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Número 3
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"El mundo azul": Una conversación entre Sergio Rodríguez Saavedra y Elicura Chihuailaf

  • por Elicura Chihuailaf, Sergio Rodríguez Saavedra
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  • July, 2017

Viviendo en Kechurewe, en el sur andino de Chile, gozando literalmente del viento y de la lluvia cordillerana que golpean ferozmente la casa azul del poeta, Elicura Chihuailaf (Cunco, 1952) cumple las actividades cotidianas como cualquier hombre de su pueblo, luego escribe su poética mapuche, obra que ha instalado un decir propio y arraigado en la cultura de sus ancestros, cuya oralidad convoca hoy un lugar de privilegio en la siempre variada poesía chilena. De este ámbito surgen las primeras preguntas que inician el diálogo que introduce esa cosmovisión.

Sergio Rodríguez: Elicura, ya en los años 70, con la revista Poesía Diaria y la publicación de El invierno y su imagen (autoedición, 1977) se proyecta una forma poética, la cual deviene en una línea que ha marcado la literatura chilena de las últimas décadas con la impronta etnocultural, específicamente la poesía mapuche. ¿Cuánta conciencia tenías en esos años de la importancia de tu trabajo inicial?

Elicura Chihuailaf: El Invierno y su imagen fue un folleto editado por amigos, impreso en un sistema denominado offset, en papeles roneo unidos con un corchete. Me parece que lo que se proyectaba entonces era la oralitura: nuestra escritura al lado de la oralidad de nuestras y nuestros mayores (de su memoria, nuestra vivencia); es decir, la impronta de la diversidad cultural.  Si recordamos el origen nativo  del prefijo griego etno tendríamos que referirnos, de modo general, a lo etnocultural mapuche, a lo etnocultural chileno, francés, estadounidense, alemán, español, inglés, chino, etcétera, ¿no te parece?, porque el significado de la palabra etno es “pueblo”.

SR: ¿Y del tuyo en específico?

EC: Conciencia de la importancia íntima sí, pero con dudas, me parece, desde el punto de vista de la importancia colectiva (porque ya estaba en el exilio de la ciudad). Lo pienso en relación con el tiempo de dictadura en el que mi trabajo comenzó a divulgarse y al hecho de que mi preocupación no era publicar, pues el libro me era ajeno (no existían libros de autores o autoras mapuches).  La publicación de mi trabajo fue movida por la causalidad. Para ser sincero, te diré que el inicio de mi expresión escrita la asumí principalmente como una forma de catarsis, de mi melancolía mirando el intenso otoño, ese exterior-interior desde los ventanales del internado del entonces Liceo de Hombres Nº 1 de Temuco, hoy Liceo Pablo Neruda, donde estudió el poeta.

SR: ¿Y esa poética tiene un puro origen cultural o es también parte importante de los referentes más conocidos, y de ser así, cuáles?

EC: Me parece que en toda palabra (poética) que se pronuncia y / o se escribe, independiente del origen o pertenencia cultural, surge y habita en el alma de un pueblo y, por lo mismo, resuena en ella la voz de los ancestros. Mi palabra tiene su origen en la visión de mundo mapuche que es mi visión: la oralidad de los cantos (poemas), relatos y consejos de mis abuelos, padres, tías y tíos, que luego se amplía con la visión de mundo de la chilenidad profunda que empieza a dialogar también en mí, en mi espíritu y en mi corazón, con su oralidad y su escritura.

En esa palabra chilena escrita, que me llegó a través de la escuela, está también el conocimiento de otras culturas del mundo, que en lo concerniente a la poesía yo asumo en la lectura y declamación de poemas, sobre todo “patrióticos”, que tuve que aprender porque eran tareas obligatorias con las que sin más había que cumplir. Los nombres de esos primeros referentes no los recuerdo. Luego, en el transcurso de la enseñanza pública, empezaron a surgir otros. En todo caso, Sergio, te diré que mis referentes más claros de la denominada literatura de la otredad estuvieron y están sobre todo en la narrativa chilena y universal: Nicomedes Guzmán, Manuel Rojas, María Luisa Bombal, González Vera, Pedro Prado, Olegario Lazo, Blest Gana, José Eustaquio Rivera, Arguedas, Antoine de Saint-Exupéry, Italo Calvino, Balzac, Gorky, Dostoievsky, etcétera. La prosa de Gabriela Mistral, Neruda, Huidobro, De Rokha y de otros.

SR: ¿Crees entonces que la poesía mapuche es una línea propia de literatura chilena así como lo fue la antipoesía parriana?

 EC: Como te dije en mi respuesta anterior, aunque nada es absoluto, me parece que claramente una línea pertenece a la mapuchidad diversa y la otra a la chilenidad profunda y también diversa, refrescada con sus vertientes de lo mapuche y de otras culturas nativas de este país ahora y aún llamado Chile, y de otras vertientes de la cultura universal.

SR: Si bien la simbología ya expresada desde Sueños azules y contrasueños se ha integrado a un conocimiento cultural, no es menos cierto que deviene de lo oral, tema que has debatido y defendido constantemente. ¿A qué te refieres con la oralidad mapuche?

EC: A la conversación constante que surge desde el libro de la naturaleza, de todos los seres vivos: flores, pastos, plantas, árboles, bosques, ríos, lagos, insectos, peces, pájaros, animalitos, seres humanos; y también de aquellos seres aparentemente inanimados como las piedras, las nubes, la lluvia, los cerros, los volcanes. Todos siendo y sintiéndonos parte del tejido visible e invisible de la tierra y del universo, hermanados y dialogantes con el sol, la luna y las estrellas.

Es el universo y sus sueños que resuellan en nuestra visión de mundo y que se manifiestan en la gvtramkan (conversación), arte que se expresa en la capacidad de aprender a escuchar, que es lo más difícil, nos dicen; en los epew (relatos);  en las konew (adivinanzas); en los gvlam (consejos).

La oralidad es la memoria que nos recuerda el Kvme Mogen (Buen Vivir) y nos pregunta: Pewmaymi? Pewmatuymi? (¿Soñaste? ¿Qué soñaste?).

SR: ¿Por estas fuentes sigues aún en la tierra de tus ancestros? ¿Podrías incluir una descripción de tu espacio de creación?

EC: Sí, desde luego. Kechurewe es mi tuwvn, el lugar donde nací y crecí, en el que estuvo y está mi kvpan, la hermosa morenidad de mi linaje familiar, y la kvpalme, comunidad que la cobijó y con la que interactuamos hoy, mañana y siempre. Es lo que me tocó porque nadie elige nacer con un color de piel,  nadie elige el lugar, visión de mundo, pero que, nos dicen, tenemos que conocerlo para amarlo y amarnos, respetarlo y respetarnos, para entonces valorar también la otredad. Es la tarea y es el único camino, con sus huellas y atajos.

La casa azul en que nací y crecí está situada en una colina, rodeada de árboles y junto a un antiguo bosque en el que habita una diversidad de insectos, pájaros, pequeños animales, hongos, enredaderas y flores. En mi poema-relato Kallfv Pewma mew (Sueño Azul) digo:

Por las noches oímos los cantos, cuentos y adivinanzas a orillas del fogón respirando el aroma del pan horneado por mi abuela, mi madre o la tía María, mientras mi padre y mi abuelo Lonko (jefe de la comunidad) observaban con atención y respeto. Hablo de la memoria de mi niñez y no de una sociedad idílica. Allí, me parece, aprendí lo que era la poesía; las grandezas de la vida  cotidiana, pero sobre todo sus detalles, el destello del fuego, de los ojos, de las manos.

Sentado en las rodillas de mi  abuela oí las primeras  historias de árboles y piedras que dialogan entre sí con los animales y con la gente. Nada más, me decía, hay que aprender a interpretar  sus signos y a percibir sus sonidos que suelen esconderse en el viento.

SR: Para Raúl Zurita, a propósito del último Premio Nacional, reconocer tu poesía también “es un acto de resarcimiento que abre, y esta vez sí, un verdadero diálogo” con la deuda que el país tiene con el pueblo mapuche. ¿Consideras efectivamente que la sociedad chilena está en deuda con tu pueblo?

EC: Considero que, en primer lugar,  el pueblo chileno profundo está en deuda consigo mismo, porque hasta hoy no ha querido verdaderamente liberarse del colonialismo que le impuso el pueblo (o sector) chileno superficial y enajenado (unas cuantas familias que se adueñaron de los poderes del Estado, como se sabe muy bien hoy día), colonialismo que implica un  lineamiento ideológico a través de conceptos unívocos, como por ejemplo su legalidad que oculta la legitimidad que aplastó con la denominada “Pacificación de la Araucanía”, eufemismo de su invasión a nuestro país Mapuche. Su concepto de desarrollo va en contra de la naturaleza y no con la naturaleza; su concepto de salud cosifica a los seres humanos al excluir de ella la importancia del espíritu; su información y educación privilegia a la hermosa blanquidad y desprecia a la hermosa morenidad.

Ahí es donde creo que radica la deuda del pueblo chileno profundo con los pueblos nativos de este territorio en general y con nosotros los mapuches en particular: en su falta de identidad, es decir, en su falta de ternura hacia su hermosa morenidad, un camino de reconocimiento que ha andado con demasiada lentitud para la urgencia de este tiempo. Los que tienen la deuda absoluta de la invasión militar a nuestro territorio en la segunda mitad del siglo diecinueve son las familias que siguen ostentando el poder y que hoy contaminan y depredan a la naturaleza, el agua, los bosques, los minerales, que es de todos y de todas las personas nativas y chilenas.

Raúl, como Mistral, Neruda, Huidobro, De Rokha, como Violeta Parra y Víctor Jara, es un adelantado de este tiempo, y creo que tiene razón: el Premio Nacional de Literatura sería una muy luminosa ventana, y quizás una puerta, para el diálogo verdadero entre nuestros pueblos.

SR: ¿Crees que la palabra mapuche logra integrarse a la sociedad chilena o la palabra en general? ¿La ves en crisis ante la mediatización tecnológica?

EC: No sé si logra integrarse, me parece que es una respuesta que le corresponde a la chilenidad. A nosotros, en todo caso, nos interesa el diálogo en la diversidad y no la integración. Aun así te diría que percibo un creciente interés de conocimiento de lo mapuche o intención de reconocimiento de lo mapuche por parte de la sociedad chilena.

Creo que la cuestión conceptual es hoy un aspecto insoslayable porque la palabra está en crisis desde antes de la mediatización tecnológica. Pensemos solamente en el concepto democracia: ¿es participación o dictadura de los grupos que ostentan el poder económico?

SR: ¿Y tu propia palabra, hacia qué cielos camina?

EC: Hacia el conocimiento y reivindicación de la naturaleza.

  • Elicura Chihuailaf, Sergio Rodríguez Saavedra

Photo: Gonzalo Donoso

Elicura Chihuailaf is a definitive voice of contemporary Mapuche poetry. He writes in both Mapuzugun and Spanish, and he has translated works by other poets, such as Pablo Neruda, into Mapuzugun. His published works include En el país de la memoria (1988), El invierno, su imagen y otros poemas azules (1991), and De sueños azules y contrasueños (1995), Recado confidencial a los chilenos (1999), Kallfv (2006), A orillas de un sueño azul (2010), La vida es una nube azul (2019), and El azul del tiempo que nos sueña (2020). In 2020, he was awarded the National Literature Prize of Chile, becoming the first Mapuche writer to receive this honor. He has been referred to as the lonko, or headman, of present-day Mapuche poetry.

  • Arthur Malcolm Dixon
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Photo: Sydne Gray

Arthur Malcolm Dixon is co-founder, lead translator, and Managing Editor of Latin American Literature Today. He has translated the novels Immigration: The Contest by Carlos Gámez Pérez and There Are Not So Many Stars by Isaí Moreno (Katakana Editores), as well as the verse collection Intensive Care by Arturo Gutiérrez Plaza (Alliteratïon). He also works as a community interpreter in Tulsa, Oklahoma and is a Tulsa Artist Fellow.

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