Algo afortunado nos sucede con esta poesía de agua clara. Los poemas provienen de personas que trabajan catorce horas al día, que cultivan en laderas escarpadas, personas cuyos cuerpos son básicamente músculos fibrosos y que frecuentemente ofrendan la mitad de sus vidas a los dioses, divinidades cuyos rostros no podríamos ni siquiera reconocer si los viéramos, personas que chismean como pájaros, gente que ha recibido poco de nuestra cultura aparte de armas y techos de latón que duplican el calor en sus chozas. ¿Sospechamos que los mayas envidian nuestra elaborada cultura escrita? Humberto Ak’abal dice:
Si los pájaros
escribieran sus cantos,hace tiempo
que los habrían olvidado.
Frecuentemente, los poemas son delicados, sentimos una larga tradición detrás de ellos.
Sombra:
noche pequeña
al pie de cualquier árbol.
Ak’abal es un indio maya-k’iche’. Podríamos esperar que los poetas indígenas de Guatemala estuvieran colectiva y justificadamente molestos y llenos de rabia. Algunos pueden estarlo, pero aparentemente Ak’abal no es uno de ellos:
Sanates, zopes y palomas
se paran sobre catedrales y palacios
tan igual como por sobre piedras,
árboles y corrales…Y se cagan sobre ellos
con toda la libertad de quien sabe
que dios y la justicia
se llevan en el alma.
De ningún modo podemos imaginar al apreciar la deliciosa simplicidad de estos poemas que estamos ante algo primitivo. Cual sea el adjetivo que le atribuyamos a la poesía de Ak’abal, este debe implicar un reconocimiento a su sutileza, brillantez y modernidad.
En las altas horas de la noche
las estrellas se desnudan
y se bañan en los ríos.Los tecolotes las desean,
se les paran las plumitas
que tienen en la cabeza.