Siempre quise tener esta conversación con Francisco Véjar. Intuía que el trabajo de Teillier era más complejo de lo que parecía, y esta conversación así lo demuestra.
Francisco Véjar conoció a Teillier en 1988. Las circunstancias que rodearon este encuentro son ya parte de la historia de la poesía chilena. El hecho ocurrió en la cocina de la sede de la Sociedad de Escritores de Chile, gracias a la intervención del mayordomo del lugar, Don Fernando, quien fue el artífice de este encuentro. Esa tarde, Véjar le regaló a Teillier un ejemplar de su primer libro, Fluvial (1988). Al poco tiempo, Teillier escribió una nota sobre Fluvial que fue publicada por el reconocido periodista Carlos Olivares. Fue el comienzo de una gran amistad.
Véjar pasó varias temporadas en el Molino del Ingenio, invitado por Teillier, donde se dedicó a leer y escribir mientras Teillier estaba fuera de casa. Fue una época de muchas conversaciones, lecturas y trabajos editoriales. Una tarde, en 1990, Teillier le leyó a Véjar un grupo de poemas inéditos. Le pidió a Véjar que lo ayudara a organizar esos poemas, los cuales, más tarde, formarían el libro El molino y la higuera, con el cual Jorge Teillier ganó varios premios importantes, incluido el Premio Eduardo Anguita en 1993.
Francisco Véjar fue más que un amigo de Jorge Teillier; fue un testigo privilegiado de la vida y del trabajo creativo y de traducción de uno de los grandes poetas chilenos del siglo XX. Esta conversación comienza con el reconocimiento de esta amistad, tan personal como literaria. Agrego aquí una nota que tal vez se desconozca: Véjar cumplió uno de los sueños de Jorge Teillier, el de publicar en la editorial española Visor. Ese libro fue una antología que salió bajo el título Poemas de la realidad secreta en 2019.
Marcelo Rioseco: Me gustaría comenzar esta entrevista revisitando la obra de Jorge Teillier. Tengo la impresión de que, después a casi de tres décadas de su partida, su poesía sigue viva y leída; una prueba de ello es el número de antologías publicadas en Chile y en España en los últimos años. ¿Cómo ves tú el legado de la poesía de Teillier?
Francisco Véjar: A casi tres décadas de su partida, Jorge Teillier está cada día más vigente. Así lo prueban las innumerables antologías de su obra poética, publicadas tanto en España como en el resto de América Latina. Otros poetas de su generación no han tenido la misma suerte. ¿Por qué, se preguntarán ustedes? La respuesta es sencilla: Teillier es un poeta más cercano a las promociones actuales. En España, lo están leyendo los jóvenes. La colección Visor de poesía publicó Poemas de la realidad secreta (2019) y Cátedra lo incluyó en su catálogo con Nostalgia de la tierra, trabajo realizado por el poeta y editor chileno, Juan Carlos Villavicencio, el año 2013. La verdad es que no es fácil hablar con propiedad de la poesía de Teillier, pues en su interior confluyen muchas voces y tradiciones. Por ejemplo, está presente la lírica francesa, alemana, italiana, sueca, rumana e inglesa, entre otras tradiciones.
M.R.: Hablando de esto mismo, Teillier fue un poeta de muchas intertextualidades y un traductor avezado, pero tengo la impresión de que este aspecto de su obra no está debidamente estudiado…
F.V.: Es cierto. Sin ir más lejos, el poema que da el título a Nostalgia de la tierra, antología compilada por Juan Carlos Villavicencio, no fue escrito por Teillier; la autoría le pertenece a Jules Supervielle y lleva por nombre: “Le regret de la terre”. Lo que hace Jorge Teillier es una traducción literal y muy bien lograda con respecto del texto original. Pero, si nos remontamos a Poemas del país de nunca jamás, publicado en 1963, encontraremos allí el poema, “El día del fin del mundo” que es una adaptación de “La canción del día del fin del mundo” del poeta polaco Czeslaw Milosz. Los estudiosos de la obra de Jorge Teillier no se detuvieron en estos alcances y han seguido repitiendo hasta el infinito ciertos lugares comunes como lo “lárico” e incluyendo entre sus referentes a Rainer Maria Rilke, a Georg Trakl y a Serguei Esenin, pero no han profundizado en la polifonía de voces que subyace al interior de su obra poética.
Sin ir más lejos, el título de Para ángeles y gorriones (1956), su primer libro de poemas, alude a unos versos del poeta alemán Heinrich Heine que dicen: “Nosotros queremos el cielo aquí en la tierra, / el otro cielo se lo dejamos a los ángeles y a los gorriones”. Entonces hay que entender la obra de Teillier, como un viaje por lo más singular de la poesía chilena y universal. Esa irradiación se hace visible a través de su trabajo con la intertextualidad. Tal vez ahí está parte de su legado, además de su maestría como poeta.
M.R.: ¿Podrías dar otro ejemplo? Quizás podríamos revisar juntos un par de poemas con los originales sobre la mesa para tener una mejor idea de cómo Teillier trabajaba las traducciones.
F.V.: Otro ejemplo es el poema “No fue el helado viento” que fue publicado en “En el mudo corazón del bosque” (1997), pero sin hacer ninguna alusión de que se trataba de una versión libre del poema de W. B. Yeats, titulado: “The Withering of the Bough” que se puede traducir como “El marchitamiento de las ramas” y que pertenece al libro que Yeats tituló: En los siete bosques y que fue publicado en 1904. Es impresionante cómo Teillier va encontrando almas gemelas en la poesía chilena y universal. Muestra de ello es el texto que acabamos de citar. También encontramos otro poema que lleva por nombre: “Hay un espejo colgado de una pared rota” que es del poeta norteamericano Kenneth Rexroth. En este caso, la traducción de Teillier, es literal y es como si hubiese sido escrito por su propia mano. Llama la atención que hay muchas tesis sobre Teillier que hacen alusión a estos textos como si fueran escritos por él. Y no es así. Ojalá esta entrevista, ayude a los estudiosos de su obra, a ordenar mejor sus ensayos. Deberíamos tener en Chile un Túa Blesa que en España estudia la obra de Leopoldo María Panero, sin que se le escape ningún detalle acerca de la vida y obra de Panero.
M.R.: Tú mencionas que Teillier fue encontrando “almas gemelas” en la poesía chilena y universal. ¿Puedes darme un ejemplo de algún poeta chileno o hispanoamericano que haya despertado ese interés en Teillier?
F.V.: Por supuesto. Jorge Teillier leyó la poesía chilena por dentro. Y admiraba a Victoriano Vicario. Le rindió tributo en el poema “Viaje en globo” publicado en Para un pueblo fantasma (1978). Ese poema comienza de la siguiente manera: “El sur ha muerto. Hay que encender linternas”. Y eso es Victoriano Vicario, poeta de la generación del 38, muy poco leído. Su poema “Soledad y humo”, comienza diciendo: “El sol ha muerto. Hay que encender linternas”. Entonces lo que hace aquí Teillier es incorporar esos versos al poema, de manera magistral, utilizando la técnica del collage o intertextualidad, como se le debe llamar. En otros versos del mismo poema, Teillier escribe: “Hay que partir pronto. / Está por llegar el fin del mundo. / Cerraron el Black and White. / Nadie toca el piano bajo luna. / Nadie hace la cimarra para jugar billar. / Volemos sobre el Nido de Cucúes del siglo XX. / No vale la pena quedarse a mirar incendios. / Fahrenheit 451 está de moda”. Como vemos aquí hay varias referencias literarias. Y cuando está por finalizar el poema, apunta: “Vámonos pronto. / No importa que al fondo de lo desconocido / No haya nada nuevo”. Aquí cita a Baudelaire, quien dice: “Hay que ir al fondo de lo desconocido, para hallar lo nuevo”. Lo interesante es que las citas pasan a ser una parte sustancial del poema. Ya lo dijimos antes, Teillier nos invita con sus poemas a su mundo interior, poblado de voces que ahora dilucidamos. Y si queremos hablar de almas gemelas, él la tuvo y tiene nombre y apellido; se llama: René-Guy Cadou (1920-1951). Teillier está empapado de su poesía. No por nada le dedica “El poeta de este mundo”, en uno de sus icónicos libros, Muertes y Maravillas (1971).
M.R.: ¿Cómo ves este trabajo de traducción y reescritura de Teillier? Me gustaría que hablaras un poco sobre los límites entre la traducción en Teillier y lo que alguien podría llamar apropiación, incluso plagio. ¿Hay detrás de estos ejercicios una poética?
F.V.: ¡Por supuesto! Hay una propuesta poética y una visión de mundo que parte con Para ángeles y gorriones (1956) y que culmina con En el mudo corazón del bosque (1997). Esa visión de mundo se nutre de diversas tradiciones, incluyendo la chilena. Ahora bien, Teillier fue un lector voraz desde niño y con una gran capacidad de retención. Leía en castellano y en francés a diversos autores. Y de manera natural, fue incorporando la técnica del collage en gran parte de su obra poética. Ya señalé que En el país de nunca jamás (1963), Teillier publica “El día del fin mundo” que viene a ser una adaptación del texto de Milosz. En ese mismo libro, hay un poema que se llama “En la secreta casa de la noche”, y los dos primeros versos pertenecen a una frase que aparece en la novela Los subterráneos de Jack Kerouac. Pero lo que ahora nos ocupa es el límite entre la reescritura y el plagio. Aquí no lo hay. Es una aventura creativa a la cual nos invita el poeta. Ejemplo de dicha travesía es el poema “Blue”, publicado en Para un pueblo fantasma (1978). Allí tiende un vaso comunicante con “The Cats Will Know”, poema de Cesare Pavese que forma parte de su libro, Vendrá la muerte y tendrá sus ojos (1950). De preferencia, en traducción de María de la Luz Uribe, hermana del poeta chileno Armando Uribe. Ella publicó un ensayo en la colección El Espejo de Papel bajo el sello de Editorial Universitaria, el ensayo que tituló: Cesare Pavese (1966). Allí aparece el poema aludido, traducido por María de la Luz. Teillier leyó ese libro. Ahora bien, hay que dejar en claro que su obra es genuina y suya, y con un sello personal, pues gran parte de su biografía la podemos leer en sus tomos de poesía. Léanse “Paisaje de Clínica” o “Pequeña confesión”, ambos textos fueron consignados en Para un pueblo fantasma (1978). Lo que también hay que tomar en cuenta es que Jorge Teillier murió en el momento que él estaba compilando dichos libros. Entonces confundieron textos de otros autores como suyos, por la sencilla razón de que estaban escritos de su puño y letra. Eran traducciones que hacía constantemente de poetas franceses e ingleses, pero que tuvieran que ver con su imaginario poético. Muchas de sus traducciones mejoran el original. Cuando adaptó un poema del poeta galés Henry Treece, superó a este último. Aquí hay una apuesta, una poética y una manera de ser y estar en el mundo.
M.R.: ¿Hay algún otro ejemplo de estos casos de traducciones e intertextualidades en Jorge Teillier que quisieras comentar?
F.V.: Sí, hay un texto del poeta norteamericano Kenneth Rexroth, titulado: “The Mirror in the Woods”; que Teillier lo tradujo de la manera siguiente: “Hay un espejo colgado de una pared rota” y el poema comienza: “Hay un espejo colgado en una pared rota / En una vieja casa de campo / Perdida en un bosque sombrío. / Nada se mueve jamás en él / Salvo sombras submarinas de sombríos / helechos y pinos. / El marco está cubierto de musgo. / Un día el espejo se deslizó al piso. / Años y años permaneció en los tablones astillados”. Lo que hace aquí el autor de Para ángeles y gorriones (1956) es traducirse. Por lo mismo, encuentra en Rexroth parte de su mundo. Y lo curioso es que hay en los versos aquí citados, algo del sur pantanoso que Teillier vivió en su infancia; algo que Rexroth jamás imaginó, por cierto. Entonces no es una búsqueda vana, sino que está cargada de sentido, porque pasa a ser parte de su propuesta poética. Y el poema continúa diciendo: “Muy rara vez / Una rata del bosque / pasó junto a él sin siquiera echarle una mirada. / Un día llegué yo. / Rompí la puerta desvencijada / Y pasó conmigo una angosta cuña de sol / Llevé el espejo al cuarto de mi abuelo muerto / Y lo dejé reflejar su retrato / Mientras en la vieja casa del bosque / Las sombras / Las ratas del bosque y el musgo / Tuvieron que trabajar sin su testigo”. Sin duda, la traducción es buena y fue incluida en Hotel Nube (1996). El título de este libro hace alusión a la novela de Truman Capote, Otras voces, otros ámbitos (1948). En dicha narración hay un vagabundo que se instala a vivir en un bosque y pone afuera de su guarida, un letrero que dice: “Hotel Nube”. Nada es casual en este engranaje textual. Hay aquí un sello personal que lo hace inconfundible ante otros poetas contemporáneos.
M.R.: Gracias, Francisco, por estas interesantes aclaraciones acerca del trabajo de traducción de Jorge Teillier…
F.V.: Nada que agradecer; al contrario, gracias a Latin American Literature Today por interesarse en este aspecto de la obra de Teillier. Espero que lo que hemos conversado acerca de su trabajo les sirva a algunos investigadores de su obra, quienes han consignado algunos de estos poemas en antologías sin aclarar que son traducciones realizadas por Teillier. Esto, obviamente, no le resta nada a su obra; al contrario, la hace más vital y actual.