Jorge Chagas, nacido en 1957, es el novelista afrouruguayo más prolífico en la historia de este pequeño país con siete novelas publicadas entre 2001 y 2020. Licenciado en Ciencia Política, ha logrado combinar una vida como empleado bancario con incursiones en el periodismo, la historia y, recientemente, la ficción. Durante las últimas dos décadas Chagas se ha convertido en uno de los novelistas históricos más originales de su país, y ha obtenido varios premios nacionales otorgados por el Ministerio de Educación y Cultura y por la Intendencia de Montevideo. La polifónica Gloria y tormento (2003) tiene como protagonista a José Leandro Andrade, un destacado futbolista afrouruguayo que ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928, así también como el primer Mundial FIFA en 1930. La sombra (2014) sigue los pasos del soldado conocido como Ansina, quien luego se convirtiera en el héroe afrouruguayo por antonomasia. La diosa y la noche (2017) reconstruye la vida de una de las mujeres afrouruguayas más famosas del siglo XX, Rosa Luna, quien fue una importante bailarina, escritora y activista social. La historia y la ficción se funden en la búsqueda intelectual de Chagas, como bien sugiere el epígrafe elegido para La diosa y la noche: “Usamos hechos verdaderos para crear ficción y con la ficción narramos hechos verdaderos”. En una fría y húmeda mañana de agosto, conversé con Chagas sobre su producción novelística en el bar El Picotín, ubicado en el barrio Centro, en Montevideo.
Jorge Sarasola: ¿Cómo fue la vida de Jorge Chagas antes de convertirse en el novelista histórico que conocemos hoy?
Jorge Chagas: En el año 1983 yo trabajaba en la sucursal de la avenida Agraciada del Banco La Caja Obrera, que ya no existe más. Era empleado bancario en la sección de cuentas corrientes. Un día empezó a llegar a la sucursal un semanario titulado Aquí, que era opositor a la dictadura cívico-militar de la época (1973-85). Hablando sobre este semanario, el contador de la sucursal me pregunta: “¿A vos te gusta escribir, no?”. “Sí, claro”, le respondo. “Ah, yo les hablo a ellos”, me dice. Como los conocía les habló y me entrevisté con Tomás Lihn, una de las figuras principales de aquel semanario. Fue Tomás quien me dijo unas palabras que nunca olvidaré: “Este es el peor oficio de la tierra, pero no lo cambiaría por nada del mundo”. A partir de ahí empecé a escribir como periodista del semanario Aquí. Después de eso cambió mi vida. Nunca dejé de ser empleado bancario. Pero sí abandoné los estudios de Derecho, y me interesé por la Ciencia Política e hice la licenciatura. También me interesé mucho más por la historia. Y como periodista me sentí protagonista de aquel renacer democrático cuando terminó la dictadura en 1985. Yo siempre digo, desde mi humilde puesto de periodista aporté mi granito de arena para el establecimiento de la democracia.
J.S: Su primera novela se centra en nuestro páter nacional, José Gervasio Artigas. Pero este texto muestra a un Artigas mucho más humano, alejado de las representaciones hechas en el bronce y en los libros escolares. ¿Cómo surge La soledad del General?
J.C: A partir de 1983, desarrollé mi gusto por el periodismo y por la escritura y escribí algunos libros de historia, especialmente sobre historia sindical. En el año 1996 vuelve a intervenir el destino. Yo continuaba trabajando para el banco y vi que AEBU, el sindicato bancario, convocaba a un concurso de cuentos para empleados afiliados al sindicato. Me presenté con un cuento llamado “Una carta de verano”. Luego me llaman y me dicen que gané una mención especial. Imaginate, primera vez que escribía un cuento de ficción, y ganaba una mención especial. ¡Fui loco de contento a la entrega de premios! Uno de los jurados me felicita y me recomienda hablar con otro miembro del jurado, el profesor Lauro Maurada. Lauro me invitó a su taller de escritura creativa y hasta el día de hoy soy miembro. Allá por el año 2001 hubo una donación anónima al taller para que diez miembros pudieran publicar sus textos. Yo quedé entre los diez seleccionados. De ahí salió La soledad del General, mi primera novela, sobre la figura de Artigas y su exilio en Paraguay. Después de La soledad del General, escribí Gloria y tormento en plena crisis económica (2001-02), cuando parecía que el país se derrumbaba. Yo ni computadora tenía, iba a la casa de una compañera del taller a pasar la novela a formato digital. Ahí, en esos tiempos difíciles en lo económico, descubrí que la literatura era una compañera fiel.
J.S: A nivel de complejidad narrativa, hay un salto importante entre esa primera novela y la segunda. La soledad del General es corta, tiene pocos personajes y un narrador en primera persona. Gloria y tormento cuenta con cerca de doscientos personajes, una multiplicidad de narradores y varios planos temporales.
J.C: La novela de Artigas es más llana. En cambio, Gloria y tormento la concebí con mayor complejidad porque entendí que narrar a José Leandro Andrade era una tarea muy compleja. La concebí como un guión cinematográfico, con varios tiempos históricos. Incluso tengo un guión a partir de esa novela. Ahí saqué el primer premio del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) y también una mención especial en el premio otorgado por la Intendencia de Montevideo. Imaginate, sacar el primer Premio de Literatura del MEC. Estaba loco de contento, pensé que se me iban a abrir las puertas de las editoriales… Pero no.
J.S: ¿La rechazaron habiendo ganado el premio?
J.C: Sí, la rechazaron tres editoriales.
J.S: ¿Y por qué?
J.C: La explicación es muy simple, y no es por maldad de los editores. El tema es el siguiente: este es un mercado chico y capturado. El lector no se arriesga por escritores nuevos. El editor es el que arriesga el dinero, y vos, por mejor que escriba una persona, no te podés arriesgar a pérdidas. Por eso mi novela se publicó en La Gotera, una editorial que no forma parte de la Cámara Uruguaya del Libro. Después, cuando la comparsa Yambo Kenia musicalizó el texto y ganó el Concurso de Carnaval en 2008, hubo un nuevo impulso y se publica una segunda edición en Editorial Rumbo.
J.S: El siguiente texto es La sombra: la novela de Ansina, donde usted explora la enigmática figura de Ansina, el héroe afrouruguayo más conocido de nuestra historia, aunque sepamos tan poco sobre él.
J.C: No, la siguiente es Agua roja. Una novela olvidada que yo pensé iba a ser un éxito brutal, sobre el Escuadrón de la Muerte durante la dictadura militar (1973-85). El protagonista es miembro de un cuerpo parapolicial que comete crímenes y la historia es narrada desde su punto de vista. Después vino La sombra, que es de cierta manera la continuación de La soledad del General, donde Artigas ya murió y Ansina cuenta su historia. Ahí obtuve el segundo Premio de Literatura del MEC. Después hice un musical y una obra de teatro con esa novela, pero aún no se han estrenado.
J.S: La novela se titula La sombra, y esta palabra aparece cerca de 60 veces en el texto, en promedio una vez cada dos páginas. ¿Cómo ve esa idea de Ansina como una sombra?
J.C: La sombra significa que forma parte de la persona. Ansina no puede desligarse de Artigas, está siempre con él. Cuando yo escribí La soledad del General, Ansina iba a tener un papel menor. Sin embargo, a medida que la iba escribiendo, Ansina fue cobrando mayor protagonismo. A raíz de eso me di cuenta de que estaría bueno hacer una novela con la voz de Ansina, y entonces escribí La sombra. ¿Y qué paso? En La sombra aparece Soledad Cruz, la mítica lancera afrouruguaya. Ahí me di cuenta de que faltaba la voz femenina en la revolución. No hay ninguna novela que hable de que pasó con las mujeres en la revolución. El tema de Soledad Cruz es más complejo que el de Ansina porque, hasta el momento, no hay ningún documento histórico que avale su existencia. El símbolo de las Mizanga (colectivo de mujeres afrouruguayas) es Soledad Cruz.
J.S: ¿Qué piensa sobre la etiqueta de escritor afrouruguayo? ¿Cómo definiría a la literatura afrouruguaya?
J.C: La etiqueta es correcta. Eso no quiere decir que siempre haya en todas mis obras protagonistas afrodescendientes. Acá en Uruguay hay más poetas que narradores afrouruguayos. Pero confío que en el futuro surjan jóvenes narradores afro. Después, habría que definir que entendemos por literatura afrouruguaya. Una cosa es que me digas que es aquella escrita por afros. Otra, diferente, es que señales que no se trata solo de literatura escrita por afros, sino que más allá de quien la escriba, se refiere a temas afro: historia, problemáticas, personajes. Esa segunda definición me parece mucho más vasta, más rica.
J.S: ¿Quiénes han sido sus principales influencias literarias?
J.C: En Uruguay mencionaría a Felisberto Hernández, Hugo Bervejillo, Cristina Peri Rossi y Tomás de Mattos. Fuera de Uruguay, García Márquez por la influencia del realismo mágico en mis novelas; Mario Vargas Llosa; el argentino Andrés Rivera; y el escritor norteamericano Walter Mosley. A mí me gusta mucho Mosley porque no muestra un mundo de buenos y malos. Yo también lo intento hacer en mis novelas. En el colectivo afro no somos puros. Somos gente que tiene virtudes y defectos. Somos capaces de mezquindad. Hay una humanización de los personajes en las novelas de Mosley. Es compleja la madeja y eso me gusta mucho de su obra.
J.S: ¿A lo largo de su vida qué cambios ha visto en la sociedad uruguaya respecto a temas como el racismo y la discriminación?
J.C: El Uruguay era medio esquivo a discutir estos temas, y creo que es positivo que ahora se hable más de racismo y discriminación. Ha habido cambios importantes. No tiene nada que ver el mundo de mi infancia con el actual.
J.S: ¿Por ejemplo?
J.C: Por ejemplo, hay mayor visibilidad de los afrouruguayos. Hay mayor acceso a empleos calificados y hay más profesionales. Una de las cosas que más me sorprende es la masificación del género musical más asociado a los afrouruguayos, el candombe. Hoy en día, se ha extendido a todos los barrios de Montevideo y a todos los departamentos del interior. Hubo una masificación brutal del fenómeno. ¿Qué pasó? Muchas personas de clase media, profesionales, se volcaron a tocar candombe.
J.S: ¿Ha cambiado cómo se vive la discriminación?
J.C: Ha cambiado, sí. Pero sigue habiendo, y me temo que habrá hasta el fin de los tiempos. Como el cáncer, vos lo vas combatiendo, pero siempre renace. Eso es verdad como que me llamo Chagas. Y no va a cambiar, pero va a mejorar. No es algo que vos soluciones, porque está en el alma humana. Por otro lado, hay un tema importante que son las condiciones económicas. Todavía hay un gran porcentaje de gente que está en una situación de penuria económica. Si bien existe un colectivo de gente que ha ascendido socialmente, hay una masa importante que aún está marginada. Una cosa que está faltando es preguntarnos, ¿cuántos abogados, escribanos, arquitectos o ingenieros negros hay en nuestra sociedad?