Lima: Ediciones Altazor. 2019. 110 páginas.
Rafael Anselmi (Lima, 1967) es autor de dos libros de relatos cortos—El mirador de la ciudad (1999) y Noche de ronda en Bath (2005)— así como de un libro de reflexiones —Sueltos de bar (2006)— que nos hace recordar al notable Julio Ramón Ribeyro en La tentación del fracaso (1992-1995). Asimismo, es autor de varios textos para niños. Saint-Ex es su primera novela —una nouvelle, a decir verdad—, escrita a partir de la premiada pieza dramatúrgica del mismo nombre estrenada en Lima en el año 2019.
Si en sus relatos cortos Anselmi aborda temas como la soledad, el desasosiego cotidiano, el desamor y la amistad a través de un alter ego que deambula por bares y otros espacios nocturnos, en su primera novela explora las tensiones de pareja a partir de la recreación de los últimos días de la vida de Antoine de Saint-Exupéry en la Nueva York de 1944 durante los años de la Segunda Guerra Mundial. La novela narra la intensa relación amorosa entre Saint-Exupéry y su esposa, la salvadoreña Consuelo Suncín Sandoval-Zeceña, así como el ambiente de bohemia, amistad e intrigas que vive el autor francés poco antes de su reincorporación como piloto de guerra de las Fuerzas Francesas. Paralelamente, se recrea el proceso de escritura de la que será su más famosa obra, El principito (1951). Sobre la base de estos hechos reales en la vida del icónico autor francés, Anselmi construye con destreza ambientes densos en los que se debaten los fantasmas de Saint-Exupéry, vale decir la búsqueda de honor, los celos, la vanidad y el amor incondicional.
Anselmi estructura su novela en dieciocho capítulos breves que narran dos relatos que actúan como vasos comunicantes entre dos espacios y dos registros que finalmente van a converger en un destino trazado para Saint-Exupéry. De un lado, se recrea el ambiente de intriga en el que se mueven los expatriados, intelectuales y artistas europeos que suelen reunirse en el Café Arnold de Nueva York. Allí, el editor estadounidense Eugene Reynal, su esposa Elizabeth, Lewis Galantière —el entrañable amigo y agente literario de Saint-Exupéry—, el escritor y su esposa Consuelo mantendrán diálogos ásperos, salvados por momentos de franca agresión gracias al fino y cínico humor de Galantière. Ciertamente, los diálogos entre todos estos personajes son una destacada característica en la novela. Breves, agudos y muchas veces hirientes, éstos propician una cierta atmósfera teatral y contribuyen a mantener el ritmo acelerado de los últimos días de Saint-Exupéry. De otro lado, en el departamento neoyorkino de la pareja frente al Parque Central y bajo la hipnótica repetición de “Plaisir d’amour” en el tocadiscos, somos testigos de la asfixiante y destructiva relación que mantienen el escritor y su esposa. Es en este espacio, a través de la trágica voz de Consuelo, que la historia se inicia y se cierra tras una desgarradora exploración de las complejas relaciones amorosas entre ambos personajes.
Al trabajar un libro y un autor icónicos como El principito y Saint-Exupéry, es innegable el reto de ficcionalizar sobre un texto de ficción. Para enfrentar esta tarea, antes que ensalzar la figura del autor francés, Anselmi elige la voz de Consuelo para construir los claroscuros de Saint-Exupéry: me refiero al contraste entre el hombre público y su vida privada, y entre un amor inmortal e idealizado y las repetidas infidelidades del escritor. Estamos ante una vida de aventura y de gloria, así como de la asfixiante relación cotidiana del escritor y su esposa. Asimismo, de los grandilocuentes llamados por la libertad de Saint-Exupéry que contrastan con los desdenes de una familia aristocrática francesa, la cual mira con sorna a una salvadoreña que no se comporta ni maneja el acento francés como ésta lo hace. Por ello, como en uno de sus muchos monólogos en soledad sobre un Antoine casi siempre ausente, Consuelo afirma: “nunca dices nada, solo sabes decir adiós”. Y en otro momento añade: “yo he aceptado todo eso casi con alegría… Sí, con alegría, como el zorro en tu historia que piensa que todo el tiempo vivido no ha sido pérdida, que ha sido tiempo, momentos, instantes de vida intensa, ¿sabes? Te imagino en un avión y sueño el reencuentro, pero tú decidiste ir a la guerra para salvar tu honor, honor que nunca estuvo en peligro. Y no te acordaste de la rosa, Tonio, no te acordaste de los lazos creados… y no hay estrellas esta noche, ¿sabes?, no hay estrellas donde oírte reír y solo tengo la angustia…”.
Podría ser una estrategia común recurrir a la conocida imagen de la rosa de El principito como símbolo del amor de Saint-Exupéry por Consuelo. Pero, si Consuelo es la rosa, en la novela de Anselmi ella es un rosa ambivalente; una flor a la que se quiere, pero en la que el escritor no se detiene a contemplar en su día a día. Por ello, es una rosa torturada, retratada en la novela como una mujer caprichosa y arbitraria. De esta manera, en la ficción que construye Anselmi, cuando desaparece el Saint-Exupéry de carne y hueso, sólo queda la voz de Consuelo para alimentar la nostalgia por un tiempo pasado junto a su esposo que, según fantasea la salvadoreña, fue mejor. Hacia el final de la relación entre Saint-Exupéry y Consuelo, lo único que perdura es eso: un mundo plagado de sueños —no siempre compartidos—, y de nostalgia entre los esposos. Y junto con todo ello, el mito del autor de El principito y, por supuesto, la magnífica exploración de Anselmi sobre la fugacidad del amor, la cicatriz de su ausencia y la persistencia del dolor.
La novela se inicia con Consuelo escuchando la noticia radial de la desaparición del avión piloteado por Saint-Exupéry. El resto del relato nos conduce, mediante una acumulación dramática en aumento, al encuentro de ese destino: la muerte del escritor y el nacimiento de su obra más universal. Dicho en otras palabras, el relato da cuenta del nacimiento del mito a través de una nostalgia alimentada por el dolor y la soledad de la rosa mortal. Como la muerte de su célebre personaje —el principito—, la muerte de Saint-Exupéry parece ser inevitable, pero está destinada a brillar en el cielo con el tintineo de las estrellas.
En el reto de enfrentar la ficción a través de la ficción, esto es, de recrear la vida de Saint-Exupéry y su novela más icónica, Anselmi sale bien librado. Como toda novela lograda, este relato toma distancia del personaje histórico para explorar de estupenda manera la compleja relación de una pareja jaloneada entre el mito público, la nostalgia personal y el desamor cotidiano. Todos estos elementos componen la sobria y admirable escritura de Rafael Anselmi.