La Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) celebró su edición número treinta, la última semana de noviembre y los primeros días de diciembre de 2016. Nueve días de actividades, una afluencia que superó las 800 mil personas (de las cuales veinte mil fueron profesionales foráneos de industria del libro), más de dos mil sellos editoriales; pero, sobre todo, la exhibición de más de 400 mil ejemplares hace del encuentro libresco la llamada “mayor feria del libro en español”.
En el resto del mundo del libro, la FIL se ubica sólo detrás de la Feria del Libro de Fráncfort en importancia, y no es coincidencia. Realizada mes y medio después de la feria teutona, la organizada por la Universidad de Guadalajara es el lugar de reencuentro para los profesionales de las grandes ligas en la industria del libro. Para la ciudad, el suceso es la mayor actividad del año, que convierte la Expo Guadalajara (sede de la FIL) en una gran librería de 34 mil metros cuadrados. Además, la organización ofrece medio millar de presentaciones de libros, un programa académico con encuentros y congresos (historia, filosofía, traducción, educación, derecho), un área infantil con teatro, música y cuentacuentos para los pequeños lectores… en suma, una oferta en la que prácticamente cualquier persona puede encontrar algo de su agrado.
Al ser América Latina la región invitada en la feria, parte del programa académico, cultural y literario se centró en los creadores de los países latinoamericanos, con un pabellón en el que se exhibieron libros y artesanías del sur, centro y parte del norte del continente. Entre estos países, la distribución es un tema pendiente en la edición. Un comentario frecuente entre escritores y lectores es que para leer a autores del país vecino, éstos tienen que pasar por España. Sobre la importancia de vincular los países, casi todos hermanados por el idioma de Cervantes, la directora de la FIL Marisol Schulz comentó en entrevista:
Marisol Schulz: Obviamente una de las misiones de la FIL es difundir la literatura en español, no sólo en América Latina. En 2016 fue mucho más visible la región, pero es a nivel mundial: hay autores que se dan a conocer aquí, de España, incluso de Estados Unidos que escriben en español. Una cuestión es difundir la literatura y otra es la distribución del libro, de lo que se quejan los escritores. En El País se escribió hace poco que los escritores viajan más que sus libros (la argentina Leila Guerriero, en Babelia). Los escritores van a congresos, ferias, festivales. Entre ellos hay una internacionalización (de ciertos escritores, tampoco es masivo). Pero eso no significa que su literatura se conozca igual en un lugar que en otro. Tiene más que ver con los mecanismos de comercio del libro y su distribución, que con el énfasis en la literatura. Las redes y las publicaciones digitales tienen mayor importancia que las editoriales. Las editoriales tienen un límite de títulos que pueden publicar por mes: las librerías no podrían vender más de esos libros.
En una editorial literaria que publica más de cinco libros al mes, el sexto estaría condenado a estar fuera los anaqueles. Es el sistema de distribución y venta, más allá de las editoriales y los escritores. Es toda una inercia, una dinámica. Con mucha frecuencia, como editora lo sé, se puede apostar por un autor de Perú, pero si el librero no lo conoce no lo colocará en la mesa de novedades: le dará prioridad a los autores que ya se conocen y que pueden ir a la librería, a promocionar el libro. Tratar de incorporar al mercado del libro a autores nuevos es mucho más complicado de lo que se imaginan. No depende del editor ni del escritor: el autor viaja, construye públicos, se da a conocer, pero los libros no.
Jorge Pérez: A propósito de dar a conocer autores, en la FIL pasada hubo un programa, “Los Ochenteros”, con autores latinoamericanos nacidos en los años ochenta, algunos con un solo libro como Paulina Flores (Chile, 1988), Joel Flores (México, 1984). ¿Cómo es el radar de la FIL para encontrar voces nuevas?
MS: Al encargarnos de la construcción de lectores, de difundir la literatura, una de sus misiones es esa: tener un radar. Con América Latina como invitado, con mayor sentido, es ver qué es lo que ocurre con distintas generaciones. No sólo los Ochenteros: en el Salón de la Poesía tuvimos a Antonio Gamoneda: es un autor que hay que seguir promoviendo, o autores que en sus países son muy conocidos pero no fuera. Trabaja el área de contenidos en la localización, buscarlos, ver qué sucede. Hay mecanismos como las redes, editoriales, prensa, los viajes también. El equipo de la FIL viaja a otras ferias, se entera y empapa de lo que pasa a nivel internacional. Es parte de nuestra labor durante todo el año. No se trabaja sólo un mes. El programa se comienza a trabajar dos años antes, con mucha anticipación. Para Madrid (invitado en la edición de 2017) hemos estado trabajando mucho la anticipación, buscando autores… debemos estar al tanto, lo que ocurre en su entorno literario.
JP: Menciona a Antonio Gamoneda, un consagrado: pero hay autores también veteranos cuyos libros circularon poco fuera de sus países. Pienso en los centroamericanos que vinieron a la edición pasada, Horacio Castellanos Moya (El Salvador, 1957) o Rodrigo Rey Rosa (Guatemala, 1958).
MS: No están en circulación en México, pero en sus países seguramente sí. Horacio Castellanos Moya ha estado publicado por las grandes casas editoriales con presencia internacional. Hay autores fuera de esa línea: Gabriela Cabezón Cámara, argentina, muy poco conocida. O autores que dan la lucha en distintos sellos, como Luisa Valenzuela o Gioconda Belli. El trabajo de promoción de la literatura a nivel internacional es inagotable, inabarcable además. Son muchos países, es difícil que todos los escritores se conozcan en todos los países.
JP: En particular, en América Latina hay un país que sobresale por su presencia en la FIL con una sección propia, no sólo en la edición 2017, y además con la singularidad del idioma: Brasil. ¿Cómo ha sido esa relación?
MS: Son cinco años de “Destinação Brasil”. La feria lo hace, pero siempre necesitamos alianzas y complicidades. Para que el programa de “Destinação Brasil” ocurra necesitamos el apoyo de la Embajada de Brasil en México y del Ministerio de Cultura del país. Gracias a esos apoyos los autores pueden viajar. Ojalá ocurriera con todos los países en todo momento. Se han preocupado mucho por la promoción de sus autores fuera de su país. Brasil, siendo América Latina, tiene el asunto del idioma. Hay interés de que los autores viajen y tienen un apoyo claro para la traducción. Son fantásticos, nos dan la posibilidad de traer autores con libros en español. Es parte del chiste de la feria: que encuentren un público en el idioma en el que estamos.
JP: La feria con América Latina como región invitada también coincidió con un momento político sin precedentes, donde se resalta la importancia de mirar y de leernos.
MS: Fue una coincidencia tener a la región invitada justo después de que supimos que ganó Donald Trump las elecciones, pero no se hizo con esa intención: fue con una intención literaria, de promoción, de reconocer lo que son los países hermanos. Fue en el mejor momento, no lo sabíamos y ni en el más raro de los casos podríamos imaginar que él ganaría. Era inimaginable pensarlo a fines de 2015, cuando se dio a conocer que América Latina sería invitada. Ni por asomo podríamos imaginar en lo que estaríamos metidos en términos de relaciones internacionales con tanta fricción entre Estados Unidos con América Latina y México. Frente a todas estas amenazas, la existencia de un muro físico, todo el odio hacia lo mexicano y a América Latina, Trump promueve el odio hacia los países y lo latino. No es volver los ojos, los ha tenido siempre: fue poner el dedo en el renglón. Políticamente fue un gran momento para seguir con estos lazos. Se politizó, no era la intención, pero frente a los odios nosotros debemos generar unión.
JP: A la par de la diversión, la literatura sirve para entablar el diálogo, conocer al otro.
MS: Y buscamos entablar el diálogo con escritores estadounidenses que están en contra de lo que dice su presidente: que se sienten cercanos culturalmente, tienen tolerancia a lo diferente, millones de personas que viven en Estados Unidos, con o sin documentos, y son parte de su cultura. Promovemos el diálogo, independientemente de la circunstancia política y económica, que es muy adversa. Cuando dimos a conocer a América Latina como invitada, era un momento en el que todos jurábamos que ni siquiera ganaría la candidatura del partido. Ha sido sorpresa tras sorpresa, tropezón tras tropezón.
JP: La FIL también ha tenido su eco en Estados Unidos, en California.
MS: Tiene una feria hermana en Los Ángeles, LéaLA, que se produce de una manera completamente distinta, con otros ojos y otra intención a la de la FIL, aunque comparten puntos de vista. Por circunstancias económicas está en un stand by, detenida, no cancelada.
JP: Independientemente de América Latina, en la FIL hay programas de flujo de literatura europea, coreanos, etcétera, ¿cómo se suman al programa literario?
MS: Es similar, la sed de acercar al lector en español el mundo literario. Nos da esta posibilidad de explorar otras literaturas de otros idiomas, traducidas al español. Gracias al “Festival de las Letras Europeas”, con la representación de la Unión Europea en México, hemos tenido a grandes plumas de su continente. Muchas veces son autores completamente desconocidos en español, no sólo en México, sino en todo el ámbito hispano. Aquí comienzan a encontrar su público. Porque la feria abarca mucho más que la ciudad y el país en cuanto a repercusión. Gracias a las embajadas y a gente que se nos acerca también hemos tenido literatura coreana, o la posibilidad de tener a países nórdicos que buscan presencia. El año pasado hubo editores iraníes, de la India o Taiwán, que quieren traer su literatura a la feria. Vienen editores de países que quieren que sus autores tengan presencia en la FIL, es destacable: va más allá de América Latina, acercar otras lenguas al público que viene o que está pendiente de la feria.
JP: A la par de la difusión de la lectura, la feria ofrece un espacio para los profesionales del rubro: el área de profesionales.
MS: Busca ser un punto de encuentro entre editores, en 2016 vinieron de 44 países a programas de formación profesional. Es uno de sus pilares. La FIL no sería nada sin el programa literario, pero no sería internacional si no tuviera el área de profesionales. Lo que le da el reconocimiento entre las ferias internacionales es esa sección. Hay programas de profesionalización dirigidos a todas las personas que viven del libro o que participan en cualquiera de sus etapas: ilustradores, agentes, traductores, distribuidores, editores, etcétera. Todos acuden a este punto de encuentro para dialogar con sus pares, vía los programas de profesionalización o el salón de profesionales donde compran y venden derechos en muchos idiomas. Es una labor muy completa que se planea también todo el año y ocurre tres de los nueve días de la FIL.
PALMARÉS
La FIL es también promotora de premios literarios, de periodismo, arquitectura, artes gráficas y bibliofilia. En el acto inaugural de la feria se entrega el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances (nacido como Juan Rulfo pero que mudó de nombre luego de una polémica entre la familia del escritor de Pedro Páramo y Tomás Segovia, quien lo recibió en 2005). Norman Manea es el último receptor; otros laureados son Nicanor Parra, Juan José Arreola, Eliseo Diego, Julio Ramón Ribeyro, Nélida Piñón, Augusto Monterroso, Juan Marsé, Olga Orozco, Sergio Pitol, Juan Gelman, Juan García Ponce, Cintio Vitier, Rubem Fonseca, Juan Goytisolo, Tomás Segovia, Carlos Monsiváis, Fernando del Paso, António Lobo Antunes, Rafael Cadenas, Margo Glantz, Fernando Vallejo, Alfredo Bryce Echenique, Yves Bonnefoy, Claudio Magris y Enrique Vila-Matas.
Otros premios entregados en la FIL son: Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz, Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez, Premio ArpaFIL, el Homenaje al Bibliófilo, Homenaje al Bibliotecario y el Homenaje de Caricatura La Catrina.
OCHENTEROS
Además de los mencionados Paulina Flores y Joel Flores (no emparentados), el radar de la FIL propone seguirle la pista a escritores latinoamericanos nacidos en los ochenta: Pedro J. Acuña (México, 1986), Carlos Manuel Álvarez (Cuba, 1989), Ave Barrera (México, 1980), Carol Bensimon (Brasil, 1982), Liliana Colanzi (Bolivia, 1981), Camila Fabbri (Argentina, 1989), Carlos Fonseca (Costa Rica / Puerto Rico, 1987), Arnoldo Gálvez (Guatemala, 1982), Enza García Arreaza (Venezuela, 1987), Damián González Bertolino (Uruguay, 1980), Camila Gutiérrez (Chile, 1985), Mauro Libertella (Argentina, 1983), José Adiak Montoya (Nicaragua, 1987), Francisco Ovando (Chile, 1989), Marcela Ribadeneira (Ecuador, 1982), Carol Rodrigues (Brasil, 1985) y Óscar Guillermo Solano (México, 1983).