Super Extra Grande. Yoss. Traducción al inglés de David Frye. Nueva York: Restless Books. 2016. 160 páginas.
Este es un prejuicio que vengo escuchando desde el siglo XX: muchas personas creen que la ciencia ficción, como genre “comercial” de la literatura, jamás da cabida al estilo ni a casi ninguna aspiración estética. Por supuesto, no es verdad: la idea de que todos los autores etiquetados “de ciencia ficción” (sea porque la escriben deliberadamente, o porque así lo dicen lectores, críticos o libreros) se convierten instantáneamente en untalented hacks sin interés genuino por el lenguaje es absurda.
Aun en sus épocas de mayor popularidad y abundancia como literatura especializada, la ciencia ficción ha tenido una cantidad enorme de practicantes mediocres, pero también algunos grandes artistas, igual que cualquier subconjunto de la producción literaria de una época o de una cultura. Si algunos de los grandes exponentes de la speculative fiction destacan por otras razones –Philip K. Dick es famosamente blunt and prosaic, por ejemplo–, otros tuvieron una capacidad verbal que deja muy atrás no sólo a los paperbacks de aeropuerto sino también a más de un autor “canónico”, escribiendo de los temas “apropiados” y del modo “correcto”. Están los pastiches de Joyce o Burroughs (o el otro Burroughs) de Philip José Farmer; la enigmática filigrana verbal de Samuel R. Delany en Dhalgren; la obra entera de Roger Zelazny o de la mucho más conocida Ursula K. LeGuin.
En América Latina, como la práctica de la ciencia ficción ha sido siempre más difusa –al no estar respaldada por mercados fuertes como los de los países de habla inglesa, Japón o incluso Francia–, ha habido más dificultades para que las obras interesantes lleguen al público, pero también mucho más espacio para la invención verbal. Los lectores desprejuiciados de habla castellana pueden disfrutar lo mismo de, digamos, la oralidad atemporal de Kalpa imperial de Angélica Gorodischer, las reescrituras eruditas de Casa de horror y de magia de Emiliano González y la invención verbal de Las visiones de Edmundo Paz Soldán, fuertemente anclada en la evolución presente del castellano y en nuestro contexto social y político.
Super Extra Grande, y el resto de la obra del cubano Yoss (José Miguel Sánchez, 1969), está en un lugar diferente del de todos estos autores.
¿Por qué la ciencia ficción hispanoamericana es heterogénea del modo en que lo es? Durante décadas, los aficionados hispanoamericanos han tenido que conocer las novedades escritas en otros idiomas por medio de traducciones no sólo retrasadas, sino (por lo general) deficientes: hechas deprisa y publicadas sin cuidado, justamente porque los prejuicios contra la ciencia ficción hacen suponer que sus consumidores no pedirán (ni merecen) nada mejor. Esta situación es aún más complicada para los lectores de Cuba, limitados por el bloqueo económico y por una difusión aún más lenta de lo normal de muchas obras del occidente neoliberal. El resultado ha sido que nuestra ciencia ficción ha podido utilizar, criticar, y recrear, tropes y elementos argumentales provenientes de otras lenguas, pero de hecho ha estado obligada siempre a inventar sus propios estilos, porque la alternativa es copiar servilmente una imagen imperfecta, degradada, de los que hubieran podido ser precursores más fuertes.
La estrategia de Yoss, rarísima entre los escritores de verdadero talento en nuestra región, es fingir que no se separa en absoluto de esos modelos disponibles: no sólo sus argumentos recobran elementos de todo el último siglo de la ciencia ficción, y además los presenta con unjaded enthusiasm –sin ironía o self-consciousness–, sino que empieza, en apariencia, respetando el ritmo convencional del español traducido. La sorpresa viene después, cuando se comienza a notar la densidad del lenguaje, y en especial su utilización de modismos contemporáneos, referencias a la cultura actual (a las muchas culturas actuales que permean a través de nuestra habitual media saturation) y términos en una variedad mutante del spanglish. El de Yoss no es el mundo verbal de las traducciones “regionales”, realizadas por razones de exclusión económica en un presunto español neutro que intenta negar y homogeneizar las muchas hablas de América Latina, sino uno que explora desde su misma concepción –como siempre ha hecho la mejor ciencia ficción– las posibilidades futuras de la existencia humana. Yoss sabe que la lengua nos acompañará, como lo ha hecho siempre, en las transformaciones que ocurran a nuestro alrededor, y será al mismo tiempo su reflejo y su única posibilidad de representación y de memoria.
Algo de esta creación con el idioma se pierde, inevitablemente, en el proceso de traducción al inglés. Pero una parte crucial permanece. Super Extra Grande, el relato de las aventuras del veterinario interestelar Jan Amos Sangan Dongo y de su enfrentamiento con algunas de las criaturas más inmensas y extrañas de la galaxia, es una space opera en el sentido más puro del término: no sólo ofrece episodios emocionantes, humor y hasta romance en un rico entorno extraterrestre, sino que postula, sin cinismo, un futuro que la ciencia ficción en inglés finds harder and harder to conceive: uno en el que, en efecto, los seres humanos han superado sus self-destructive tendencies y pueden participar de una vida mayor y más amplia en el cosmos, coexistiendo, aunque no siempre sin problemas, con countless other intelligent species. Un mundo a contrapelo del nuestro: auténticamente diverso y en el que el racismo sigue existiendo, pero no es motivo de orgullo sino un atavismo incómodo.
Además, en ese mundo no solamente tienen cabida –como sucede en tantas space operas del siglo XX– los habitantes blancos, de habla inglesa y convencionalmente bellos de la Tierra. Además de que Sangan es de ascendencia mixta, poco agraciado e incómodamente grande –un protagonista que en otras historias hubiera sido relegado a second or even third fiddle–, no hay que dejar de lado un detalle importante de su mundo imaginado: como en muchos otros, en éste existe una forma de propulsión interestelar, más veloz que la luz, to make travelling to other planets and solar systems conveniently possible. Este sistema, en Super Extra Grande, se llama impulso González, because it was invented by a latino scientist —more precisely, an Ecuadorian jesuit!
Es habitual que la ciencia ficción latinoamericana se contagie del racismo implícito en muchas de sus fuentes y nos coloque –a nosotros, los que habitamos esta parte del mundo– en posiciones subalternas de sus entornos futuros, aún más humillantes que las que ocupamos en el presente. Pero Yoss no: Yoss se atreve a imaginar que podemos hacer grandes hazañas.
Alberto Chimal