Cuando Marcelo Novoa me pidió colaborar con un artículo sobre ciencia ficción andina, me sentí tentado de hacer lo siguiente: un recuento de países, autores y sus respectivas publicaciones. Vamos, una suerte de catálago de curiosidades, una simpática colección de miniaturas.
Pero el momento de los recuentos ya pasó. Los escritores (y escritoras) de ciencia ficción andina, reconocidos o no, hemos dejado de ser una curiosidad hace buen tiempo, lo que permite analizar nuestra situación en el contexto actual, los peligros a los que estamos expuestos y nuestras posibilidades de crecimiento, aprendizaje y difusión.
Nuestros Padres. La ciencia ficción andina, acaso más que la de otros países latinoamericanos (pienso en Argentina y México), no sigue una tradición iniciada por algún autor que en su momento haya sido popularmente conocido por escribir ciencia ficción. Constantemente, los estudiosos del género encuentran loables antecedentes literarios hasta en los escritores más insospechados, los que, sin embargo, no fueron iniciadores de alguna corriente que engendrase seguidores. Tenemos antecedentes, sí, pero nuestros padres fundadores son aquellos autores anglosajones cuya obra comenzó a ser publicada en su versión traducida al español a partir de la década de los cincuenta del siglo XX. A pesar de todo el fervor patrio que querramos imprimirle al género, al menos quienes tenemos de cincuenta para arriba nos hemos iniciado leyendo a Asimov, Bradbury y Clarke, entre otros.
Nuestro Origen. Nos engendraron autores de la Edad de Oro norteamericana, pero empezamos a escribir en plena Edad de la Internet. O sea, en nuestros cerebros se cruzan textos escritos en la Norteamérica de mediados del siglo XX con la tecnología más avanzada del siglo XXI. En parte, esto es positivo: nos permitió “ponernos al día” con la producción de autores (y autoras) de todo el mundo, y ponernos en contacto entre nosotros mismos, aunque sin llegar a influirnos. Los grupos de Yahoo, los chats, las páginas webs, los blogs, el Facebook, el Twitter y lo que venga, cumplen el rol de las Convenciones Mundiales (sic) norteamericanas, aglutinadoras de autores y editoriales de ciencia ficción. Aunque, todo sea dicho, muchas veces no pasamos de ser “autores de internet” (blogs, revistas electrónicas y similares).
Nuestros Lectores. Abrirse paso como escritor(a) en Latinoamérica es una tarea difícil Abrirse paso como escritor(a) de ciencia ficción, más difícil todavía. ¿Quién no se ha topado con el lector que sólo lee traducciones de autores anglosajones? No nos engañemos: en la mismísima España, o en Argentina o México, las preferencias del respetable se orientan, estadísticamente hablando, hacia la última trilogía escrita por un Mister o un Ms. antes que por el solitario (y más barato) libro de cuentos de un autor local. ¡Y vaya que son difíciles de pescar los lectores locales! Recurrir al manido argumento de que “no tiene nada que envidiar a los escritores anglosajones” no ha contribuido a incrementar las ventas de nadie, ya estas alturas, resulta más ofensivo que otra cosa, como si el lector no supiera qué es lo que quiere, y como si el autor necesitase subirse al carro de un autor conocido a ver si lo leen “de gancho”. Si un lector quiere leer a China Mieville, por nombrar a un autor inglés contemporáneo, lo leerá, sin pensar siquiera en la posibilidad de que algún ingenioso autor andino haya decidido escribir igualito que él. Respetemos pues a “nuestros” lectores: si no nos quieren leer, están en su derecho.
Y sólo para dejarlos consignados aquí, esta lista de autores peruanos del género fantástico (sin orden de precedencia ni calidad), pues son nombres que reconozco y he leído, por cierto. Aquí van: JM del Portillo, Clemente Palma, José B. Adolph, Juan Rivera Saavedra, José Estremadoyro, María Tellería Solari, Eugenio Alarco, Adriana Alarco de Zadra, Enrique Prochazka, José Guich Rodríguez, Carlos Saldívar, Alexis Iparraguirre, Pablo Nicoli Segura , LT Moy, Pedro Félix Novoa, Alfredo Dammert, Luis Arbaiza, Carlos de la Torre Paredes, Carlos Vera Scamarone, Jorge Revilla, Jim Rodríguez, Carlos Echevarría, Tanya Tynjala, Giancarlo Stagnaro, José Donayre, Arturo Delgado Galimberti, Carlos Enrique Freyre, Yelina Pulliti, Hans Rothgiesser, Antoanette Alza Barco, Luis Bolaños, Alberto Casado, Miguel Vallejo Sameshima, Jeremy Torres-Montero, Manuel Antonio Cuba, José Dellepiane, Raúl Quiróz Andía, Santiago Roncagliolo, César Anglas Rabines, Poldark Mego, Giuseeppe Albatrino, Beatriz Ontaneda Portal, Aland Bisso, Charles Huamaní, Iván Meza Vélez, Sebastián Esponda, Enrique Congrains Martin, Augusto Murillo, David López Alfaro, Ivan Bolaños, Piero Duharte, Enrique Sato Kawamura, Carlos Orellana, Antony Llanos Sánchez, Carlos Yushimito, Rodolfo Hinostroza, Víctor Coral, Ernesto Carlín, Jorge Ureta Ureta, Carlos Carrillo, Benjamín Roman Abram, Zózimo Roberto Morillo, Rubén Mesías Cornejo y Blanca Miosi. No son pocos, la verdad. Ya va siendo tiempo de crear un índice como corresponde ¿no? Sebastián Esponda, Enrique Congrains Martín, Augusto Murillo, David López Alfaro, Iván Bolaños, Piero Duharte, Enrique Sato Kawamura, Carlos Orellana, Antony Llanos Sánchez, Carlos Yushimito, Rodolfo Hinostroza, Víctor Coral, Ernesto Carlín, Jorge Ureta Ureta, Carlos Carrillo, Benjamín Román Abram, Zózimo Roberto Morillo, Rubén Mesías Cornejo y Blanca Miosi. No son pocos, la verdad. Ya va siendo tiempo de crear un índice como corresponde ¿no? Sebastián Esponda, Enrique Congrains Martín, Augusto Murillo, David López Alfaro, Iván Bolaños, Piero Duharte, Enrique Sato Kawamura, Carlos Orellana, Antony Llanos Sánchez, Carlos Yushimito, Rodolfo Hinostroza, Víctor Coral, Ernesto Carlín, Jorge Ureta Ureta, Carlos Carrillo, Benjamín Román Abram, Zózimo Roberto Morillo, Rubén Mesías Cornejo y Blanca Miosi. No son pocos, la verdad. Ya va siendo tiempo de crear un índice como corresponde ¿no?
También me animo a dejarles algunas obras de Ciencia Ficción Andina peruana que debiesen conocer: JM del Portillo con Lima de aquí a cien años (1843), Clemente Palma y su relato XYZ (1934), Juan Rivera Saavedra Cuentos sociales de ciencia ficción (1976) ), José B. Adolph y su clásico distópico Mañana las ratas (1984), José Guich Rodríguez con Año sabático (2000) o El mascarón de proa (2005) y para no ser menos mediático, mi demorado debut en las letras impresas: El primer peruano en el espacio (2014).
Nuestros peligros. Siguiendo lo dicho en el párrafo precedente, diría que el principal peligro de un escritor andino de ciencia ficción es caer en el manierismo de manera consciente. Es decir, que sea el propio autor (no el editor) quien razone ingeniosamente que, si al escribir “como el autor gringo X”, cambiando al astronauta Caldwell por el andinauta Campos, a la NASA por algún improbable engendro burocrático de la Comunidad Andina de Naciones ya nuestro futuro subdesarrollo por una mala copia de algún mall californiano, va a llenarse de lectores… bueno, puede ser (todo es posible), pero estará escribiendo un pésimo ejemplo de “ciencia ficción regional”, el cual además podría dar lugar a la aparición de continuaciones u otros engendros, además de darle a la ciencia ficción un mal nombre.
Otro gran peligro es la falta de profesionalización del escritor. Pasado el tiempo de los antecedentes y hallazgos históricos, notamos que el acto de escribir se hace más exigente. Y eso nos lo hacen notar los lectores. Ignorar las reglas más elementales de redacción y ortografía es un error hoy en día imperdonable. Ser un escritor primerizo no es excusa para escribir mal. En ese sentido, debemos dejar de ser “latinoamericanos profesionales”, expertos en echarles la culpa a otros de todos nuestros males. Y dejar de creer que una idea original o “bien loca” es suficiente para generar interés en el lector. No es la historia, sino cómo la redacta. ¿Que no te conseguiste la plata para ir a la universidad? ¿Que eres un escritor vitalista con harta calle y poco escritorio? ¿Que considera que las bibliotecas son para burgueses? Eso al lector no le importa: lo que quiere es una historia interesante. Y BIEN REDACTADA.
El último gran peligro, que compartimos con los escritores realistas y de otro tipo, es el gran poder e influencia que ejercen en nuestro medio las grandes editoriales. Si, las transnacionales, esas que criticamos tanto hasta el día en que se dignan reparar en nosotros y nos permiten formar parte de su staff. Es como en el fútbol: comienzas en un equipo pequeño, luego en uno mediano, luego en uno nacional… y luego en un equipazo de esos cuyos partidos transmite Fox Sports o algún canal similar. Quizá sea cierto que muchos autores se negarían a contratar con una transnacional, pero ¿qué otro tipo de editorial tiene el capital suficiente para invertir (si quiere) en promovernos como autores? Ediciones cuidadas, carátulas de diseño, correctores de estilo a tu servicio, entrevistas en diarios, participación en eventos internacionales… No somos monjes, ese mundo editorial existe, y es tan tentador como el que más. Lo malo es creer que es sinónimo de calidad literaria: un autor no está exento del mundo del marketing, que ya sabemos, no trata de vendernos el mejor producto, sino de generar en nosotros la necesidad de consumir, al margen de la calidad del producto deseado. Si además este es bueno, agradezcámoslo.
Nuestras Posibilidades. De un lado, tenemos la temática. Ya sea que entendamos la ciencia ficción como una manera de escribir, o como un método, nuestra ubicación, idiosincracia y vivencias como ciudadanos andinos nos ponen en una posición envidiable: hay todo un universo por descubrir y difundir, no ya sólo en el área andina, sino en toda Latinoamérica, incluída la población hispana de los Estados Unidos. Desde el intenso gótico caribeño de la cubana Daína Chaviano hasta el ciberchamanismo del chileno Jorge Baradit, pasando por el culto cosmopolitismo argentino, que se nutre de grandes como Borges, Lugones y Casares; y la influencia de las culturas precolombinas en autores bolivianos, ecuatorianos o peruanos, más el expectante aporte dominicano… De un espacio vacío hemos pasado a una fecundidad que tendremos que aprender a asimilar. Una fecundidad que ha dejado de ser novedad para incorporarse a la literatura del siglo XXI, que a través de la internet, nos ha desbordado hace rato.
A todo esto, se suma un mercado potencial de lectores enorme, más la posibilidad (poco explotada) de publicar en ebook y llegar así a todo el mundo. No hay nada definitivo ni está nada dicho: mantengámonos creando. Lo bueno (y angustiante) del futuro es que es impredecible.
Daniel Salvo
Lima, junio, 2018