Nota del editor: Texto leído en el evento “Indigenous Voices in Translation: Quechua and Tseltal Prose in Latin American Literature Today”, organizado por el Tulsa Artist Fellowship (miércoles 23 de marzo de 2022).
Si bien la actual producción de escritoras y escritores indígenas en Perú y en México es muy prolífica, su trabajo no es siempre traducido al inglés. No pretendo afirmar que estos escritores deben ser traducidos para obtener fama y prestigio. Sin embargo, al ignorar las literaturas amerindias, los traductores al inglés reproducen jerarquías coloniales entre lenguas y culturas. Teniendo en cuenta que profesores y estudiantes discuten escritores canónicos en los salones de clase, considero que la traducción podría jugar un rol fundamental para descolonizar el “Latinoamericanismo” enseñado en las instituciones norteamericanas. En el siglo XX, traductores como Gregory Rabassa, Edith Grossman, y John Felstiner contribuyeron a expandir, respectivamente, las obras de Gabriel García Márquez, Álvaro Mutis y Pablo Neruda, en los espacios literarios americanos. Hoy en día, diversos traductores mantienen la misma predilección por traducir ficciones famosas en lengua española. Al respecto, podemos mencionar las traducciones de Megan McDowell concernientes a autores como Samanta Schweblin, Mariana Enríquez, o Alejandro Zambra; y las traducciones de Sophie Hughes sobre Fernanda Melchor y Rodrigo Hasbún. En contraste, podemos tan solo detectar un puñado de traducciones de las literaturas Mapuche, Nahua y Quechua. Considero que los traductores, como agentes culturales inmersos en relaciones de poder, podrían desafiar las expectativas del público anglófono sobre la llamada “República de las Letras” en Latinoamérica. Esto sería posible si los traductores comienzan a prestar atención a la producción literaria indígena y así confrontar concepciones hegemónicas de literatura.
En el último número de Latin American Literature Today (LALT) dedicamos un dossier a la traductora Megan McDowell. Su magnífico trabajo resalta el papel de la traducción para configurar el canon literario latinoamericano en campos anglófonos. La dedicación de McDowell evoca la tarea del traductor tal como indica Walter Benjamin en su ensayo “Die Aufgabe des Übersetzers”. Es importante advertir el sentido de la palabra Aufgabe en alemán. Aufgabe-traducir es un trabajo duro, una gran responsabilidad y, en algunos casos, un ejercicio imposible de creatividad. Además, la dificultad de traducir es promocionar a autores extranjeros en las arenas intelectuales en inglés. Teniendo en consideración estos aspectos, vale preguntarse, ¿cómo las editoriales y las revistas americanas tratan de difundir a autores Quechua, Cho’l, Macuxi y Nahua? El sistema literario en inglés ignora estas estéticas y poéticas. En medio de este contexto, LALT es una excepción. Desde sus primeros números, esta revista ha hecho visible los trabajos de autores amerindios en sus propias lenguas maternas. Arthur Malcolm Dixon coordina la sección de literaturas indígenas como su editor principal y yo soy el corresponsal de esta área. Nuestra misión es publicar poemas, ensayos y narraciones en lenguas originarias con traducciones al portugués, español e inglés. De esta manera, LALT reconoce los esfuerzos de escritores indígenas por escribir y hablar en las lenguas de sus ancestros, pero también destacamos la labor creativa de la traducción y la auto-traducción.
Ciertamente, revistas como World Literature Today, Asymptote and Words Without Borders también incluyen textos indígenas en sus recientes publicaciones. No obstante, quisiera resaltar que LALT dedica una sección especial a promover las escrituras indígenas en cada número. Hoy en día, nuestra misión con Arthur Malcolm Dixon es incentivar la participación de escritoras indígenas. En este sentido, en los números 20 y 21, hemos publicado los trabajos de Chaska Anka Ninawan, Dida Aguirre y Gloria Cáceres en Quechua, Juana Peñate Montejo en Cho’l, la poeta Shuar Maria Clara Sharupi Jua, la escritora Mapuche Roxana Miranda Rupailaf, Julie Dorrico y Aline Kayapó —escritoras indígenas en Brasil—. Este proyecto ha sido posible gracias a las colaboraciones de colegas y amistades tales como Paul Worley, Claudia Arteaga, Caroline Garriot, y Carol Rose Little, por mencionar solo algunos nombres. Asimismo, considero que esta sección se ha convertido en un medio fundamental para enseñar literaturas indígenas en las universidades norteamericanas. Por ejemplo, gracias al apoyo de mis colegas Meghan Peace y Mark Lokensgard en St. Mary’s University, he enseñado una clase de pregrado sobre escritores Mapuche, Shipibo, Uitoto, Maya y Macuxi.
Ahora quiero discutir algunos puntos concernientes a la literatura quechua y la traducción. Para los diversos pueblos quechua en Perú y Bolivia, la Llaqta es más que un espacio poblado por seres humanos; es también una tierra pletórica, un ecosistema fértil, en donde humanos y no-humanos interactúan en relaciones recíprocas. Debemos reconocer que todos estos aspectos son inconmensurables para las sociedades caracterizadas por una concepción eurocéntrica de lo humano y el desarrollo de industrias extractivistas. En las narraciones de Gladys Camacho y Noemy Condori, escritoras quechua de Cochabamba, la Llaqta nos trae a colación el concepto de lo “recordante”, propuesto por Jean-Jacques Lecercle y luego profundizado por Lawrence Venuti. De acuerdo a Venuti, lo “recordante” se refiere a “variaciones lingüísticas” que “no simplemente exceden cualquier tipo de acto comunicativo, sino que frustran cualquier esfuerzo por formular reglas sistemáticas de comunicación”. De esta manera, la Llaqta significa un sistema de mundo intraducible e inconmensurable. Sin embargo, es importante remarcar que lo intraducible también coexiste con reglas hegemónicas y restrictivas que, finalmente, regulan y autorizan el flujo de las traducciones. Por ejemplo, Noemy Condori traduce el texto de Camacho, “Un joven inocente”, para una audiencia no-indígena de acuerdo a normas literarias o expectativas sobre la cultura Quechua. Por un lado, Condori enfatiza las interacciones con el paisaje, resaltando un tono solemne. Por otro lado, ella también quiebra las expectativas sobre el espacio quechua de esta comunidad. No estamos ante un escenario cósmico o exótico. La traducción de Condori nos explica que los seres no-humanos en los territorios quechua son fuerzas que pueden producir consecuencias perniciosas en la vida de las comunidades. Más allá de una idea exótica sobre los paisajes del pueblo quechua, la traductora transmite este punto crucial: estar alerta de las almas y espíritus que caminan alrededor de las montañas y lagos.
De manera semejante, “La ladrona Isabela”, cuento escrito por Noemy Condori, nos presenta una comunidad quechua en Cochabamba en donde la brujería juega un rol importante. No obstante, la última oración es imposible de traducir del quechua al inglés o incluso al español: “Yachankuchá, ajnamanta chay layqa atiyniyuq, ajinata Asirqucha jap’ikapun”. El traductor del cuento al inglés, Robbie Felix Penman, la traduce del siguiente modo: “The people must know, that’s how witchcraft has power, that’s how Asirqucha got her”. Por su parte, la autora nos propone esta versión: “Seguramente lo sabía, de esa manera las brujerías tienen poder, así la laguna Asirqucha se llevó su alma.” ¿Qué es lo intraducible de este pasaje? En simples palabras, podemos decir que las actividades del Layqa son mucho más complejas que la noción occidental de “brujería”. De acuerdo a los saberes ancestrales de esta comunidad quechua, el Layqa es algo más que una entidad maléfica.
Quisiera concluir mi intervención con estas palabras de José María Arguedas, escritor mestizo-quechua de Perú. La cita proviene del prólogo de su poema Tupac Amaru Kamaq Taytanchisman, escrito en quechua y publicado en 1962. De acuerdo a mis diálogos con intelectuales Macuxi, Munduruku, Mapuche y Nahua, pienso que esta propuesta de Arguedas se conecta con otros proyectos literarios surgientes en Abiayala:
Ruego a quienes tienen un dominio mayor que el mío sobre este idioma, escriban. Debemos acrecentar nuestra literatura quechua, especialmente en el lenguaje que habla el pueblo; aunque el otro, el señorial y erudito, debiera ser cultivado con la misma dedicación. ¡Demostremos que el quechua actual es un idioma en el que se puede escribir tan bella y conmovedoramente como en cualquiera de las otras lenguas perfeccionadas por siglos de tradición literaria! El quechua es también un idioma milenario.