La Iniciativa Mexicanx está compuesta de un grupo compuesto de unos 50 escritores y artistas de ciencia ficción mexicana, fantasía y horror, que asistieron al WorldCon76, la convención mundial de ciencia ficción. Stephen Tobin registra su experiencia allá y la importancia de la iniciativa.
Recordaremos 2018 como el año en el que finalmente la ciencia ficción mexicana1 recibió el reconocimiento que merecía. Una razón central para ello fue la presencia de La Iniciativa Mexicanx en La convención mundial de ciencia ficción, alias WorldCon, que tuvo lugar en San José, California, a mediados de agosto de este año. Ahora, en su septuagésimo sexto año, la convención convocó a unos cuantos miles de asistentes durante un período de cinco días, en los que se desarrollaron cientos de eventos repletos de paneles, charlas, lecturas, grupos de discusión, firmas de autores, conciertos y bailes; todos los cuales cubrieron un espectro tan amplio como se podría imaginar,2 culminando la penúltima noche con la entrega de los prestigiosos premios Hugo. Para los que no estén familiarizados con este evento, tal vez ayudaría pensar en WorldCon como el hermano mayor del Comic-Con, pero más pobre, menos sexy, menos popular y más promiscuo, el cual existe desde 1939. WorldCon recauda una fracción del dinero que este último, no atrae a las celebridades glamorosas de Hollywood a sus paneles como hace el espectáculo anual de San Diego, Comic Con, además atrae en promedio casi un tercio de los asistentes de Comic-Con y, a diferencia de este, cambia de sede cada año. Sin embargo, a pesar de eso, WorldCon gracias a sus atractivas áreas de competición imaginaria, sobresale en fervor y en la solidaridad de sus fans.
WorldCon exalta el mundo de los aficionados y la cultura geek, con un orgullo evidente, al punto que Oscar Wao se hubiera mezclado al fondo durante el evento, y quizá hubiera asistido al panel “Representación en los medios geek” o a la charla “La guía geek a la teoría literaria”. El mundo de los fans alcanza tal cima que, durante la ceremonia de apertura, el presidente de la convención, Kevin Rouche, afirmó con orgullo: “WorldCon es la feria mundial del mundo de los aficionados”. Hacia el final de la convención, el maestro de ceremonias declaró con entusiasmo que los aficionados son tan importantes que incluso hay categorías de premios para ellos, i.e. “Mejor fan artista”, “Mejor fan escritor”, “Mejor podcast creado por aficionados”, “Mejor revista hecha por aficionados”. La primera persona con quien hablé durante el evento me dijo, después de haberle dicho que yo nunca había asistido a un WorldCon en el pasado, que “esta no es como otras convenciones, aquí somos muy participativos, aquí, eres un miembro”. Y por miembro, él no sólo se refería a una comunidad estrechamente unida que suele venir con muchas ganas de participar en la sección dedicada a las preguntas durante los paneles, sino que también a un grupo que paga sus cuotas, las cuales corresponden, en este caso, al precio de la entrada para la convención: 250 dólares fue costo de un boleto para adultos con el cual se podía asistir los cinco días del evento.
El vínculo de los fans-miembros-cuotas conecta muy bien con lo que a la ciencia ficción hecha en México le falta enteramente: un mercado. Las razones de esto son complejas y su análisis no está entre los propósitos de esta crónica. Habría que señalar, sin embargo, que entre los factores involucrados están: la existencia de una industria editorial oligárquica, una política de distribución y exposición de las obras de los autores que tiene como resultado una promoción ineficiente e inefectiva, además de un establishment literario mayoritariamente conservador y patriarcal que perpetua la estigmatización del género como una para-literatura poco seria. Esto puede ser obvio para un lector mexicano o latinoamericano, pero vale la pena repetirlo y enfatizarlo para los que no estén familiarizados con la forma en cómo funciona este género en México. Basta entrar a cualquier librería de franquicia en el país para constatarlo. Tendrás mucha suerte si encuentras una sección dedicada a la ciencia ficción o fantasía. Si fuera así, lo más seguro es que los títulos con los que te encontrarás serán los de los autores clásicos, el ABC de la ciencia ficción (Asimov, Bradbury, Clarke) o un montón de bestsellers del Norte global, mayoritariamente del subgénero que lleva la etiqueta “Literatura juvenil”, e.g. Los juegos del hambre, Ready Player One, etc. Estar sin un mercado significa poco o ningún apoyo monetario para el sustento de los que crean las narrativas; ningún escritor o escritora puede, ni remotamente, vivir de lo que escribe.
Este problema, presente en toda Latinoamérica, el de resignarse a escribir “por amor al arte”, le resta importancia de las condiciones bajo las cuales los escritores continúan produciendo su trabajo y “romantiza” su realidad cotidiana. Tal vez la mejor descripción de esta situación en el Worldcon, provino de la autora Gabriela Damián, cuando afirmó en un panel que “la ciencia ficción hecha en México es una gran cucaracha que sobrevive una catástrofe devastadora, como una bomba nuclear. Editorialmente hemos sobrevivido”. No sólo han sobrevivido en un entorno editorial que les es o indiferente o desdeñoso para publicar o promover sus trabajos, sino que han florecido a pesar de esto; la presencia de la Iniciativa Mexicanx en WorldCon76 enfatiza este hecho. Sin embargo, y al contrario, el contingente chicanx de la Iniciativa tiene acceso a uno de los mercados más fuertes de lectores y fans en el planeta, pero su representación ha sido tradicionalmente muy subrepresentada en la industria editorial presente en la convención. La Iniciativa Mexicanx intentó revertir ambas situaciones dándoles a los participantes mayor visibilidad y promoción.
Ahora bien, la Iniciativa brotó de una idea de uno de los invitados de honor de WorldCon76, el ilustrador John Picacio. En el pasado, él había ganado dos premios Hugo —la corona de los premios de ciencia ficción—; este año fue invitado como maestro de ceremonias del evento de entrega de dicho premio. El hecho de ser mexicano-americano le hizo darse cuenta de que ninguna otra persona en la historia de WorldCon había sido un Invitado de Honor o maestro de ceremonias de los Hugo. “Pienso que es genial ser el primero”, dijo, “pero ¿qué más da, si eres el último? Esa es la pregunta que me seguí haciendo: ¿quién vendría después? Yo echo abajo la puerta, pero ¿quién me sigue?” Al principio, Picacio pensó en patrocinar a una o dos personas (i.e., pagar la entrada a la convención) de su propio bolsillo, pero luego un amigo, el novelista John Scalzi, dijo que iba a hacer lo mismo. Poco después, más personas se comprometieron a patrocinar a alguien, y de pronto, cuando el número alcanzó a 10 personas, el proceso se convirtió en una bola de nieve que empezó a ganar velocidad montaña abajo. En ese momento, Picacio decidió que el objetivo sería patrocinar 50 personas y le dio al proyecto su título oficial: La Iniciativa Mexicanx. Al llegar la hora del WorldCon, aproximadamente 15 mexicanxs y 35 chicanxs habían obtenido el patrocinio. (Una historia semejante de origen hay detrás de la creación de la antología bilingüe Una realidad más amplia: Historias desde la periferia bicultural, la cual fue publicada específicamente para la Iniciativa en WorldCon76 y de la que se hace mención en el prólogo al dossier). Al final, Picacio dijo que esto no se trataba, sencillamente, de “brown people” juntándose, sino que “era un empeño humano, como George R. R. Martin dijo [en la fiesta posterior a los premios Hugo]. Esto se debe a muchas culturas trabajando juntas para traer otra cultura que no estaba siendo incluida”.
Si la inclusión era el pretexto para la industria en la cual emergió La Iniciativa Mexicanx en el WorldCon este año, entonces la exclusión era —y sin duda aún lo es— el contexto sociopolítico en el que los mexicanxs y mexicanxs-americanxs viven y respiran en los Estados Unidos. La transformación hacia un nacionalismo autoritario abrió una caja de Pandora del racismo y xenofobia que ha alimentado una estrategia de acusaciones en contra de la población afrodescendiente por problemas de enorme complejidad en los Estados Unidos. Como resultado, los mexicanxs y chicanxs que ahora viven en estados Unidos lo hacen bajo mucha aprehensión y miedo. Durante el último año y medio, los efectos reales han sido innumerables: i) el fin de la Ley Dream (“Dream Act”), ii) la expiración de La Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (“DACA”), iii) un aumento marcado en el número de deportaciones de personas que no han cometido crímenes (aunque al principio se dijo lo contrario), iv) criminalización de las personas de México y países de Centro América que crucen la frontera y busquen asilo, v) la separación de los niños de sus padres inmigrantes (en el momento de escribir esta crónica, 500 niños siguen huérfanos y separados de sus padres y el número de niños detenidos ha aumentado cinco veces, de unos 2.500 en mayo de 2017 a casi 13.000 al principio de septiembre 2018). Los cambios de política, y quienes han estado encargado de estas, han impregnado negativamente a mucha gente, trayendo como consecuencia numerosos ataques contra personas que hablan español en público. Uno de los ejemplos más perturbadores debe de ser el mexicano de 91 años a quien le pegaron con un ladrillo en Los Ángeles mientras paseaba una tarde. Los perpetradores de este incidente le dijeron que regresara a México. “Incluso si eres mexicano-americano como yo”, dijo Picacio, “no estás a salvo ahora”. Esto no es hipérbole: menos de una semana tras decir estas palabras, el periódico The Washington Post publicó una noticia sobre la negativa del gobierno de Estados Unidos a dar pasaportes a algunos mexicano-americanos de la frontera, poniendo el estatus de estos ciudadanos en un limbo legal. Estos hechos también emergieron en la Convención WorldCon76 cuando un mitin del alt-right (un grupo de extrema derecha de Estados Unidos que son simpatizantes con los neo-nazis y defensores de la supremacía de la raza blanca) se organizó fuera del edificio de la Convención durante el segundo día del evento.3 Pese a que la protesta quedó en nada con apenas 20 participantes, es difícil no ver su presencia como el facismo etno-nacionalista tocando la puerta principal del Centro de la Convención de San José.
Con el propósito de manifestarse contra este entorno tóxico, todos los participantes de la iniciativa aparecieron en el escenario durante la ceremonia de apertura de WorldCon76 cuando Picacio leyó una declaración políticamente cargada (una versión en inglés está aquí) al mismo tiempo que todos, de pie, se unían con los brazos. Había rumores que tres de los participantes de México —Bernardo Fernández, Gabriela Villegas, F. G. Hagenbeck— cancelaron sus viajes a Estados Unidos para protestar este clima político y la separación de los niños de sus padres en la frontera. Muchos otros invitados del país dudaban cruzar la frontera para ir a la convención. Sin embargo, al final la mayoría de los 15 llegaron. La editora y escritora Libia Brenda insistió que su mera presencia allí —y todo lo que le costaba a presenciarse— era su propia forma de protesta en contra de la situación actual.
Ahora, si nos enfocamos en los artistas y escritores de La Iniciativa Mexicanx, rápidamente este ejercicio se vuelve un ejercicio de frustración cuando se trata de delinear una tendencia estética dentro del grupo; simplemente hay demasiados tipos de artistas y factores estilísticos para verlos como una inclinación singular. El segmento de los mexicanxs, más allá de no tener un mercado para apoyarles en la producción de su obra, engloba una extensión vasta de estilos de escritura (y solamente una artista visual). Los chicanxs, con un número comparable de escritores a los mexicanxs, fueron compuestos de una mezcla impresionante de guionistas, poetas, directores de cine, artistas visuales, conceptuales, vectores, de 3D, escultores, diseñadores gráficos, pintores, profesores, músicos y fans. Juntos, formaban aproximadamente el 70% de la iniciativa, con unos 15 escritores, el resto forma parte de este amplio colectivo creativo. La única característica que comparten los dos segmentos es un marcador de identidad, el hecho de ser de México o de descendencia mexicana, e incluso esto conlleva grados variados de importancia en su producción creativa.
En el trabajo creado por los de la iniciativa, el tema la herencia cultural revela esta distinción amplia: para muchos chicanxs, la rica historia cultural de México —repleto con figuras y mitos pre-hispanos, lugares icónicos y leyendas urbanas y rurales— tiende a ser un rasgo sobresaliente en sus obras; para los artistas y escritores del género de México mismo, estos elementos son periféricos, si no totalmente ausentes, en su producción cultural. Del lado mexicanx-americano, un ejemplo emblemático es el autor David Bowles cuyo libro entero Chupacabra Vengeance indaga profundamente en las muchas variedades de esta criatura folclórica (ver su cuento corto en el dossier). Otro caso es Mario Acevado, cuya serie de novelas que sigue el protagonista detective-vampiro, Felix Gomez, tiene como la última entrega, Steampunk Banditos, ubicada en Aztlán. En las artes visuales, la serie Lotería de Picacio, que reimagina el juego tradicional mexicano de cartas parecido al Bingo, incluye los iconos muy usados como El Nopal y La Calavera, entre otros, todos admirablemente vestidos con la imaginería de la ciencia ficción o la fantasía. (Para los que están dentro de este segmento cuyas obras carecen de estos elementos, la temática en sus narrativas suele subrayar en la marginalización social y/o subjetiva de sus personajes, presumiblemente porque tiene una relación de correspondencia directa con sus experiencias como chicanxs en los Estados Unidos. Esto es muy claro en el cuento “Una verdad universalmente reconocida” de Julia Ríos o en el fragmento de una novela “Matachín” de Felecia Caton Garcia; ambos están disponibles en el vínculo dado en el prólogo al dossier).
No obstante, los que escriben desde México tienden a hacerlo sin recurrir a estos iconos como partes integrales de sus universos fantásticos. El autor Pepe Rojo explica, por ejemplo, que su experiencia con computadoras le afecta igual a él que a otros que viven en los países más avanzados: “Estamos compartiendo esta realidad. Este es un diálogo sin necesidad de romantizar Aztlán, sin necesidad de romantizar la Llorona. Eso es como dado y muy trabajado”. Rojo se ve en una conversación que es alcance global. Esto no quiere decir que México como un lugar imaginado no existe en su trabajo, sino que está siendo reimaginado un México de hoy o mañana, no del pasado. Toman como un punto de partida las experiencias contemporáneas dentro de sus vidas y luego las imaginan y extrapolan a partir de allí. Como señala Iliana Vargas, “para los de nosotros que viven en la Ciudad de México, simplemente salir a la calle es casi un cuento de ciencia ficción. Es una aventura salir de casa y todo lo que uno tiene que hacer para ir de un lugar a otro”. Esta falta de exotismo de México también es verdad para la gran mayoría de las obras escritas por José Luis Zárate, Libia Brenda, Gerardo Porcayo, Gabriela Damián, Alberto Chimal, entre otros. Estos escritores están preocupados de su aquí y ahora y presumiblemente seguirán así en el futuro.
La única otra característica compartida entre los dos grupos que constituyen La Iniciativa Mexicanx es los artista o escritores de ambos grupos estaban conscientes del trabajo individual de los otros escritores o artistas. Se desconocían totalmente. Lo mismo sucedía dentro de ambos grupos. Si consideramos cómo la marginalización llega a ser un rasgo central de sus identidades y/o su trabajo creativo, quizá esto no sorprenda tanto. Pero dado que se trata de un grupo de personas que se identifican fuertemente con México y todos crean algún tipo de arte o literatura fantástica en una forma u otra, uno pensaría que algunos de ellos se conocerían de antes del WorldCon76. En cualquier caso, lo que está claro es que la iniciativa revertirá este fenómeno en el futuro.
Durante el tercer día de la convención, por casualidad me encontré cerca de unos participantes de la iniciativa que estaban sentados alrededor de una mesa circular. Inicialmente yo quería participar en la conversación, pero decidí no hacerlo para evitar ese momento incómodo. En lugar de eso, me senté en una mesa cercana y escuché la conversación. Conté que la mitad de la mesa como mexicanxs y la otra mitad chicanxs; una buena representación de la iniciativa del evento. Hablaban libremente entre ellos, intercambiando perspectivas sobre la participación en los paneles y cómo manejar el ritmo frenético del WorldCon. De vez en cuando salían unas risas. Si alguien hubiera estado allí, habría jurado que se estaba frente a la creación de una comunidad; probablemente se trataba de la construcción de puentes que prometían colaboraciones y perdurables amistades en el futuro. Más tarde, esta escena me recordó una fotografía excelente sacada durante el evento en la que muchos participantes caminaban hacia la cámara, con John Picacio encabezando el grupo. Una enorme sonrisa adorna su cara, la cual es claramente contagiosa porque todos los demás en el grupo están proyectando una expresión semejante de entusiasmo y logro. Están caminando individualmente —pero también colectivamente— hacia un destino común, el cual invariablemente incluye el futuro. Aquí, durante algunos momentos del verano de 2018, están juntos, visibles, reconociéndose los unos a los otros y apreciando conseguir algún reconocimiento del amplio universo de la ciencia ficción. Ojalá sea una señal de lo que está por venir.
1 Estoy empleando conscientemente el término “ciencia ficción” en el mismo espíritu generalista que WorldCon hace al llamarse “La convención mundial de la ciencia ficción”, pese a que la etiqueta incorpora liberalmente géneros cercanos no-realistas como fantasía y horror, entre otros. Siguen haciendo esto por razones conectadas al desarrollo del género, su industria y esta convención en particular, todo lo cual está más allá del límite de esta crónica para explorar. Sin embargo, es importante notar que la ciencia ficción era el género más presente a lo largo de la convención. También, al usar el término “mexicanx” la red semántica más amplia es tendida, que incluye a gente de México y los de herencia mexicana que crecía al extranjero (como los Estados Unidos o Canada), así como la gran variedad de posiciones de género auto-identificadas que están disponibles a lxs escritorxs de este género.
2 Los paneles oscilaban de la oferta de temática sobre ciencia ficción más estándar como “De utopía a distopía” y “La ciencia: El centro del sentido de maravilla de la CF” a los más expansivos y nichos, como “Auto-publicación 101” y “Los pronombres importan: La cortesía de género para los fans”. Las variedades de las charlas incluían una oferta estándar como “Nuestro cuerpos y los del futuro” y “911 en plena caída: Cómo lidiarse con emergencias médicas en el espacio” hasta el tipo académico más tradicional donde los ponentes presentan su análisis de autores clásicos como Philip K. Dick o movimientos importantes como el afrofuturismo. Las lecturas también tenían una gran variedad, de lecturas de poesía hasta autores como Corey Doctorow leyendo trozos de su propia escritura, así como dos lecturas, una en inglés y otra en español, de algunos participantes de La inciativa mexicanx. El Baile Steampunk del sábado tenía alrededor de cien personas, muchos de los cuales estaban vestidos de en el estilo peculiar y particular del vestimiento reimaginado del siglo 19. Muchos autores firmaban sus obras, con el nombre más reconocido de George R. R. Martin, así como John Picacio, el fundador de La inciativa mexicanx.
3 Este evento fue organizado por Jon del Arroz, quien es un conocido conservador y se autodefine como “la principal voz de la ciencia ficción hispana” (según su página web). El historial de Jon del Arroz incluye haber interpuesto una demanda contra WorldCon76 por haberle negado la entrada al evento (ya que dijo abiertamente que iba a violar las reglas de la convención filmando a los asistentes sin su permiso) y haber encabezado una contra-iniciativa a la de John Picacio, conocida como “La iniciativa de los hombres blancos en WorldCon76”, la cual nunca se materializó más allá de una campaña en línea para recaudar fondos. ¿O quizá la contra-iniciativa de Del Arroz sí que tuvo, en cierto modo, éxito?: la gran mayoría de asistentes al evento eran varones blancos entre los 40 y los 60 años.