Metaldom*
Pongámoslo claro, tú nunca serás
la General Motors
y yo nunca seré García Lorca.
Tú seguirás envenenando estos barrios
con tu humo y yo escribiendo versos
en este teclado.
Los huracanes seguirán yendo y viniendo.
Las guaguas cada vez más destartaladas
atravesarán la Independencia.
Aumentarán los expresos chinos.
Las compraventas.
Las bancas de apuestas.
Las iglesias evangélicas.
Y donde había una casa
levantarán un edificio.
Y donde había un parque o un play
levantarán un supermercado, un proyecto
habitacional y una cadena de moteles.
Y los que andábamos
por las calles con una pelota
ahora andaremos con una pistola.
Y cuando nos despierte la sirena de la ambulancia
palparemos nuestros cuerpos
para asegurarnos que no viene por nosotros.
Meltadom, ¿cuántos Toyotas, cuántos Mazdas,
cuántos Daihatsus
sacrificarás esta noche?
Al igual que en los versos
de una epopeya griega
tu columna de humo se alza frente al mar
para aplacar a los dioses,
pero los dioses se fueron ya
y no dejaron sus direcciones.
Metaldom, en el 2060 serás un hotel de cinco estrellas.
Yo seré un viejo gruñón
en silla de ruedas
que recitará versos los domingos
y los días de fiestas.
Recuerda, tú nunca serás la General Motors
y yo nunca seré García Lorca.
*Planta de fundición en Santo Domingo.
En Damen
En Damen hay un bar
donde los empleados se aflojan las corbatas
y beben cerveza junto a muchachas que roban
poesía de la librería de la esquina.
Sentado ahí escribí un poema
que me gusta mucho.
A la semana volví e intenté
escribir otro poema
sin resultado alguno.
Y es como hace unos días
que vi una puesta de sol en la ciudad
y me dije tengo que escribir un poema.
O el lunes que vi un pájaro chocar
una y otra vez contra la ventana de la oficina
y prometí dedicarle un poema.
O cuando perseguí a la muchacha
que se pinta el cuerpo de naranja
en Michigan Avenue
y ella se dio cuenta y corriendo detrás de ella
le grité tengo que escribir un poema.
Y ahora escribo en medio de la bartender que ríe y fuma
y los empleados y las muchachas que ríen y fuman
con sus libros robados en las carteras.
Y a medida que escribo este poema se va llenando de gente que no conozco,
de lectores que nunca he visto, de lectores europeos, mis lectores chinos,
argentinos, árabes… de repente el poema es como un bar
donde la gente fuma y grita
y la única persona que no pertenece ahí soy yo.
John Keats escribió que no hay nada menos poético que un poeta.
El poeta es a la poesía lo que las tuberías son al agua.
Con esto quiero decir que el poeta sólo escribe, utiliza las palabras, las sube aquí, allá,
Las baja, las roza,
Al igual que un albañil levanta ladrillos y empañeta, ya que el poeta con las palabras construye
casas para los lectores, esos que son unos hipócritas y se van sin pagar
y que a veces se meten en la boca una escopeta tan sólo porque les falta
lo que hay dentro de un poema,
y a los que buscan y sufren y a los desahuciados
el poeta les da cobijo en sus poemas, a melancólicos, a amantes, a putas, a locos, a policías
retirados…
y tan pronto el poeta acaba su casa
ya esta no le pertenece
y se marcha a levantar más casas a otro lado.
Ahora en Damen anochece.
Afuera el viento juega empujando
los columpios del parque.
Las luces tras las ventanas se encienden.
Autorretrato
Rodé al año y medio por las escaleras
hasta el segundo piso.
A los seis casi me ahogo en una piscina.
A los siete me arrastró la corriente de un río.
Me golpearon con un palo, con la culata de un fusil,
con una tabla. Me propinaron un codazo en la cara
y otro en el estómago, rodillazos,
machetazos, fuetazos.
El perro del vecino me mordió un brazo.
Me cortaron una oreja haciéndome el cerquillo.
Noqueado. Abofeteado. Calumniado.
Abucheado. Apedreado.
Perseguido por sargentos en motor. Por dos cobradores.
Por tres mormones en bicicleta.
Por muchachas de Herrera y del Trece.
Me han atracado treinta veces.
En carros públicos. Taxis. Voladoras. A pie.
Alguien me dio una bola y me dijo I am gay.
Me robaron un televisor, un colchón,
Seis pares de tenis, cuatro carteras,
un reloj, media biblioteca.
Se llevaron varios manuscritos y cometieron plagio.
(Con lo que me han robado pudiera abrir
Una compraventa en Los Prados.)
Me fracturé el brazo derecho, el anular,
La cadera, el fémur y perdí cuatro dientes.
El hermano Abelardo me dio un cocotazo que todavía me duele.
En la fiesta de graduación me cayeron a trompadas y botellazos.
Luego publiqué un libro de poesía y una vecina lo leyó
y escéptica dijo que era capaz de escribir
mejores poemas en media hora, y lo hizo.
Accidente con un burro en la carretera.
Intento de suicidio en Cabarete.
Taquicardia. Hepatitis. Hígado jodido.
Satanizado en Europa del Este. Pateado por mexicanos en Chicago.
En Montecristi una mesera me amenazó de Muerte
(ahora mismo, clava alfileres en un muñeco idéntico a mí).
Los vecinos sueñan conmigo baleado.
Los poetas con dedicarme elegías.
Otros con rociarme gasolina en la cabeza
y arrojar un fósforo y ver mis rizos en llamas.
Otras con llevarme a la cama.
Y hace semanas un policía me detiene y me pregunta
Si yo no era el poeta que había leído poesía
aquella noche y le digo que sí y el policía
dice que son buenos poemas
y hace una reverencia a algo así.