De los fantasmas
No es para ofender ni nada, pero tengo derecho a no estar aquí, a haberme ido, tomando en cuenta que mi partida es mera consecuencia. Y no es para que se sientan culpables (después de todo, el que no está no siente culpa); es sólo para defenderme… de todos ellos, que merodean los rincones estos que hoy habito.
Y de haberlas encendido
a F. H.
Y nadie encendía las lámparas.
Y buscábamos correspondencias
aunque no hubiese luz.
Porque siempre se atisba en la penumbra.
Y quizás todo color sea sólo sobra.
Inútil, molesto rubor.
Y nadie presintió lo oscuro.
Y perdimos armonías
por el exceso de sol.
Porque nunca hubo nada por venir.
Y quizá sí hacía falta
un ligero fósforo, siquiera
el albor.
Suspensión
Estoy de vuelta en ese estado de ánimo en que la gota se esparce sobre el tejido, y ya no leo retazos, y todo apunta al mismo recinto, muy estricto y necesario. Paso el tiempo en ese estado de semitrance en que se asoma una esperanza, una posibilidad que meto en el puño de mi mano, un ansia que gradualmente me construye(s) hasta que la mano en mi pecho casi toca el órgano que palpita con estruendo. Estoy de nuevo en ese sitio precario en que el anhelo asusta al miedo al tiempo que lo tienta a venir, y todo depende de la paz que logre mantener aun sabiendo que mi deseo pende sólo de ti.
(de Íntimo, el espejo: Poemas de Egarim Mirage, 2015)