Watch out for intellect,
because it knows so much it knows nothing
and leaves you hanging upside down,
mouthing knowledge as your heart
falls out of your mouth.
“Admonitions to a Special Person”
Anne Sexton
A veces mirar el presente con los ojos del pasado puede ser ilustrativo. Y hasta demoledor. Leo en estos días la biografía sobre Octavio Paz, escrita por Christopher Domínguez Michael, Octavio Paz en su siglo (Aguilar, 2014). Y cuando estoy a punto de escribir otra vez sobre la crisis venezolana me encuentro con que en el capítulo 3 Domínguez Michael repasa la conflictiva relación de Paz con cierto tipo de intelectuales, específicamente con aquellos “bardos, novelistas, ideólogos, hombres de ciencias—quienes le regalaron, le vendieron o le rentaron al poder totalitario un catálogo casi infinito de coartadas, ofrecidas lo mismo por aquellos que permanecieron ciegos o ignorantes ante crímenes de escandaloso conocimiento público” (42). ¿No ocurre lo mismo con Venezuela? ¿No escuchamos a cada rato, de boca de dirigentes estudiantiles, profesores, profesionales e intelectuales, que Nicolás Maduro es una víctima del imperialismo y la oligarquía golpista venezolana? Extraño resulta comprobar, en consecuencia, cómo este gobierno es repudiado por su propio pueblo. Y, más encima, en las calles. ¿No suena esto último a verdadera revolución popular? ¿Cómo se puede entender una oligarquía de siete y medio millones de personas que votan en contra de su propio gobierno? ¿Quiénes son los verdaderos golpistas? ¿Los que defienden la democracia o las fuerzas armadas que le disparan a un pueblo desarmado? No hay para qué sacar las manzanas del árbol cuando éstas se caen de maduras.
Sigo leyendo la biografía de Domínguez Michael. A estas alturas resulta innecesario recordar a Neruda y su oda a Stalin o las apasionadas y, muchas veces, violentas diferencias que desató en América Latina la Revolución cubana. Los horrores de las revoluciones totalitarias han sido justificados demasiadas veces por quienes pensábamos que serían los primeros defensores de la democracia, la libertad y los derechos humanos. No es esta nota el mejor lugar para hacer un catálogo de los horrores que históricamente ciertos intelectuales han justificado impúdicamente, ya sea por inocencia, interés, complicidad o beneficio personal. Lo cierto es que apoyar un régimen militar (del color político que sea) no es solo ceguera política sino una inmoralidad.
Pienso en el título de esta biografía y en el sentido de leer la vida de Paz con el siglo XX como telón de fondo. Es una imagen engañosa, casi como para creer que ya habíamos superado el siglo XX y su barbarie. No es cierto. El totalitarismo sigue presente en el siglo XXI y sus monstruosidades adquieren cada día nuevas formas. Una de ellas es la pretendida revolución bolivariana del siglo XXI. No hay nada de revolucionario en esta empresa financiada con barriles de petróleo y no con el apoyo real de la gente. Aun así —y contra viento y marea— hay quienes, fuera y dentro de Venezuela, todavía se obstinan en justificar esta cruzada revolucionaria que no es otra cosa que un narcoestado y ahora una descarada dictadura militar. Rechazar al gobierno de Maduro es, a estas alturas, un ejercicio de sentido común. O acaso, ¿alguien no ha advertido todavía la enfermiza fascinación del chavismo por la bota y el fusil militar? (Ojo, no todo crítico de la izquierda apoya a la derecha). No se trata de eso, sino de desenmascarar a estos pretendidos revolucionarios tan enamorados de los cuarteles militares, los cuales poco o nada tienen que ver con la izquierda democrática, tolerante y pluralista que bastante falta nos hace ahora en América Latina. Insisto. No se trata de estar contra la izquierda sino en contra de una dictadura que dice propiciar una revolución falsamente socialista. Dudo que un hombre como Allende hubiera reconocido a Maduro como un demócrata y menos como un igual. Los que vivimos los 16 años de Pinochet sabemos reconocer bastante bien un régimen dictatorial y a sus víctimas. Como muchos otros chilenos, la mitad de mi familia fue exiliada en México. Pudieron haber terminado eventualmente en Venezuela como tantos compatriotas míos. Por eso hablo también a favor de Venezuela, porque sin la generosidad de este país el destino de miles exiliados chilenos hubiera sido diferente.
La situación es compleja y requiere de mucho esfuerzo para superarla. Lo primero sería abandonar las posturas infantiles y dejar de acusar a quienes piensan distinto a nosotros de fascistas o golpistas. La intolerancia y los totalitarismos no pueden ni deben vencer. Creo que es hora que los mismos chavistas dejen de engañar y engañarse. Si hay hoy una revolución caminando en Venezuela, paradójicamente, es la de la gente que se hartó del abuso, la corrupción y el terrorismo de estado. La gente que dice: “¡No!” y que hoy está siendo asesinada en las calles por la Guardia Nacional Bolivariana. Ya no se puede ocultar la verdad y la verdad molesta, desnuda, denuncia. Por eso no debe extrañarnos que a nuestros intelectuales chavistas les incomode tanto la verdad cuando la escribe el pueblo con sangre y desesperación.
Hoy domingo 30 de julio de 2017, cuando escribo esta columna, Venezuela es sacudida por una espiral de violencia donde más de una docena de opositores ya han muerto (incluyendo niños) en las protestas contra la instalación de la Asamblea Constituyente. Ya lo dije en otro número, dos de nuestros compañeros de trabajo de Latin American Literature Today son venezolanos y nuestro compromiso es con la restitución de la democracia en Venezuela. Sabemos demasiado bien que América Latina tiene una larga historia de dictaduras y gobiernos totalitarios de muy distintos colores. Por ello se hace necesario y urgente ocupar este espacio para apoyar a nuestros hermanos y hermanas de Venezuela en su lucha democrática.
Hasta ahí una reflexión personal. Aunque no tanto.
Sin embargo, me parece necesario aclarar un punto. Como revista, nuestro compromiso no es con la política, sino con la literatura. Por ello, no se encontrará en las páginas digitales de LALT literatura de propaganda ni apologías políticas, sino espacios para la creación y la reflexión literaria. Pero tampoco podemos mirar para el lado ante la gravedad de los hechos que ocurren en nuestro continente. Para bien o para mal, somos hijos y, muchas veces, víctimas de nuestro tiempo. Es así como en este número nos complace anunciar la creación de un nuevo espacio dedicado exclusivamente a la literatura indígena procedente de América Latina. En este número los lectores de LALT podrán encontrar entrevistas a poetas indígenas de Chile y México. Quisimos unir, de alguna manera, el continente a través de la literatura de poetas que se encuentran geográficamente en los extremos de América Latina. En este dossier, el poeta chileno Sergio Rodríguez Saavedra conversa con el poeta y activista mapuche Elicura Chihuailaf. No solo eso, dos excelentes traductoras trabajaron vertiendo los poemas de otros poetas al inglés. Clare Sullivan tradujo a la poeta chiapaneca Enriqueta Lunez y al poeta guerrerense Hubert Matiúwàa, quienes escriben en tzotzil y méphàà respectivamente. Por su parte, Wendy Burk tradujo a la poeta mapuche Graciela Huinao cuya lengua original es el mapudungun. Arthur Dixon, el Secretario de Redacción de LALT, también contribuye al dossier con traducciones del poeta mapuche Leonel Lienlaf. Hemos incorporado, asimismo, los poemas en sus las lenguas indígenas de cada uno de estos poetas para ofrecer una versión trilingüe del trabajo de cada uno de ellos. Esperamos que este espacio sea permanente en LALT y que en el futuro inmediato podamos recoger otras voces de otros pueblos originarios que habitan en el territorio que hoy llamamos América Latina.
Otro dossier importante de este número es el que dedicamos a la destacada escritora mexicana Cristina Rivera Garza. Sarah Booker y Aviva Kana, han vertido al inglés cuatro magníficos cuentos de la autora de Había mucha niebla, humo o no sé qué. Un elemento interesante, nos parece, es también el trabajo de reflexión sobre el ejercicio de la traducción que realizan estas traductoras. LALT es, entre muchas cosas, una revista bilingüe y son los traductores quienes, con su infatigable trabajo, crean las puertas con las cuales finalmente nos leemos unos a otros a ambos lados del Río Grande.
Otro autor, nos atreveríamos a decir, casi de la casa, es el escritor cubano Yoss de quien tenemos un conjunto de cuentos tempranos, sino además videos del mismo autor leyendo fragmentos de sus obras en La Habana, una colección audiovisual preparada especialmente para este número de LALT. Un espacio también importante ocupan dos escritores de Bogotá 39, Brenda Lozano y José Miguel Soto, quienes son los primeros en aparecer en LALT, pero no los últimos. Otro espacio que abrimos es el de la ciencia ficción, esta vez a cargo del escritor chileno y director de la editorial Puerto de Escape, Marcelo Novoa, quien en una apretada síntesis nos da una alucinante muestra histórica de la riqueza de este género escrito en español. Difícil es sintetizar este nuevo número de LALT. A esta sucinta síntesis le sigue un largo etcétera de poemas, cuentos y entrevistas a escritores y escritoras latinoamericanos contemporáneos.
Así LALT sigue avanzando, promoviendo la literatura, no solo en español. Estamos muy contentos de abrir un espacio a las literaturas en lenguas indígenas provenientes de América Latina. Sabemos que cada vez que muere una lengua, muere con ella una sensibilidad, una manera de mirar el mundo. Esperamos que este espacio digital llamado Latin American Literature Today sea, al menos, un modesto archivo de esas voces provenientes de nuestro pasado, las cuales no son solo parte de nuestra historia común, sino de nuestra memoria y de nuestra cultura actual. A veces hay que mirar el cielo y escuchar a los ríos cantar para saber qué forma tiene nuestro rostro.
Comencé escribiendo esta nota hablando de Venezuela. No sé qué vendrá ahora que se ha consumado finalmente el autogolpe de Maduro. Lo único que puedo decir por ahora es que Venezuela no está sola. Salimos al aire con este Nro.3 más desesperanzados, más abatidos que nunca, pero confiados de que toda pesadilla tiene su fin y que a todo represor le aguarda su castigo.
Marcelo Rioseco