Soliloquios/Ciudad de Fuego. Edgardo Rivera Martínez. Lima: Debolsillo, 2018. 220 páginas.
Poco antes de fallecer en octubre de 2018, Edgardo Rivera Martínez dio a la imprenta este estupendo volumen de relatos compuesto por cuatro novelas cortas. Tres de ellas —Ciudad de fuego, Un viejo señor en la neblina y El visitante— aparecieron en un solo volumen bajo el título general de Ciudad de fuego en el año 2000, mientras que Soliloquios, la nouvelle que abre el libro, es un texto inédito y constituye el último relato que escribió el autor.
El visitante se publicó por vez primera en 1974. Su protagonista es un viajero impenitente que una mañana se topa con Lena en uno de sus paseos por un malecón limeño en el que abunda la neblina. El extraño personaje es “dueño de una belleza singular, con algo de andrógino que turba y sorprende”, así como de “una antigua y ya desusada gentileza”. El protagonista y Lena mantendrán una singular relación de amistad. A ellos se sumará después Fernando, el esposo de Lena, y pronto el protagonista comenzará a frecuentar la casa de ambos. Todo el relato de El visitante se construye a partir de los monólogos de cada uno de estos tres personajes y de su fragmentada conciencia, todo lo cual contribuye a urdir un mundo tan hechizado como enigmático. El viaje interior de cada una de estas figuras se complementa con el retrato neblinoso de Lima, una ciudad llena de una bruma y de una tristeza que consume lentamente a quienes la habitan. En El visitante destaca la figura del protagonista: éste personifica la figura del ángel caído, un personaje emblemático y misterioso en toda la narrativa de Rivera Martínez. Por ello, su fugaz visita y su súbita desaparición en la novela hacen de él un ser que vive en un limbo permanente, pues es una suerte de lobo solitario “que vaga por países y ciudades, en inútil búsqueda del quantum que pudiera llevarlo, alguna vez, al sueño, a la extinción, a la nada”.
El motivo del viaje y el de la utopía se dan la mano en Ciudad de fuego (1979). Su anónimo protagonista es un hombre solitario dedicado a diversos oficios en una biblioteca. Este cultiva la esperanza de arribar a una ciudad ideal, tomando como modelo la Ciudad del sol (1602) del pensador renacentista Tomasso Campanella. Al abrirse el relato, descubrimos que el ansiado viaje a ese utópico lugar ocurrirá ese día a las cinco de la tarde, hora en la que el protagonista abandonará para siempre el lugar donde labora y emprenderá un viaje hacia “una elevada colina, sobre la cual descansa la Ciudad” perfecta. Convencido de su quimera, el bibliotecario romperá con la soledad de su mundo cotidiano y emprenderá, como tantos otros personajes de Rivera Martínez, su utópica aventura.
Un viejo señor en la neblina (2000) es un relato con tintes mitológicos y fantásticos. Cuenta la historia de Juan Clodoveo, un personaje tan caballeroso como insólito. Este suele pasar las tardes en el techo de su casona en ruinas en el centro de Lima. Desde allí, contempla el gris horizonte de la ciudad, al tiempo que elabora figuras de origami que luego regalará a sus vecinos. El protagonista vive obsesionado por el mito de Icaro y Dédalo y el sueño de volar. Por ello, su súbita desaparición al final del relato hace pensar que logró materializar su deseo más preciado, es decir, surcar los cielos con unas grandes alas de papel y envuelto en la densa neblina limeña.
Mención aparte merece Soliloquios, el nuevo relato de Rivera Martínez. En él se cuenta la vida de Laura del Valle Brandsen, una limeña divorciada y de clase alta que va rememorando sus experiencias familiares y amorosas tanto en el Perú como en Europa. Al abrirse el relato, se señala que Laura, una mujer de cincuenta años, inicia el 5 de septiembre de 2012 el recuento de su vida a una grabadora, un ejercicio memorioso que le servirá más tarde para escribir una novela. El relato en el que se embarca Laura se organiza a partir de 64 breves fragmentos. Estos guardan la frescura y espontaneidad del lenguaje oral al evocar momentos clave de su vida. El oyente de este relato es su padre, don José Claudio del Valle Otaiza, un hombre viudo de 75 años con quien Laura comparte su casa en un barrio de Barranco.
Enamorada de Lima y de París, así como de la buena literatura y la música, Laura es también una amante del mundo andino peruano, sobre todo del valle del Mantaro, del que admira sus canciones y artesanía. Su singular relación con Justina, la muchacha indígena que trabaja en su casa, hace de ella una mujer genuinamente abierta a conocer siempre otras realidades y costumbres. El de Laura es un cosmopolitismo que nunca olvida sus raíces y que siempre está abierto al diálogo con otras culturas. De allí la decisión de adoptar a Alvarito, un niño de origen andino, como hijo suyo al finalizar el relato.
Edgardo Rivera Martínez no solo fue un novelista de gran aliento narrativo, como lo demuestra su novela País de Jauja (1993); también fue un fino cultivador del cuento y de la novela corta. Por ello, la reedición de este conjunto de textos, repletos de personajes que viven en mundos fantásticos y cobijan anhelos muy personales, es digna del mejor elogio. Este volumen permitirá que la literatura de un autor fundamental en las letras peruanas esté disponible para nuevos lectores, al tiempo que mantendrá vigente su propuesta de un nuevo mestizaje cultural para el Perú contemporáneo. Desde la utopía, el mito y un fino ejercicio de “entretejimiento cultural” (palabras de autor), es posible pensar, como los muchos personajes de Rivera Martínez, en una nueva nación peruana que dé cuenta de su rico legado multicultural.
César Ferreira
University of Wisconsin-Milwaukee