En el cuarto capítulo de El desengaño de la modernidad. Cultura y literatura venezolana en los albores del siglo XXI, Miguel Gomes estudia la prosa narrativa nacional del siglo XXI bajo el marbete de “ciclo del chavismo”. Según él, en ese corpus de cuentos, novelas cortas y novelas se manifiesta un tratamiento directo o indirecto de la época en que Hugo Chávez estuvo en el poder. Este ciclo guarda similitudes conceptuales con el artúrico o el de la Revolución Mexicana. Entre los escritores estudiados por el investigador está Juan Carlos Méndez Guédez, de quien analiza Los maletines, novela publicada originalmente por la editorial Siruela de Madrid en 2014. Significativamente, esta es la obra de Méndez Guédez más conocida: tiene cuatro ediciones, la primera en España; la segunda, una traducción al francés en París en 2018; la tercera, en Caracas en 2023; y la más reciente, la traducción al inglés publicada en Nueva York en 2024.
Desde los comienzos de su carrera, el referente venezolano se encuentra en casi todos los libros de este autor; no obstante, no es sino a partir de Una tarde con campanas cuando el chavismo hace su aparición paulatina. Editada en 2004 en Alianza Editorial, también de Madrid, la novela narra el proceso de adaptación de una familia venezolana obligada a mudarse a España debido a la posición política de los progenitores. Por su parte, Tal vez la lluvia, ganadora del XL Premio de Novela Corta Ciudad de Barbastro y publicada en Barcelona en 2009, relata el viaje de un venezolano residenciado en España que regresa a Venezuela después de casi dos décadas de ausencia. Llamativamente, en todas estas narraciones el viaje es una constante. Una tarde con campanas, Tal vez la lluvia y Los maletines conforman una trilogía, no solamente porque fueron creadas consecutivamente tratando la Revolución Bolivariana y sus efectos sino también por el proceso, variado y complementario, de acercamiento a ella. De estos libros, Los maletines es, sin duda, el más importante, tanto por el tratamiento extenso (la novela tiene 386 páginas en la edición original de 2014; la traducción al inglés, 472) como también por sus numerosos logros artísticos.
Para apreciar mejor el lugar que ocupa Los maletines en el ciclo del chavismo es menester reseñar, aunque sea muy brevemente, las dos obras iniciales de la trilogía. Una tarde con campanas presenta a venezolanos huyendo del gobierno chavista refugiados en España. Según María Teresa Vera Rojas, “en esta novela la familia deja de ser la metáfora de unión nacional para dar lugar al desencuentro y a la ruptura”. La narración se focaliza en José Luis, un niño que debido a su edad no puede explicar completamente las razones del trasplante, pero, tomando en cuenta las reveladoras anécdotas que conforman su relato, los lectores concluyen que sus padres, de clase trabajadora, son opositores al régimen. Se trata de una narración temprana de la diáspora venezolana; de hecho, es el primer relato importante de migración a España de opositores venezolanos al chavismo. Por su parte, Tal vez la lluvia contiene, hasta la publicación de Los maletines, el tratamiento más directo de los cambios acaecidos en Venezuela, una vez que Hugo Chávez llegó a la presidencia. Al igual que Una tarde con campanas, en esta novela corta su autor también emplea la técnica de la desfamiliarización. El protagonista, Adolfo, un venezolano que se mudó a España para realizar estudios de posgrado en cine y residenciado en la península desde hace más de tres lustros, regresa a Venezuela para recibir una herencia. Es gracias a la estancia en Caracas, y especialmente a las terribles experiencias que su amigo Federico, un opositor acorralado por la represión del Gobierno, le revela, que el protagonista percibe cambios perturbadores en la vida cotidiana y política de la nación. Al final, Adolfo acepta ayudar a su amigo, quien logra salir del país en compañía de su esposa e hijos.
Los maletines fue escrita durante el último lustro de la presidencia de Hugo Chávez. Como es costumbre en sus libros, el autor provee las fechas exactas de su redacción; en este caso, entre septiembre de 2009 y septiembre de 2013. Estos años son clave en la historia de la Revolución Bolivariana: los posteriores a la reelección presidencial de 2006; la derrota del referendo de 2007; la enfermedad de Hugo Chávez y de su fallecimiento en 2013. Méndez Guédez crea a un personaje, Donizetti García, empleado de la agencia de prensa del gobierno venezolano que participa en un programa de donaciones ilegales a entidades y personas extranjeras que apoyan al chavismo o son sus aliados ideológicos. Gradualmente, los lectores se dan cuenta de que la operación forma parte de una extensísima red de casos criminales conectados, en algunos de los cuales están involucrados altos empleados del Gobierno (por ejemplo, el director de la agencia es un general). De hecho, la novela parece una reconstrucción parcial de la historia criminal del Estado venezolano bajo los gobiernos de Chávez. Precisamente, una lectura que presta atención a la crónica roja del periodo en que transcurre la narración, revela que el autor recrea múltiples casos policiales que ocurrieron antes y a lo largo de las fechas en que la escribió. Los maletines funciona así como un relato alterno del chavismo.
Es posible que el lector extranjero, que ha sido el que más se ha acercado a este volumen, no capte del todo los ecos que produce la inclusión de tantas referencias a delitos en la narración. (La edición venezolana es de 2023; el libro circuló poco en ese país debido a los elevados precios de los libros importados y, quizá también, por lo arriesgado del argumento.) Pero aquellos que estén al tanto de los casos que más recibieron atención en la crónica delictiva del periodo, cuando aún existían algunos medios de comunicación no controlados por el Estado, observarán que Los maletines contiene un cuidadoso y extenso inventario de la criminalidad chavista. Tanto en el título de la novela como en el argumento principal se encuentran referencias a uno de estos casos que los emblematiza: el maletín de mano con 800.000 dólares estadounidenses que portaba el ciudadano venezolano-estadounidense Guido Antonini Wilson; dinero que le fue confiscado en el aeropuerto de Ezeiza en Buenos Aires, en 2007, cuando intentaba entrar al país sin declararlos. Wilson llegó a Buenos Aires proveniente de Venezuela en un vuelo privado que el gobierno argentino había fletado y en donde también viajaron funcionarios de PDVSA, la compañía petrolera venezolana. Según fuentes policiales estadounidenses, el efectivo que Wilson llevaba era una contribución del gobierno venezolano a la campaña electoral de la entonces candidata presidencial Cristina Fernández, esposa de Néstor Kirchner, un aliado cercano del presidente Hugo Chávez. Como le explica al protagonista uno de sus superiores: “Los maletines de nuestra misión llevan dinero en efectivo para periodistas, grupos de resistencia, empresas, líderes o partidos políticos que apoyan a nuestro gobierno en el extranjero”.
El procedimiento funciona de esta manera: eventos significativos e incluso menores del argumento recrean o contienen referencias, algunas veces a lo largo de varios capítulos, a casos policiales del periodo comprendido aproximadamente entre 2004 y 2013, lo que tiene el efecto de que Los maletines se lea casi como una novela histórica y criminal del chavismo. Significativamente, un rasgo similar se encuentra en numerosas obras literarias venezolanas de la época en que Méndez Guédez estaba escribiendo la novela. Piénsese, por ejemplo, en dos obras tan importantes como Patria o muerte (2015), de Alberto Barrera Tyszka o The Night (2016), de Rodrigo Blanco Calderón, en donde se usa el mismo procedimiento, aunque ni con la extensión ni la variedad con que Méndez Guédez lo hace en Los maletines. Dos ejemplos ayudarán a iluminar cómo funciona el procedimiento. El primero que merece mencionarse es el asesinato del fiscal Danilo Anderson, ocurrido en Caracas el 18 de noviembre de 2004. Anderson, conocido por dirigir la investigación sobre el golpe de estado de 2002 contra Hugo Chávez, murió cuando un explosivo colocado en su auto explotó. Según El País, de Madrid, “El cadáver quedó carbonizado y fue necesaria una investigación forense para comprobar que se trataba del propio Anderson mediante sus huellas dactilares y su ficha dental” (19 de noviembre de 2004). En Los maletines, Donizetti asiste en compañía de su jefe inmediato, Gonzalo Torres, al apartamento de un juez, el doctor Garrido, involucrado en la extorsión de gente adinerada y opositora al chavismo. En la narración, el presidente Chávez da una conferencia de prensa luego del asesinato: “El propio comandante ofreció unas emocionantes palabras en las que reivindicó el trabajo de ese juez estrella que desde hace meses había sentenciado a peligrosos líderes golpistas, a oscuros personajes de la oligarquía que ahora le cobraban su valentía con este cobarde acto”. En la novela, la mención al juez Garrido ocurre en varios capítulos y, según uno de los personajes involucrados en el traslado de los maletines, los autores del atentado fueron personas comisionadas por el gobierno, ofreciéndose así una versión que cuestiona el relato oficial.
El segundo ejemplo del procedimiento es el caso PDVAL, que consistió en el hallazgo de entre 130.000 y 170.000 toneladas de alimentos vencidos descubiertos en Puerto Cabello, el principal puerto venezolano, en mayo de 2010. Los productos habían sido importados por PDVAL (Productora y Distribuidora Venezolana de Alimentos), una empresa del Estado venezolano. Tres personas fueron detenidas: el expresidente de la compañía, Luis Enrique Pulido, y dos directores de operaciones: Vilyeska Betancourt y Ronald Flores. Luego de una investigación y detención preventiva, tanto Betancourt como Flores regresaron a sus cargos, y Pulido pasó a trabajar en la campaña electoral de Hugo Chávez en 2012. En la novela, a una de las facciones que desea controlar la operación de los maletines, dirigida por un militar cubano, se la acusa de estar involucrada en la importación de los alimentos no aptos para el consumo humano. Como en el primer ejemplo, las referencias se encuentran en varios capítulos, son significativas en la caracterización del personaje involucrado y enfatizan la corrupción gubernamental. En este sentido es importante tomar en cuenta que antes de comenzar la novela, Méndez Guédez advierte que “los hechos ficticios aquí relatados son reales y los hechos reales ficticios”. Un estudio más extenso y detallado de este procedimiento, central en el argumento del libro, específicamente en los capítulos dedicados a Donizetti García, revelaría los variados propósitos con los que se lo emplea; aquí solo he querido llamar la atención de los futuros lectores a su uso.
Los maletines es una obra de enorme importancia en la carrera literaria de Juan Carlos Méndez Guédez. Por una parte, con ella concluyó la trilogía que le dedicó al chavismo; por otra, con ella comenzó una etapa de su escritura en donde son más abundantes las narraciones de largo aliento. La favorable acogida que ha tenido internacionalmente también es digna de mencionarse. Su publicación en cuatro países y tres lenguas diferentes en una década constituye prueba convincente del interés que su literatura suscita, interés que está creciendo internacionalmente (el número de tesis y ensayos académicos dedicados a sus libros es creciente tanto en Europa como en América) y lo está convirtiendo así en una figura central de la literatura venezolana. De hecho, en todos los estudios sobre la materia, sean estos académicos o periodísticos, Méndez Guédez siempre aparece entre los principales autores. Por restricciones de espacio no pude comentar otros aspectos significativos del libro, como la creación de Manuel, el amigo de juventud del protagonista, que le permite a su autor explorar temas y aspectos novedosos de la cultura venezolana contemporánea como el boxeo, las identidades sexuales no normativas o el culto de María Lionza, clave en la creación de La ola detenida (2016), otro de sus libros imprescindibles. En síntesis, Los maletines contiene una representación cuidadosa, erudita y alternativa de la cultura venezolana bajo el chavismo. Ahora le toca al público lector angloparlante abrirlos y descubrir los tesoros que contienen.