Sendero con voces
De los poemas que escribías
ninguno queda. A contraluz suya
se abre un sendero de espinos y silencio.
Lo caminas arrullado por los pasos
que te llevan fuera de esta hoja.
No escuchas el llamado que te advierte:
–no toques la corteza ni te tiendas,
avanza por el claro hacia la sombra,
y sé más sombra que la sombra,
más niebla entre la niebla.
Sordo a las estrellas cortas una rama
y la enciendes y despiertas
con cenizas al borde de tu lecho:
vuelves a escribir palabras sin objeto
en busca del umbral: apilas
piedras y vocablos hasta que el día
te da de bruces contra el rostro.
Con su luz, pierdes el dolor y tu memoria.
Sobre el río, la niebla
No te escribo: sobre el río baja la ceniza.
Me arrodillo y desde el borde
dejo pasar el cielo tras de mí. En él,
tu cuerpo se desvanece.
La tremolina te confunde con la niebla.
Libera tu mano de mi amor:
con tus ojos marca las estrellas.
No hay más rastro que tu rostro empujado por el viento.
-Y desde aquí
miramos los pantanos quemados.