Señuelo. Regina Ramos. Montevideo: La Coqueta. 2020. 95 páginas.
Regina Ramos (1992) es oriunda de Rafael Perazza, un pueblo de menos de dos mil habitantes del departamento de San José de Mayo de la República Oriental del Uruguay. Creció en la ruralidad, es profesora de literatura, poeta y coeditora de la antología de poesía ultrajoven En el camino de los perros. Su primer libro, 23 veces out, publicado bajo el sello Yaugurú, ganó el premio nacional de literatura de su país en la categoría ópera prima de éditos en 2019. Señuelo es su segundo libro editado en 2020, con prólogo de la escritora cordobesa Elena Anníbali, dentro del sello Pelagatos de La Coqueta, casa especializada en poesía, en el que profundiza un proceso creativo constante y la destaca como una de las escritoras más solventes de su generación.
Al verso labrado de sus primeras creaciones se le suman la prosa y los aforismos como un trino de rebeldía por abarcarlo todo, haciendo de la palabra un territorio de encuentro personal y seguridad. La búsqueda formal es también heterogénea en el armado del objeto-libro, compuesto por cuatro partes: “Bozal”, “Para vestir santos”, “Antropoesía” y “Cigarrillos mentolados”, que a su vez contiene “Caja grande cigarrillos para antes del sexo” y “Caja chica cigarrillos para después del sexo”. En cada fragmento Ramos continúa, después de haber hecho un acercamiento iniciático al punk rock mixturado con Wenceslao Varela, con un sincretismo de referencias como David Bowie, Juana de Ibarbourou, José María Arguedas, Washington Benavidez, Fito Paez o el Indio Solari, demostrando su magistralidad —aprendizaje de vida en apariencia periférica— para superponer universos, contrastarlos y hacerlos convivir.
Los pájaros, el huevo, el nido… desde el título las referencias oscilan entre la libertad y la caza. Un señuelo, objeto o ave para atrapar otra ave, que bien podría ser la imposibilidad de huir, la intención de desaparecer o la inocencia de observar la muerte ajena como propia. La muerte de una misma en el pasaje a la adultez o en la eterna disyuntiva de la sangre, volverse una, dejar de ser en función de, o como dice la poeta, madurar sin marchitarse. La genealogía sobrevuela los mandatos familiares, el desplume de las primeras veces, salirse del núcleo familiar, tomar distancia, romper con el deber ser, confiar en el valor y la posibilidad transformadora de la palabra, como si la poesía, o el empezar a nombrar, fuese el primer paso para quebrar el nido, gorjear desobediencia, acabar con los bozales.
Con una sensualidad arrolladora, el erotismo y el cuerpo disputan su lugar en el mundo; pareciera existir una necesidad por ubicar, reordenar, organizar todo aquello que se transmitió como costumbre de generación en generación y se volvió certeza incuestionable. El valor de la palabra se repite, es un leit motiv temático o el alma que se sostiene entre lo verbalizado y lo que se oculta, los secretos que se hacen quiste, las voces impronunciables, las que no tuvieron la oportunidad de decir. Entre refranes populares, climas marosianos y augurios culinarios, Regina Ramos logra atrapar un pájaro, cazar la palabra y hacerla poesía.
Leonor Courtoisie