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Número 27
Poesía

Poemas de Historia de la leche

  • por Mónica Ojeda
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  • September, 2023

[Epílogo de apertura]

[Cae con madurez el fruto que en verbo ardido lamió sus costillas al sol;
más de 365 veranos de su carne en hueso negro constelado

se aflojan

Rueda el fruto sobre la piel arqueada de las amapolas

Se abre

De su epicentro nace una guadaña como un párpado de
acero cerrándose en la bruma bautismal de su oleaje

—Esto es lo primero que verás —sentencia la rama despojada
del peso de su cabeza— antes de atravesar la raza del otoño]

 

[de la sección II. Maté a mi hermana Mabel]

Corta la rama con tu lengua dentada,
             Madonna sierra,
como si fuera el hilo pródigo de nuestras vidas
y tú una especie de Parca Madre entre la aurora podrida
agitando su seno igual que un péndulo sobre mi boca

Una arteria explota y reluce contra los cristales de tus ojos

¿Quieres dolerme a la intemperie,
lanzarme a los labios el rigor mortis de tu niña
gimiendo la mañana menor?

Tenía su muerte el color de Dios y de los atardeceres en agua quemada

Eran esos cielos su cuerpo en livor mortis:

¡tú no sabes qué paraíso rasguña en la muerte!

Pero tu sombra late una justicia de tiempos de árbol:

              es una llaga que concentra el dolor de las religiones,
              el sacrificio cruzando la historia de la leche
              y de los recuerdos que ahorcan el misterio

He encontrado lana colgando entre tus ramas de agosto
He intentado funcionar como un fruto cuya sangre ha bebido cada centímetro del paisaje

Madre, me has abandonado,
pero hiciste bien:
yo maté a tu bebé

Los escorpiones de Raguna crecían en mi mente cada vez que lamía tus pezones líquidos de horas trizas

Hoy sus aguijones se ocultan en el rostro del rebaño de tu venganza

Ellos planean un higiénico asesinato

                          Madonna machete, escucha mis sentidos:
Raguna nunca será la misma después del torbellino en tus músculos

Unsexmehere, le rogué a la sagrada nada cuando atravesé la tráquea de tu niña con la daga de mi deseo

A true creation

Unsexmehere
y el cosmos rojo brotó de su vida hundiéndome de infinito goce

[El placer es el descubrimiento de la violencia,
murmuré contra el pubis de su algor mortis]

En la profundidad barroca de la carne que cesa sus palpitaciones
encontré la carroña del universo ardiendo:
                                                                                                                                                                                                                  la destrucción es creación,

por eso la continuidad en las cenizas al margen de su fondo

Unsexmehere, Madre:
tu carne roza mi espíritu renacido

El verbo se disuelve como un hielo sobre el que orinas de espaldas a mis ojos

La destrucción es creación

 

Mira todo lo que crece en el cadáver de Mabel:

mira las hortensias,
los gusanos,
el cóndor de una sola ala
que barre los zorros lunos de su vientre

 

Su diseño se deshiela al calor de mi diseño levantándose, poderoso,
como un puño de esclava,
por encima de las moscas que la comen
y le hacen el amor en pleno vuelo

Abre los ojos
y mira todo lo que crece en la muerte de Mabel:

bajo sus uñas pelean rinocerontes machos que rasgan las telas de mi
corazón

Llevo sus uñas a mis orejas como caracolas y escucho el mar
quemando en negro la lubricidad de los murciélagos

Mira todo lo que crece en su silencio perfecto:

espejismos en la danza de los areópagos

Sólo renace lo que se entra a morir

La destrucción es creación

 

[Interrupción del discurso poético: según la ciencia, el asesinato es
un cambio en la materia; las religiones rezan  que   matar   es
trascender  el   cuerpo  hacia   el   subsuelo;   el arte  inmortaliza la
pulsión de acabar  con  el  otro  hurgando  en  la radiografía de una
respiración que se agita; pero matar no es descenso ni ascenso, no
estudio, sino revelación del sentido de una cascada que limpia]

 

Mira todo lo que mi fuerza desnuda libera sobre Mabel:

se diluvian sus órganos como un espectro que ilumina mi cabaña. Son jardines en miniatura
rebosantes de silencio y en el silencio sembrado de sus talones me pregunto: ¿habrá pensado que
esto era odio?

Sus últimos gritos esculpieron mis manos para dejarme un mensaje de su dolor de partir

¿Habrá pensado, mientras moldeaba mis nudillos contra su carne, que era odio?

Su adiós dejó jardines pequeños en mis dedos

Un vaho calienta mi rostro cuando acaricio su herida como animal en miedo: ¿habrá entendido
que partirla era un gesto de limpieza para el amor?

Le presenté mi fuerza desnuda mientras lloraba de belleza
En una noche de sol se dejó apagar para enseñarme el olor de la sangre sonriéndome ocasos por
venir

Regué el interior de tu niña sobre mi blanco corazón, pero, mamá, sólo puedo amarla
pudriéndose sobre las naranjas de mi desayuno

Te regalo la música de su descomposición

Fabriqué un delito sin cuerpo:
su infección es un ojo que flotará eternamente en tus cielos

▼

Jugábamos con botones fríos sobre tus párpados todavía fértiles en primavera; botones redondos como arrancados de la glaciar ropa de Dios

Te quedabas tan quieta que parecías una roca en medio del tiempo. “Hay  piezas que no pueden tragarse: jamás te las lleves al pensamiento”, decía nuestra madre levantando el libro de los abismos sobre tu cabeza y la mía: dos monolitos besándose al filo de la quebrada en Raguna

El comienzo era esa magnífica jirafa que usabas para escalar por encima de mi sombra: una trenza de eventos mesiánicos y de columpios rotos de nuestra infancia

Por instinto pulsé tus sílabas para que lanzaran gemidos en cascabel-mol [un lenguaje de ternura en orgasmo sideral] todas las noches frente a tu hoguera marchitándose sola

Así cantábamos el mundo mientras ratones ciegos dormían en tu almohada. Los

alimentábamos con descripciones del vientre de mamá y medíamos las diferencias entre tu nombre y mi nombre

[Sólo lo inicial es fruto maduro]

▼

Abriste las piernas adentro de mi sombra

Juntamos los dedos tantas veces en la penumbra que crecimos una memoria del fuego de nuestra carne en Lascaux. Su imagen temblando alumbró los escombros donde dormías días a la deriva animal del poema

Era un prado de juguetes absurdos el conocimiento de esa experiencia: una intuición filosa de la naturaleza que examina el tamaño de los primeros gestos sobre la piedra

Mientras pintabas el vacío interior de las aguas, el universo de mi sombra se expandía con tu cuerpo adentro durmiéndose de hielo

En ese entonces contabas las galaxias con los ojos cerrados y tenías pesadillas con los oídos abiertos

Los cóndores eran el único soplido de Dios estrellándose contra el fuego incesante del océano

¿Recuerdas el espectáculo de sus alas como navajas en el agua?

Tu sonrisa fue mi sonrisa y me perteneció como el suceso único de tus pasos sobre mi cuerpo tendido en temporada mayúscula

Me caminabas por encima como un muerto sin sexo y desde esa aparente neutralidad te alejabas y anunciabas que te mataría

Mabel, de pequeña me preguntaste:

–¿Te gusta el sabor de la sangre?

–Me gusta. Sabe a lenguaje –respondí

Miraste hacia el horizonte del océano quemándose

–El dolor es oloroso como la sangre. Por eso tengo que ser yo quien te camine por encima igual que un muerto sin sexo

Ratones ciegos dormían en tu almohada mientras pedía:

–Ñaña, por favor, ñañita mía:  cierra las piernas adentro de mi sombra

Y me dijiste:

–Alguna noche de sol regarás mi sangre para que nazcan amapolas en mi nombre

–¿Lloraré de belleza?

–Llorarás de belleza

 

Poemas de Historia de la leche (Candaya, 2020)

 

Foto: Mónica Ojeda, escritora ecuatoriana, por Isabel Wagemann.

 

  • Mónica Ojeda

Photo: Isabel Wagemann

Mónica Ojeda is the author of the novels La desfiguración Silva, Nefando, and Mandíbula, as well as the poetry collections El ciclo de las piedras and Historia de la leche. Her stories have been published in the anthology Emergencias: Doce cuentos iberoamericanos and the collections Caninos and Las voladoras. In 2017, she was included on the Bógota39 list of the best 39 Latin American writers under 40, and in 2019, she received the Prince Claus Next Generation Award in honor of her outstanding literary achievements.

  • Kymm Coveney

Photo: Cesc Anadon

Kymm Coveney was born in Boston and has lived in Spain since the 1982 World Cup. A freelance writer and translator, she was recently awarded Honorable Mention in the New England Poetry Club’s Diana Der-Hovanessian Prize for her translation of another poem from Ojeda’s collection Historia de la leche (Candaya Editorial, 2020). Website: http://betterlies.blogspot.com/

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