De repente la cuestión sobre género literario parece polémica en México. ¿Deberíamos referirnos a estas narrativas como de ciencia ficción? ¿Ficción especulativa? ¿Literatura fantástica? ¿Literatura de la imaginación? El debate sobre cómo categorizar la literatura no mimética parece estar pasando por unos cambios significantes e interesantes, lo cual revela mínimamente que no existe un consenso amplio sobre cómo llamar este tipo de producción cultural, especialmente por parte de los escritores de dicho tipo de creación. En un ensayo recién publicado aquí, en Latin American Literature Today, Alberto Chimal interrogó la historia y el uso del término “ficción especulativa” a fin de abogar que esta etiqueta viene del Norte global e intenta aplicar una terminología (e ideología) sobre un género creativo latinoamericano que no corresponde. En lugar de este término, él sostiene que “literatura de la imaginación” es un descriptor apto que captura bien lo que escriben. Pepe Rojo, quien no tuvo problemas con este término, pensó más bien que no se debería decir “ciencia ficción mexicana” sino “ciencia ficción de México”, puesto que en la primera expresión no hay sólo un tipo “mexicano” del género, sino que existe una variedad casi infinita dentro del país. Al referirse a América Latina, el autor Marcelo Novoa escribió, en otro número recién de LALT, que teóricos como el español David Roas, el peruano Harry Belevan y la argentina Ana María Berrenechea, creen que hace falta una nueva terminología para la literatura no realista que proviene de fuera del Norte global. En suma, parece que un diálogo sobre género —con la potencia de convertirse en un debate— ya está en curso.
La etiqueta más utilizada en la academia para describir la producción no mimética es “literatura fantástica” (que no debe de ser confundida con “fantasía”, i.e., El señor de los anillos o Harry Potter), la cual engloba todas las narrativas que expresan irrealidad hasta cierto punto. Estos incluyen, la ciencia ficción, la fantasía, la ficción gótica, el horror, el realismo mágico, los cuentos de fantasmas, los cuentos de hadas, los mitos, etc. La razón por la que este término perdura se debe al hecho de que lanza la más amplia red semántica posible, pero es tan amplia que refiere a demasiados géneros no realistas al mismo tiempo. Por eso, los términos de la ciencia ficción o la ficción especulativa intentan demarcar límites, más estrechamente, a esta producción dentro de el espectro más amplio de la literatura fantástica.
Sin embargo, si bien los estudiosos y la cultura literaria se seguirán refiriendo a esta producción cultural como “especulativa”, los escritores de México no la llamarán así, necesariamente. Ese el caso, por ejemplo, de la antología que fue compilada, traducida y publicada exclusivamente para La Iniciativa Mexicanx. El título en inglés es A Larger Reality: Speculative Fiction from the Bicultural Margins (Una realidad más amplia: Ficción especulativa desde la periferia bicultural), mientras que la traducción para el libro es Una realidad más amplia: Historias desde la periferia bicultural. O, prestando atención al guion del comic “Rizoma”, podemos encontrar que en la versión en inglés el término “Speculative Fiction” se transforma, en la versión en español, en “literatura de la imaginación”. Estas leves diferencias revelan una resistencia sutil a la terminología estándar de género que perdura afuera.
En tal sentido, podemos observar que los cuentos escogidos para este dossier no son ciencia ficción “pura” (eso quiere decir que contienen algún tipo de transformación del escenario narrativo cuya especulación está basada en lo científico o tecnológico). Muchos van más allá de este límite, a menudo especulando sin ninguna extrapolación tecno-científica; o tienen este elemento, pero a la vez hibridan con elementos de otros géneros. Por esta razón, la ficción especulativa enfatiza lo especulativo sin la ciencia, y parece ser más amplia que los límites de ciencia ficción, pero a la vez más estrecha que literatura fantástica. Así, por ejemplo, encontramos el cuento “Una verdad universalmente reconocida” de Julia Ríos en el que la protagonista cambia su identidad y realidad según las presiones exteriores y sociales de su situación, revelando un retrato vívido de un sujeto fluido y de género ante la ansiedad social y romántica. O el cómic de Libia Brenda (arte por Richard Zela) “Rizoma”, que imagina el viaje en el tiempo hecho posible mediante el lenguaje sin referir a un mecanismo especulativo de ciencia o tecnología que lo posibilita. El relato “Kan/thrac” contiene un escenario bizarro y un protagonista elusivo que parece atrapado en un tiempo y espacio claustrofóbico; abunda en la ambigüedad y en una atmósfera de lo extraño. El cuento post-apocalíptico “Azatlán liberado” sería ciencia ficción por definición si no fuera por la inclusión de los chupacabras, el monstruo fronterizo mitológico. En una vuelta sorprendente, el cuento también empodera la figura tradicionalmente denigrada del cholo. Finalmente, el relato muy corto de Pepe Rojo “Dispara” continúa su obsesión con los medios y los límites del marco visual; aquí, él alinea la focalización del narrador y los límites de su campo de visión a lo que parece ser un videojuego de primera persona sobre la matanza de zombis. Eso, es un apocalipsis zombi de verdad. El lector debe decidir.
La antología Una realidad más amplia: Ficción especulativa desde la periferia bicultural (que se puede descargar aquí) comenzó, como La Iniciativa Mexicanx misma, como una sugerencia hecha por alguien que rápidamente se transformó en una fuerza de la naturaleza. Pero en lugar de que yo relate una versión de segunda mano sobre cómo esta antología llegó a conformarse, la editora del volumen, Libia Brenda, nos explicará su génesis desde la idea inicial hasta su concreción:
“El libro es resultado de un tour de force: entre el 1 de abril y el 13 de agosto logramos un volumen de alrededor de 200 páginas con doce cuentos más un cómic (adaptación de otro cuento). Primero le escribí a gente amiga o conocida que ya formaba parte de la Mexicanx Initiative (que lanzó John Picacio); luego mandé botellas al mar vía messenger a gente que también era parte de la Mexicanx, y que decían, más o menos, algo como “Hola, no nos conocemos, pero estoy haciendo una antología bilingüe para llevar a la Worldcon, ¿quieres participar?” Lo increíble fue que mucha gente dijo que sí, y mucha también se ofreció a ayudar, no puedo explayarme aquí, pero ese apoyo fue clave para hacer el proyecto.
Se acercaba el momento de mandar a imprenta, Julia Ríos habló con sus colegas de Fireside Magazine (porque íbamos a pagar la impresión con dinero de mi bolsa y la de unxs cuántxs más) y me dijo que ellos podrían hacer una campaña en Kickstarter para reunir ese dinero. La campaña duró once días; primero pedimos $1500 dólares, para cubrir los gastos de impresión, llegamos a esa meta en menos de 24 horas. Luego subimos la meta a $7500 dólares, para pagar (según tarifas de la SFWA) a la gente que colaboró: escritorxs, traductorxs y arte (John Picacio, alma generosa, donó la imagen de portada y no quiso recibir compensación alguna). Justo en el último minuto habíamos logrado $6100 dólares, lo cual parecía una locura genial. Pero en el último segundo, y quiero decir, literalmente en el último segundo, un backer se lanzó con los últimos $1400 dólares y así llegamos a la meta de $7500. Seguí el proceso durante esos días imaginando lo que sienten los que apuestan a las carreras de caballos: mi corazón se aceleraba cada vez que veía el contador y se acercaba la meta.
Fue una aventura loca y feliz. Todos los libros deberían ser una aventura loca y feliz. En el prólogo explico un poco más y cuento lo que hay detrás del título. Por ahora, ojalá esta muestra haga que lxs lectorxs quieran saber más sobre la literatura escrita desde la periferia bicultural.”
Traducción de Stephen C. Tobin