra nacida digitalmente, de acuerdo con N. Katherine Hayles, es “un objeto digital de primera generación creado en un computador y (generalmente) destinado a ser leído en un computador. La poeta Stephanie Strickland comienza su ensayo “Born Digital” afirmando que “la poesía electrónica depende de código para su creación, preservación y exhibición: no hay manera de experimentar la literatura electrónica a menos que un computador la esté ejecutando, leyendo y posiblemente también generando”. “Born digital” se cita entonces como una característica clave de textos electrónicos, o por lo menos, se considera un criterio por medio del cual muchos críticos se acercan a esta forma emergente de la literatura. Hayles luego cita a la Organización de Literatura Electrónica, la que identifica la literatura electrónica como: “una obra con un importante aspecto literario que aprovecha las capacidades y contextos que un computador autónomo o en red aporta”. Existen numerosas taxonomías para clasificar los “sabores” emergentes de la producción de literatura digital; estos incluyen (pero no se limitan a): obras generativas y cinéticas, narrativas hipertextuales y de hipermedia, poesía en código, obras literarias ergódicas, creaciones híbridas (impreso-digitales), experimentos de videojuegos literarios, obras móviles locativas, etc.
El dossier actual de Latin American Literature Today no pretende ser una teorización completa de esta forma literaria; tampoco busca canonizar una serie de importantes obras literarias digitales que pertenecen a ese corpus de obras que ha ido emergiendo en Latinoamérica en el último tiempo de manera bastante rápida. Sin embargo, sí articula prácticas innovadoras, históricas y contemporáneas desde la literatura, para citar al experto colombiano en visualización de datos y poeta digital Santiago Ortiz. Por consiguiente, te animo, lector, a pensar este dossier como una muestra o una exhibición de formas innovadoras de pensar y hacer literatura hoy en día.
Teniendo en cuenta lo anterior, en el primer ensayo incluido en este dossier, Jaime Alejandro Rodríguez Ruiz traza la trayectoria de la escritura literaria electrónica en Colombia y también analiza la industria cultural que ha estimulado el crecimiento de la producción y circulación de estas obras. En el segundo artículo, Claudia Kozak examina el papel de la literatura en la era digital —el “tiempo de bits” post-proustiano, como lo llama ella— primero, trazando la historia del poema digital en Argentina y Brasil y, posteriormente, analizando dos ejemplos contemporáneos. La contribución de Kozak a este dossier es múltiple debido a su tratamiento de la circulación de textos literarios (poéticos) digitales, en su definición concisa, pero exhaustiva, de la poesía digital, así como también en la valiosa trayectoria que establece. En cierto sentido, el aporte de Luis Correa Díaz sugiere que la escritura digital en Latinoamérica también “camina adelante hacia el pasado”, para hacer un juego de palabras sobre la cita de McLuhan incluida más arriba. La lectura de Correa-Díaz de “Soy una máquina y no puedo olvidar” del poeta electrónico mexicano Martín Rangel se basa en el imaginario borgeano tanto sus textualidades pos-humanas y como de sus textualidades cyborg. El poeta protagonista y robótico en la obra —apropiadamente llamado Whitman— muestra cómo una corriente significativa en la literatura electrónica en Latinoamérica ha permeado las textualidades impresas en nuestro momento pos-humano actual y (socialmente) mediado que, sin embargo, todavía permanece anclado en la impresión. El imaginario digital, entonces, se extiende “de vuelta” al ámbito de los innovadores experimentos literarios impresos. En el último ensayo incluido en este dossier, Thea Pitman aborda el trabajo innovador que se está haciendo en el campo de la escritura digital de mujeres, proporcionando un amplio panorama de la literatura electrónica latinoamericana y latinx producida por un grupo de importantes autoras.
El texto de Pitman, entonces, establece y gestiona una posible canonización de un campo más amplio de la literatura electrónica contemporánea. En un sentido más general, el espacio (virtual) que este dossier busca delimitar para la literatura digital latinoamericana implica una conjetura sobre el futuro de la literatura y sobre el pasado de la literatura tanto en los textos literarios impresos como en el ámbito digital. Explorar las potencialidades virtuales de un texto literario digital en la actualidad, entonces, es regresar obsesivamente a la ontología de la literatura y también indagar en cuanto a su futuro.
Scott Weintraub
The University of New Hampshire
Traducción de Rosario Drucker Davis