I: “Yunta”
1.
Tú y yo.
2.
Comenzaremos de cero.
3.
Aquí no estamos ni tú ni yo;
y sin embargo recorreremos
juntos estas líneas.
Como manecillas de reloj,
en dos tiempos viviremos
la noche y el día.
4.
Cuento contigo, te invento
como me invento a mí mismo,
otro en mi sombra y en la tuya.
5.
Te llamo yo. Te llamas yo.
Tu nombre es mi lengua.
En cada palabra te digo.
6.
Acadio, hitita, elemita, arriba
aprendo a escribir en lo oscuro;
abajo los bueyes enseñan
a leer con ojos de cerradura.
Abismos a flor de piel,
poros jadeantes, volcanes
donde respira el invisible Hades,
las palabras parecen muescas.
7.
La mano que sigues no está.
Sigues semillas pisoteadas, cuñas,
huellas que marcan el rumbo.
Mi aliento titubea ofreciendo
palabras que serán otras,
acaso más tuyas que mías.
8.
Dar en el linde para dar
otra vez la misma vuelta,
abrir otra vez el mismo surco,
soñarme entero y sin yugo,
cubrir la tierra baja, fecundarla,
inundando las márgenes
con bordados chorros genésicos.
9.
Estuve aquí el 24 de octubre de 2014.
Tracé unas líneas para dejar estelas.
Negras, fértiles.
10.
No sé qué he dicho.
No sé qué callo.
11.
Me sentí antiguo.
12.
y ahora quizá lo sea.
13.
Bueyes de tierra baja,
peces de río revuelto,
solos lado a lado,
solo dos sílabas,
14.
tú y yo.
II: “La destrucciόn del presente”
Algo inmortal hay en nosotros que
quisiera morir con lo que muere.
Antonio Machado
Sabor, sonido, imagen.
Absorben, contienen, secuestran.
La sensaciόn se intensifica, se profundiza. Lo inmediato se prolonga hasta anular lo inmediato.
El presente no transcurre, escasea, desaparece en pasados que no pasan, que suceden ahora mismo, y siguen y seguirán sucediendo, como sueño o memoria.
Despertar hacia dentro en el cual me demoro, como si deseara fijarlo, recordarlo, tratando de recuperar sus redondeces y sus vueltas para permanecer en él, reconstruyendo otro y otro pasado, metiéndome en su ahora como en un sobre para dirigirme a la luz o al ruido de la calle, hasta llegar poco a poco a mi propio cuerpo, donde de repente me siento anclado, donde acaso podré diluirme como un puñado de sal en las palabras que me dejarán quieto aquí, abajo, rodeado ya no de luz y ruidos sino de algas y corales, entre agallas que respiran, reduciéndome, filtrándome, adivinando gota a gota el rumbo caudal.
Sensaciόn de pesar en el fondo de la página, donde he caído, y donde reposo como en una superficie profunda, tras haberme demorado en algún recuerdo que rueda sobre sí mismo, alejándome del punto de partida que es el presente, o que fue el presente, pues desde hace tiempo ha permanecido fijo, como la punta de un compás que da vueltas y más vueltas, trazando innumerables círculos de radios que se estiran o se encogen desde un centro idéntico.
Entonces no queda más remedio que hacer algún apunte, garabatos engavetados en tiras de papel que por azar descubro meses o años después para volver a perderme en la maraña de letras y sílabas con la esperanza de levarlas, comenzar en blanco, zarpar rumbo a no sé dόnde.
Mientras tanto, aquí estoy.
III: “Pájaro”
¿Lo viste? Acaba de saltar
de aquel verso a este.
¿No lo ves? Está ahí mismo,
En lo que acabas de leer.
¿Acaso no lo oyes?
¿Tampoco lo oyes?
Lástima. Se fue.