Quito: El Ángel Editor y El Taller Blanco Ediciones. 2021. 135 páginas.
Una vez más, estamos frente a Rafael Cadenas. Su pacífica mirada se posa sobre el rostro de quien esto escribe: “¿Cómo están las cosas en Maracay?”. Mi respuesta es una suerte de pregunta enmascarada que se afirma en la voz casi inaudible del poeta: “Nada bien”, y entonces toma un trago de agua del vaso que sostiene con la mano derecha mientras con la izquierda soba la piel del maletín que cuelga de su cuerpo. Lo miro desplazarse hacia una esquina del ventanal de La Poeteca y allí se queda. Me voy detrás de él y juntos miramos la plaza. Sonríe. Me toca un brazo y se marcha en medio de las personas que conversan y voltean a saludarlo. Rafael Cadenas sale del recinto. Queda en el ambiente la alegría de haberlo visto. De haberlo tenido como compañero un rato en esa Caracas de hace unos meses.
Ahora, de nuevo, estoy con Cadenas. Una antología, publicada por El Ángel Editor y El Taller Blanco Ediciones en Quito, Ecuador, este año 2021, da cuenta del trabajo del poeta larense desde 1958 hasta el año 2016, titulada Las paces, con dos excelentes ensayos de Arturo Gutiérrez Plaza y Néstor Mendoza, prólogo y epílogo que resultan un lujo de lectura por su hondura y belleza. Y aquí están sus libros: Los cuadernos del destierro (1960), Falsas maniobras (1966), Intemperie y Memorial (1977), Amante (1983), Gestiones (1993), Sobre abierto (2012) y En torno a Basho y otros asuntos (2016).
Se trata, entonces, de una selección donde sólo está la poesía de Cadenas. Forman parte de otro universo sus ensayos, aforismos y escrituras en las que autor reflexiona sobre la realidad circundante, como Anotaciones, publicado por Fundarte en 1983, y en Torno al lenguaje, entre otras publicaciones que andaban y desandaban entre los lectores. Rafael Cadenas llegó a decir: “Soy un hombre que no respira bien”, en atención a lo que expresa el epígrafe que uso para desarrollar esta reseña.
En el volumen Entrevistas, publicado por Ediciones La oruga Luminosa / Colección Voces secuestradas, en mayo del año 2000, dirigida por Orlando Barreto desde San Felipe, estado Yaracuy, Cadenas le responde a Enrique Arenas que él no atiende a ninguna concepción de la poesía: “…nunca me he preocupado por tener una concepción de lo que debe ser la poesía, pero me inclino hacia la expresión directa del sentimiento y no hacia la expresión a través de un motivo. Tal vez esta última forma sea superior. Sin embargo, creo que me está vedada, o por lo menos me resulta muy difícil”.
La palabra “difícil” o “me cuesta la expresión” forman parte de muchas declaraciones que Cadenas ha desarrollado durante entrevistas abiertas y hasta en privado. De manera que estamos frente a un hombre que tiene en la sobriedad una concepción que no apuesta a una disposición preconcebida, sino a una naturaleza. Cadenas es un hombre que transita por la brevedad, por el silencio agudo en poemas donde la hondura expresa los quebrantos de una realidad abundosa, verbosa y agobiante.
Juan Carlos Santaella, citado por Patricia Guzmán en el mismo libro Entrevistas, destaca: “No entiendo por qué a veces se ha querido reprochar a Cadenas un ensimismamiento enfermo cuando, todo lo contrario, su poesía, tanto como sus reflexiones, son impetuosas, francas, demoledoras”. En efecto, la poesía de Rafael Cadenas es directa, sin ambages, no toma curvas. En una de sus poéticas, la más repetida por muchos lectores, dice: “Que cada palabra lleve lo que dice./Que sea como el temblor que la sostiene./Que se mantenga como un latido”. Y en Gestiones, insiste: “Nunca he sabido de palabras/tanto como quise.//Relegadas en un tiempo,/no me buscan”.
“Yo también tengo, Auden,/the best dictionaries that money can buy.//Piezas que se alinean/con ahogo.//Nuestra vida es ardua,/queda atrás,/hierve.//No quiero estilo,/sino honradez”. Esa honradez, que se aleja del estilo, es la poesía que abarca toda la obra de Rafael Cadenas. Para completar lo arriba señalado, Arturo Gutiérrez Plaza precisa:
Su búsqueda se inscribe, por tanto, en otro ámbito sin querer ser tampoco ni antipoesía ni contrapoesía. Distante también de las invocaciones nacionalistas y desde una perspectiva que supera las estrecheces de lo regional, más que interesarse en su rol como poeta, su pesquisa, en tanto custodio de la lengua, quizás consista en lograr conciliar la palabra y el silencio ontológicamente.
Por su lado, Néstor Mendoza escribe: “Su papel contrastante como poeta, pudiera ser, quién quita, develar la capacidad de socializar y de redescubrir lo no visto del presente en cada ejercicio cotidiano; y acercarnos como ciudadanos, como hombres y mujeres capaces de un entendimiento consensuado, por encima de cualquier cuerpo de dogmas”.
Toda la poesía de Cadenas pareciera ser una poética. Una poética que lo abarca desde su primera “isla” hasta la última que aparece en el inmenso mar de sus palabras. Esta antología recoge el espíritu sobrio y sabio del poeta venezolano, quien desde su ámbito como ensayista se mira y recoge en cada una de sus reflexiones.