Rasgos comunes: Antología de la poesía venezolana del siglo XX. Selección, prólogo y notas de Antonio López Ortega, Miguel Gomes y Gina Saraceni. Valencia: Editorial Pre-Textos, 2019. 1.169 páginas.
No es un secreto que las noticias que nos llegan hoy en día desde Venezuela son muy poco auspiciosas. Crisis política y económica, desmantelamiento institucional, empobrecimiento de la población y emigración masiva de sus ciudadanos son sólo algunos de los problemas que aquejan a esa nación sudamericana y mantienen a las agencias noticiosas ocupadas. Pero la triste realidad política, social y económica de ese país tiene un contrapeso simbólico en su gran literatura, tradicionalmente olvidada o tomada muy poco en cuenta tanto por la crítica literaria y académica latinoamericana como por la que se produce en los ámbitos universitarios del hispanismo norteamericano y europeo. Curioso es que el país de Andrés Bello y Simón Rodríguez, de Mariano Picón Salas y Arturo Uslar Pietri, de Francisco Rivera y Guillermo Sucre, esté en el limbo de las interpretaciones y lecturas de su producción intelectual. Lo mismo podríamos decir de sus figuras señeras en los ámbitos de la prosa de ficción y de la poesía, en los que han destacado figuras como Teresa de la Parra, Miguel Otero Silva, y, más recientemente, Eugenio Montejo, Yolanda Pantín, María Auxiliadora Álvarez y Arturo Gutiérrez Plaza, entre muchos otros. No se me oculta lo arbitrario de la extremadamente parcial lista que acabo de hacer, pero es imposible ser exhaustivo cuando se trata de una literatura que ha producido y sigue produciendo obras con las que la crítica posee una deuda creciente que será difícil de pagar.
Rasgos comunes, la antología de poesía venezolana del siglo XX que aquí nos ocupa, confirma de manera contundente lo que acabo de decir. Me atrevo a señalar que pocas antologías poéticas latinoamericanas cubren de manera tan completa la producción de un país acaecida en el siglo pasado, con autores que incluso siguen destacando en lo que va del siglo XXI. Más de mil páginas componen este libro; su imponente presencia es testimonio innegable no sólo de la cantidad de poesía escrita en Venezuela, sino de la potencia imaginativa de muchos de sus autores. Todas las antologías presentan los mismos problemas “prácticos”: no están todos los autores (no tienen que estarlo, por tratarse precisamente de una selección) del periodo o el territorio que cubren, y los criterios de inclusión y exclusión por lo general no son compartidos, especialmente por aquellos que fueron dejados fuera. Esa es la política de las antologías, un problema que no tiene solución y que constituye parte esencial del género. Sin embargo, en este caso, podemos confiar en lo acertado de la selección por tratarse de antólogos de excepción. Antonio López Ortega, Miguel Gomes y Gina Saraceni han realizado un trabajo ejemplar; como ellos mismos lo explican en el apartado “Criterios de esta antología”, la inclusión de los poetas en el libro no se debió a una ilusoria (por imposible) “exhaustividad científica irrebatible”, sino a una “crítica razonada” que se llevó a cabo gracias a un “cordial debate” en el que prevaleció el criterio más importante de todos: el de los poemas que fueran “memorables sea por sus valores estéticos” o por sugerir conflictos y debates en el campo cultural de su tiempo. Muchos de los poemas elegidos, como dicen los antólogos, tocan ambas categorías. Por otro lado, los antólogos formularon cada uno por su parte listas de poetas a incluir; si un nombre se encontraba en las tres listas, se consideraba una clara señal para incluirlo. El debate crítico entre ellos comenzó cuando se discutían los nombres en los que no coincidían los tres.
Además de los criterios recién mencionados, Rasgos comunes fue elaborada a la luz de una serie de cinco categorías que describen las líneas discursivas más destacadas del corpus poético venezolano. Los antólogos llaman a esas categorías “zonas discursivas” que dibujan el retrato del “sistema de la lírica venezolana”. Esas zonas son: 1) “Los desafíos éticos de la modernidad”; 2) “Cartografías de sujetos y cuerpos: disidentes, enfermos, extranjeros”; 3) “El país entre visualidad y sonoridad: paisajes y espacios de la patria”; 4) “La creación poética como construcción de otra realidad: devenires de la lengua”; y 5) “Desplazamientos de la cultura”. Todos los poemas de esta antología recorren estas zonas de maneras diferentes y, en muchas ocasiones, simultáneas, constituyendo un campo de significación múltiple.
De Francisco Lazo Martí (1809-1909) a Luis Enrique Belmonte (1971) se extienden los hitos discursivos de la poesía venezolana en este libro. Ochenta y siete poetas en total, con títulos que van desde la “Silva criolla” (1901) del primero hasta el “Compañero paciente” de Belmonte, quien además ejerce la medicina. Desde “¡Libra tu juventud! El rumbo tuerce / de la fastuosa vía / en la que el vicio su atracción ejerce / y se tiñe de rosa la falsía” de Lazo Martí hasta ese enfermo de hospital que “comparte su pudín / y guarda bajo un colchón / trozos de pan negro y colillas de cigarros / para los días difíciles” de Belmonte, el discurso lírico venezolano extiende su imaginario, dando muestras de una vitalidad verbal en la que destacan clásicos como Vicente Gerbasi, Juan Sánchez Peláez o Juan Calzadilla, autores responsables de una renovación discursiva ligada a las vanguardias más diversas y al nacimiento de la modernidad literaria de ese país. Otros nombres ineludibles son Eugenio Montejo, Rafael Cadenas y José Barroeta; a medida que avanza el siglo, nos encontramos con nombres como los de Márgara Russotto, Blanca Strepponi e Igor Barreto, para luego llegar a voces sorprendentes como las de María Auxiliadora Álvarez, Ana Nuño, Verónica Jaffé y Eleonora Requena. Al leer a los poetas aquí incluidos, al enterarnos del lugar que ocupan en el variado panorama de la poesía de su país y su inserción en esa historia más vasta que es la poesía en lengua castellana, Rasgos comunes nos revela lo que ya sabíamos y ahora comprobamos de manera contundente: la poesía venezolana es un vivísimo corpus de diversos hitos discursivos en donde encontramos todos los registros literarios posibles, desde el clasicismo neolatino hasta las diversas entonaciones de lo coloquial, pasando por el modernismo, la vanguardia y ciertas realizaciones experimentales y lúdicas acompañadas de una “terredad” (como diría Eugenio Montejo) contemplativa y, al mismo tiempo, curiosa. Nada humano le es ajeno a esta poesía, y en ella caben todos los paisajes reales e imaginarios que constituyen lo que llamamos mundo o realidad. No podemos sino concluir que su vigor (oblicuo o directo) es la única manera en que esta poesía puede enfrentar los desastres políticos y sociales que aquejan a Venezuela desde hace ya demasiado tiempo.
Queda claro, al recorrer las páginas de este libro, que la poesía venezolana sigue siendo “el secreto mejor guardado de América Latina”, extrapolando, como lo hacen los antólogos, las palabras de Álvaro Mutis dijo el año 2004 sobre Juan Sánchez Peláez. Libros como Rasgos comunes serán, eso esperamos, una contribución ineludible para que ese secreto deje de serlo y la poesía escrita en Venezuela se difunda como corresponde por todos los ámbitos de la lengua castellana.
Marcelo Pellegrini
University of Wisconsin—Madison