The Animal Days. Keila Vall de la Ville. Traducido por Robin Myers. Weston: Katakana Editores. 2021. 217 páginas.
Con frecuencia me pregunto cómo se sentiría leer algunos autores en su idioma original cuando no hablo ese idioma (vienen a mi mente los rusos). Por lo general, antes de comprar una obra, investigo un poco sobre “la mejor traducción” y reviso algunas reseñas antes de realizar la compra. Como traductora, leer una traducción puede ser un desafío porque, cuando me encuentro con un giro inusual, suelo parar de leer para preguntarme por la intención del autor y por la elección de palabras del traductor. Hace poco dejé de leer la traducción inglesa de una novela policiaca sueca porque, aunque no hablo ni una palabra de sueco, sentía que las decisiones del traductor eran, a veces, asombrosamente inapropiadas. Ese es el poder de la traducción. Si es buena, te enganchará tanto como el original.
The Animal Days (en español Los días animales) de Keila Vall de la Ville, traducida de forma maravillosa por Robin Myers, no fue la excepción. Me tomó algunas semanas leer una novela que debí haber leído en una sentada porque tuve que hacerlo dos veces, pues no dejaba de rumiar las palabras que Robin había elegido. Por ejemplo, cuando leí la palabra guitarist me detuve y, después de unos minutos, concluí que yo habría elegido guitar player, pero, desde luego, guitarist es una palabra completamente apropiada. Creo que es una “cuestión de oído” (ahora me pregunto si “cuestión de oído” podría traducirse como an ear thing). Es solo que me gusta más el sonido de guitar player (una preferencia personal), por eso todo este ir y venir se interpuso en el camino, pero esa no soy más que yo en mi modo traductora. La segunda vez, ya en modo lectora, me tomó un par de noches y la historia se deslizó como mantequilla en un sartén caliente.
The Animal Days de Keila es la historia de Julia, una escaladora que perdió a su madre mientras trata de terminar la universidad y que al parecer no se atreve a dejar ir a Rafael, el hombre que ninguna madre quiere para su hija. La inclinación de Julia por el peligro y la adrenalina es su forma de lidiar con la pena y de intentar mantenerse en la órbita de Rafael. Simplemente no es capaz de dejarlo ir. Es curioso, porque la única regla que debe seguir un escalador es “NO DEJARSE IR”, y eso es precisamente lo que estamos esperando: que pueda superar su pérdida y encontrar el coraje para echar a este imbécil de su vida. La hábil prosa de Keila sumerge al lector en el mundo de Julia, donde persiste una sensación de peligro generalizado a lo largo de los desafíos y sacrificios que trae cada escalada y la satisfacción que representa para ella la “conquista” de cada pico. Julia es una mujer en constante movimiento, que teme quedarse quieta. Mientras más escala, más quiere seguir escalando; viaja por todo el mundo, conoce gente buena y, con más frecuencia, gente desagradable, enfrenta cualquier tipo de dificultades en búsqueda de un hombre que la abandona constantemente, todo esto mientras intenta entender por qué lo hace. La terquedad de Julia al ponerse en peligro en un esfuerzo por aferrarse a Rafael me hizo pensar en las terribles decisiones que solemos tomar para evitar estar solos. Su búsqueda de identidad, de autoestima, de sentido de pertenencia solo se sacia con la ráfaga de adrenalina que trae cada nueva aventura. The Animal Days se lee casi como una bildungsroman, donde la protagonista debe crecer, atravesar el ciclo de vida de “caer y volver a levantarse” para madurar y encontrar lo que busca: la paz interior.
Keila Vall de la Ville ha aprovechado al máximo su propia experiencia personal como escaladora consumada para tejer una historia que puede interpretarse como una metáfora de la vida. “Cuando comienzas ni miras hacia abajo. Un instante estás acá, al siguiente estás en un limbo que sólo puede terminar en el tope: a media pared no puedes quedar”. The Animal Days es una novela sobre cómo sería vivir al límite, como un animal salvaje guiado por el instinto, si fuéramos escaladores de montaña, aunque no hay que serlo para apreciar las maravillas y la emoción que ofrecen los deportes extremos —incluido el que todos conocemos como amor—, en especial cuando lo dice una de las voces más poderosas de Venezuela en los Estados Unidos.
Carolina Herrera
Traducción de Juliana Vásquez Villa